Artículo en conjunto con Victoria Enríquez

Durante el mes de mayo y junio han surgido incontables artículos y notas hablando sobre un suceso bastante confuso pero presente hace mucho tiempo en el sistema internacional: el conflicto fronterizo entre India y China. En este artículo se pretende ahondar en las causas y las implicancias del mismo, poniendo especial foco en la escalada recientemente acontecida y las proyecciones que de ella se desprenden, con el objetivo de echar algo de luz sobre este hecho que va mucho más allá de un simple enfrentamiento por una región casi inhóspita. 

Los problemas entre ambos países en las regiones de Jammu y Cachemira y Aksai Chin, ubicadas en el sector noroeste del frontera indo-china, tienen más de 150 años. Durante el siglo XIX y principios del XX, en pleno auge del colonialismo europeo, Gran Bretaña (que en aquel momento administraba India) buscó establecer una línea fronteriza en la región. En aquel momento, su voluntad no respondía a frenar el avance chino, sino el ruso, con una frontera india bien delimitada. Para ello, se establecieron dos métodos de delimitación fronteriza: la línea de Johnson y la de Mccartney-Macdonald. Pero con el correr del tiempo, ambas líneas fueron usadas de modo indistinto, sin ser formalmente aceptadas por ambos actores y sin un control efectivo sobre las mismas.

La cuestión obtuvo más relevancia luego de la independencia india y pakistaní en 1947 y la revolución china en 1949. En ese momento, la delimitación territorial precisa comenzó a ser un tema de agenda. Para 1958, las tensiones entre India y China iban en aumento, dado que ambos usaban una línea distinta para demarcar su territorio, lo que llevaba a constantes acusaciones de transgresiones a la frontera, que comenzó a militarizarse. Para 1962, las tensiones fueron incontenibles y se desató una guerra entre ambos países en la que murieron más de 2000 soldados. Luego de la misma, se estableció la llamada Línea de Control (LAC, por sus siglas en inglés) para delimitar de una vez por todas la frontera entre India y China. Tras la derrota india, la región de Aksai Chin quedó bajo dominio chino y es hasta el día de hoy reclamada por India. La región de Jammu y Cachemira continuó perteneciendo a India.

Sin embargo, la LAC no ha sido el punto final de las tensiones, ni mucho menos. La línea que hoy divide estas dos regiones está altamente militarizada desde aquel momento y se producen constantes denuncias de intromisiones al territorio soberano tanto por India como por China, lo que mantiene el conflicto latente entre ambos Estados.

Un claro ejemplo de dicha latencia son los sucesos acontecidos en mayo de 2020, cuando surgieron numerosas denuncias por parte de China respecto a emplazamientos militares ilegales llevados a cabo por India en la región del Valle de Galwan, Aksai Chin. Asimismo, diversos informes por parte del ministerio de Defensa de China remarcaron la intromisión india en el territorio, cruzando e ignorando la línea fronteriza estipulada en esta región, acusando al país vecino de vulnerar los acuerdos en materia limítrofe. Sin embargo, ambos países han utilizado la cartografía para sustentar y fundamentar su posición. En este mismo mes, el periódico India Today reveló viejos mapas chinos que refuerzan la posición india en Aksai Chin de finales del siglo XIX y principios del siglo XX que puntualmente muestran a esta zona como parte de la región de Ladakh: estos antiguos hallazgos reaparecen en un pleno contexto marcado por crecientes tensiones fronterizas y diplomáticas.

El pasado lunes 15 de junio un inédito enfrentamiento marcó una nueva etapa de hostilidades: por primera vez en 45 años, tres soldados murieron en un combate en los Himalayas, lo cual reavivó los roces fronterizos entre ambos países. Por su parte, el Ejército Indio comunicó 20 decesos oficiales, mientras que China no emitió ningún comunicado oficial al respecto de los fallecidos, solo una fuerte protesta exigiendo el cumplimiento estricto de no sobrepasar las líneas demarcadas. La acumulación de soldados reportados en las líneas fronterizas proporcionó nuevos temores entre los países vecinos, mientras que potencias como Estados Unidos se han ofrecido como mediadores en el conflicto. Al día siguiente de esta escalada, el ministro chino de Exteriores Wang Yi y su homólogo indio Subrahmanyam Jaishankar se reunieron para acordar una forma de apaciguar los conflictos y conversar pacíficamente una resolución rápida y efectiva en pos de lograr la desescalada de las tensiones.

Bien se sabe que no todos los conflictos pueden desencadenar acciones violentas. Mientras que China, posteriormente a la escaramuza en la frontera del Himalaya decidió desplegar aproximadamente a unos 5000 nuevos hombres en la frontera, la India optó por jugar otras cartas e ir contra uno de los puntos más importantes para el gobierno chino: su carrera tecnológica y sus avances cada vez más trascendentales. El 29 de junio de 2020, el gobierno de Narendra Modi decidió bloquear varias aplicaciones con firmas chinas tales como TiKTok, UC Browser o Shareit. La administración Modi acusó a estas plataformas de “intervenir con el sistema de defensa indio”, accionar con el cual justificó las críticas y bloqueos. Este acontecimiento fue un gran golpe para aquellos inversores chinos que actualmente ven amplias oportunidades de mercado en un país como la India, las cuales se encuentran ahora bloqueadas. Pese a su accionar militarizado en las fronteras y el incremento de arsenal nuclear, Modi demostró que las prohibiciones y represalias no solamente pueden darse a través del accionar militar. 

