El peronismo, basándose en sus bloques en el Congreso y su propia construcción narrativa, se posiciona hoy como la oposición más fuerte contra el gobierno actual. Aun así, se encuentra relativamente a la deriva en términos de dirigencia y coordinación entre todos sus espacios y voluntades, lo que causa que se estén  fermentando distintas ideas, direcciones, y propuestas en pos de encontrar pronto un camino por el cual caminar.

Pese a estas diferencias, basta con entrar a Twitter (ahora X), ver los medios de comunicación, hablar con un militante, o consumir de cualquier modo los discursos y modos peronistas para perfilar e identificar la línea discursiva y narrativa que están siguiendo: una resiliencia de lucha motivada por la bronca.

Podría sonar irónico, entendiendo que fue este último factor el que alimentó y acrecentó la figura de Javier Milei en su carrera hacia la presidencia, así que ¿por qué el peronismo está abrazando esta emoción? Bueno, objetivamente hablando, el gobierno no solo representa prácticamente todo lo contrario a lo que pregonan, sino que sus modos y medidas constantemente atacan y debilitan las instituciones, valores, y políticas que el peronismo ha sabido construir, tomar y/o reivindicar; a saber: cuestiones como la universidad pública, la asistencia y justicia social, políticas de memoria y justicia, etc.

Ahora bien, la otra pregunta a hacerse es ¿sirve esta bronca? ¿Aporta los mismos resultados exitosos que le sirvieron a Milei en su momento? Es incierto, pero probable que sea útil, al menos en términos de movilización, pero, en términos discursivos y buscando allanar el camino para una narrativa electoral, lo más seguro es que no.

Por ahora, la estrategia es prácticamente combatir fuego con fuego y, como es común en sus discursos, apelar a cierta nostalgia. Podemos identificar, principalmente, dos tipos de ejes o estrategias discursivas. La primera es demostrar que, con su candidato prácticamente desaparecido, Sergio Massa, las cosas hubieran estado mejor, mientras que la otra estrategia consta de jactarse de haber advertido con tiempo que con Milei las cosas iban a estar iguales o peor a cómo están ahora.

Quizá, en algunos casos puntuales, pueden verse destellos de autocrítica también a modo de estrategia narrativa, pero sigue sin ser suficiente. ¿Qué es lo que el peronismo está ignorando y está a tiempo de aprovechar? Consta  principalmente de soltar esa bronca (sin ignorar esas luchas y militancia que están ejerciendo) y abrazar el descontento que la población ha tenido tras el casi medio año de la gestión libertaria. 

No basta con atacar las ideas y los ideadores, sino también acatar las cosas que decepcionaron a la población en primer lugar. Si la mayoría lo votó para que baje impuestos, mejore las relaciones internacionales o para que ajuste a la casta, la mejor estrategia no es solamente señalar que esas promesas no funcionaron, sino proponer y demostrar que ellos lo harían mejor o que simplemente sí lo harían (si lo hacen o no, no nos importa, estamos hablando meramente de comunicación política).

La clave es entender que el recurso narrativo discursivo de la bronca y la nostalgia, está cooptada y asimilada por los espacios libertarios, y que la nueva emoción que predominará entre la población (y que, por lo tanto, es menester apelar a la misma en términos comunicativos) será la decepción y el descontento, no motivado por el enojo, sino por la desmotivación y la línea narrativa que venimos atravesando en los últimos 10 años, basta con repasar los slogans y motivos de los últimos gobiernos para ponernos en situación, desde buscar el cambio, solo para volver mejores y terminar pidiendo que se vayan todos.

Con eso en cuenta, y entendiendo que la población comienza a encontrar descontento con las medidas actuales, el enojo de haber “ido y vuelto” volcado hacia una casta con una promesa de ajuste que, si llegó o no, se sintió más en la población. No confundir esta nueva emoción predominante con rendimiento como muchos otros peronistas sostienen en sus discursos alegando un “desencanto” con la política, si bien pudo haber sido así, el contraste provocado por el último gobierno ha regulado la brújula política al punto dónde la principal emoción que atraviesa a los votantes, tantos propios, como ajenos, es una profunda decepción. 

La estrategia es simple, no pasa por atacar ni por enamorar, pasa por acatar y abrazar ese enorme descontento. El peronismo no necesariamente es el único que puede tomar esta estrategia discursiva, pero por cuestiones numéricas, es el más plausible para hacerlo y, dada su naturaleza, también es capaz de dejar pasar la oportunidad de retomar esta narrativa a tiempo.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Tendencias

Crea una web o blog en WordPress.com