Nagorno Karabaj: Una disputa eterna

La lucha por Nagorno Karabaj comenzó en febrero de 1988, cuando diputados de Artsaj expresaron, a través de un comunicado, el deseo de su población de ser libre de la administración de Azerbaiyán. El texto presentado fue dirigido hacia los órganos legislativos de Moscú, Armenia y Azerbaiyán y detallaba una solicitud de unificación de Karabaj con la República Soviética de Armenia. El desagrado del gobierno azerí ante esta situación no tardó en hacerse notar. Días después de recibir dicho comunicado, una seguidilla de matanzas organizadas contra la población armenia en Azerbaiyán dieron comienzo a un conflicto militar que hasta el dia de hoy sigue sin resolución alguna.

Luego de la disolución de la Unión Soviética, el vacío de poder existente llevó a la pérdida del último factor que contenía el conflicto. Y así, con la inminente retirada de las antiguas fuerzas soviéticas, Karabaj se convirtió en el escenario de lo que gradualmente se transformó en una guerra a gran escala. Los enfrentamientos comenzaron con bombardeos y ataques terrestres, y para mediados de 1992 Azerbaiyán ya tenía ocupado aproximadamente la mitad de Karabaj. Sin embargo, los armenios de Artsaj organizaron un ejército y pudieron concretar varias operaciones militares con éxito que les permitieron establecer una conexión terrestre con Armenia. Mientras el ejército azerí seguía bombardeando Stepanakert (capital de Artsaj), las Fuerzas de Defensa de Karabaj tomaban la ciudad de Shushí, la cual además de tener un gran valor geoestratégico, es en ocasiones llamada “el corazón de Artsaj”. Gracias a este último hecho, y a los conflictos internos de Azerbaiyán que impidieron su éxito en los enfrentamientos, Armenia ganó la mayoría de las batallas que sucedieron en la guerra, la cual finalizó en 1994 con una declaración de cese al fuego.

Hasta 2016, al conflicto se lo consideró como congelado, pero en cuestion de dias la región se encontró nuevamente en guerra. En la tarde del 2 de abril del 2016, tropas azeríes estacionadas junto a la frontera de Nagorno Karabaj atravesaron la línea de contacto y contando con tanques, aviones, y artillería pesada arrasaron muchas de las posiciones armenias. Al día siguiente, un contraataque exitoso de las tropas armenias y de la República de Nagorno Karabaj permitieron recuperar gran parte del territorio cedido, pero a un precio humano significativo para ambos bandos. El tercer día, docenas de tanques armenios y azeríes se enfrentaron entre sí en una batalla a campo abierto. Al cuarto día, con un total de 172 personas muertas y nimias ganancias o pérdidas territoriales, se firmó un alto al fuego temporal, que al día de hoy, sigue vigente. A esta situación se la conoce internacionalmente como la Guerra de los Cuatro Días, y esta batalla supuso el punto máximo de hostilidad de todo el conflicto.

Pese a que la dinámica local de Nagorno Karabaj sobrepasa a las inercias internacionales, el conflicto tiene una importante relevancia, sobre todo en la región, que hace que varios países intervengan de distintos modos. Además de sus protagonistas, existen otros Estados involucrados como es el caso de Rusia, Irán y Turquía. Rusia (y en su momento la URSS), ha estado involucrada desde el inicio del enfrentamiento, ocupando diversos roles según el momento y las necesidades de los protagonistas. Estuvo presente como impulsora de las negociaciones de paz, como garante de la seguridad de Armenia o como principal suministradora de armas tanto de Bakú como de Ereván. A pesar de presentar un favoritismo hacia Armenia, Moscú mantiene al mismo tiempo privilegiadas relaciones con Azerbaiyán, siendo su principal suministrador de armas. 

El conflicto tiene consecuencias positivas y negativas para Rusia. Por un lado el hecho de que su apoyo a Armenia lo haga seguir contando con un territorio amigo y un puesto militar de avanzada en el Cáucaso Sur funciona como un incentivo a no mediar sobre el conflicto. Sin embargo, la continuidad del conflicto representa también un impedimento para la consolidación de sus proyectos de paz e integración económica con los países post soviéticos.