El conflicto fronterizo entre ambos países se ha mantenido constante con el correr  de los años. Sin embargo, además de cuestionar las causas y consecuencias como también los detonantes de este enfrentamiento, es necesario focalizar en una cuestión en particular: ¿Qué tiene de importante este territorio para ambos países que, pese a los intentos por lograr una desescalada de las tensiones, continúa en disputa? 

Esta región puede considerarse ampliamente estratégica para ambos, enfatizando en varios factores.

En primer lugar, es menester traer a colación el conflicto entre la India y Pakistán por el control territorial de Jammu y Cachemira, territorio no sólo disputado por India y China, sino también atravesado por múltiples tensiones indo-pakistaníes. Esta disputa tiene orígenes de antaño, además de ser una zona de múltiples conflictos y complejidades en donde ambos países reclaman el territorio como propio. Esta misma región, que se encuentra entre China y Pakistán (aliado de Beijing), propone un desafío para la India con el objetivo de mantener y legitimar su soberanía por sobre la de Pakistán.

Al mismo tiempo, la ya mencionada cercanía entre China y Pakistán promueve desigualdad y desequilibrio para un país como la India, mucho más cercano a Estados Unidos. Cabe destacar que este último es uno de los mayores inversores directos de la India, el principal competidor a escala mundial de China, y uno de los Estados con mayores diferencias y conflictos con Pakistán.

Por otro lado, la región permite a China conectar el noroeste del país con el Tíbet, una de las cinco regiones autónomas chinas, lo cual se torna un objetivo estratégico esencial para el gigante asiático que busca ampliar y promover el desarrollo económico-comercial de este sector del país.

La mutua e incesante militarización de las fronteras no ha modificado la relación bilateral entre ambos países, la cual se mantiene constante principalmente en materia comercial (salvo por las sanciones impuestas a empresas chinas el 29 de junio). Sin embargo, la zona en disputa interfiere con uno de los mayores planes de China como lo es su impresionante obra de infraestructura: la Nueva Ruta de la Seda (OBOR, por sus siglas en inglés). A su vez, para Patricio Giusto, del Observatorio Sino-argentino, este conflicto pone en riesgo el corredor económico China-Pakistán, que termina en el puerto de Gwadar y le da una salida al mar Arábigo, uno de los principales proyectos de la iniciativa OBOR.

De los sucesos expuestos puede extraerse una conclusión: a pesar de haber concretado tres acuerdos con la finalidad de mantener relaciones pacíficas en la frontera (1993, 1996 y 2013) de participar conjuntamente en varios procesos multilaterales (Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, Organización de Cooperación de Shanghai, entre otros) y de ser importantes socios comerciales; cuando hay intereses de seguridad en juego, esas cuestiones pasan a un segundo plano. 

Habiendo cooperado en todos esos asuntos, ambos Estados nunca dejaron de financiar obras de infraestructura alineadas a sus intereses cercanas a la frontera, ni de cometer constantes transgresiones a la misma; claras muestras de provocación y, de que más allá de la cooperación, el resquemor por una división fronteriza que no agrada a ninguno de los dos actores persiste. Además, la cercanía india hacia Estados Unidos no es del agrado chino, al igual que la cercanía china con Pakistán no es del agrado indio. Los socios de ambos actores resultan mutuamente peligrosos en un escenario de guerra comercial latente e históricos conflictos indo-pakistaníes. Es esperable que, después de las recientes escaramuzas, ambas relaciones se profundicen, en línea con el resentimiento entre China e India.

El multilateralismo y los crecientes lazos comerciales no han concluído en un mejoramiento de las relaciones entre China e India, la premisa liberal ha quedado vacía ante esta nueva escalada de tensiones producto de los múltiples intereses desarrollados a lo largo de este artículo (intereses fronterizos, socios peligrosos, antiguos resquemores y percepciones estratégicas de las zonas en disputa). 

Ahora bien, ¿esto significa que se puede esperar una escalada e intensificación del conflicto? Si bien el conflicto va a persistir, no parece probable que la escalada militar se intensifique en un futuro próximo, ha quedado en pausa. Principalmente, debido al contexto global  de  pandemia y dificultades económicas, que obliga a los Estados a mirar hacia su interior. Aumentar el gasto militar no se configura como una opción esperable, ni mucho menos; aunque el elemento chino añade cierta incertidumbre al escenario futuro por su gran imprevisibilidad al actuar. Sin embargo, es probable que las tensiones se manifiesten en el plano político y económico, dentro de los organismos multilaterales en que tanto China como India participan y con sanciones económicas. India cuenta con la capacidad de dañar económicamente a China y ya ha tomado cartas en el asunto, como se ha explicado anteriormente. ¿Responderá China en los mismos términos? ¿Será la pausa militar una pausa duradera?

Una respuesta a “Tensiones nuevas, conflictos viejos. India y China: ¿sólo una disputa fronteriza?”

  1. […] presentes en Armenia-Azerbaiyán: heridas abiertas en los territorios post soviéticos y un par de Tensiones nuevas, conflictos viejos. India y China, ¿sólo una disputa fronteriza? Y es que sostuvimos que El claroscuro de Gramsci tiene bandera […]

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