En otros términos, la implicancia de Irán en el conflicto, se debe principalmente a que la segunda comunidad más grande dentro de su Estado es de origen azerí, teniendo como consecuencia que los dirigentes políticos no tengan más remedio que adoptar una postura activa ante cualquier crisis importante en Azerbaiyán, y especialmente ante la guerra de Karabaj. A pesar de su gran compromiso con su propia población azerí, el rol de Irán en la disputa es de mediador entre las partes involucradas. Como contraparte a esto, la opinión pública interna le exige que se ponga del lado de sus parientes musulmanes chiitas contra los armenios cristianos. Esta presión fue disminuyendo a lo largo de los años, pero reaparece cada vez que el ejército azerí es derrotado por los armenios. Aunque los intentos de mediación de Irán no condujeron a una resolución de la crisis de Nagorno Karabaj, si lograron el primer alto al fuego entre los beligerantes en 1992. 

A diferencia de otros casos de conflicto donde Turquía se ha ofrecido como mediador (como es el caso de Irak y Siria, Israel y Siria, Los Balcanes, etc), en esta guerra en particular, Ankara está involucrada de manera más directa como también, de manera partidaria. Turquía está totalmente alineada con la posición de Azerbaiyán, un país percibido por el pueblo turco como “hermano menor”. La presencia de asesores militares turcos en territorio azerí y los ejercicios militares conjuntos son frecuentes y continuos.

Esta elección partidaria se relaciona principalmente a lo distinto del vínculo entre Turquía-Armenia y Turquía-Azerbaiyán. Como fue mencionado anteriormente, el vínculo entre Turquía y Azerbaiyán es sumamente cercano y con relevantes símbolos fraternales.  Por el contrario, su relación con Armenia es históricamente conflictiva y problemática, principalmente por la masacre sistemática sufrida por los armenios entre 1915 – 1923, conocido dicho suceso como Genocidio Armenio, el cual fue llevado a cabo por el Imperio Turco Otomano. Sin embargo, el crecimiento económico vivido por Turquía en los últimos años, su interés y puja por ser uno de los países más importantes de la región y su necesidad de lograr la paz en el Cáucaso, ha llevado a que la relación armenio-turca se replantee, creando así nuevos espacios de negociación y diplomacia. Esta situación provocó el enfado de Azerbaiyán, y debido a su estrecha relación, Turquía decidió que la normalización de las relaciones diplomáticas con Armenia dependerían del progreso en la resolución del conflicto de Karabaj, en el cual daba su apoyo incondicional a Azerbaiyan.

En la dinámica del conflicto también se observan dos derechos en puja: por un lado, el derecho de autodeterminación de los pueblos, y por el otro, el derecho de integridad territorial. De acuerdo al primero, todos los grupos identificados con un vínculo a un territorio definido, tienen derecho a determinar colectivamente su destino político de una manera democrática. Este derecho se volvió lema de lucha del lado de los armenios y de los habitantes de Artsaj. Por otro lado, el principio de  integridad territorial, es defendido por los azeríes, y a través del mismo expresan su rechazo a cualquier intervención regional o internacional que tenga como objetivo socavar su soberanía territorial, en este caso en particular, la soberanía que afirman tener sobre Nagorno Karabaj.

El conflicto de Nagorno Karabaj mantiene una línea de tensión muy alta, en la cual el margen de acción para los involucrados se achica con el tiempo. Sin embargo, debido a sus ambiciones por la victoria del conflicto hace que empujen estos límites y sucedan guerras sumamente sangrientas como lo fue la Guerra de los 4 Días. Las tentaciones belicistas azeríes de modificar el status quo por la fuerza, y la predisposición del lado armenio a tomar represalia rápidamente ante cualquier ataque, dan la pauta de que las posibilidades de nuevas escaladas de violencia no disminuyen, sino que crecen dia tras dia. Y que si llegara a suceder esto, los niveles de violencia, probablemente, serían más altos que los anteriores vistos.

Al día de hoy, el conflicto lleva 31 años sin resolverse, y se ha tornado una de las disputas más difíciles de mediar en la arena internacional. Tiene una de las fronteras más militarizadas del planeta, junto con la de Cachemira y la que separa las dos Coreas. Hasta ahora no hay indicios de un acuerdo pacífico que deje a todas las partes intervinientes contentas. Las variables de resolución son muchas, pero los intereses y la historia de cada una de las naciones pesa, eminentemente, mucho más.

Escrito por

4to año, Lic. en Gobierno y Relaciones Internacionales (UADE).

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