Japón y Corea del Sur comparten un historial de acontecimientos que marcaron a fuego las relaciones entre ambos, el pasado imperial japonés y la dominación que este perpetuó en la nación coreana, el mínimo reconocimiento de los crímenes de lesa humanidad en la ocupación nipona y una serie de disputas territoriales coloniales han entorpecido los acercamientos y generado una conciencia compartida de cierto resquemor en las sociedades y la elite política de estos.
En el aspecto de la seguridad, la relación bilateral entre ambos Estados influye no solo en el ámbito cotidiano de estos, sino que el acercamiento o conflicto entre estos marcan el pulso del estadio de la seguridad de la región en general.
El acercamiento en materia de seguridad entre Japón y Corea del Sur ha sido producto de la amenaza compartida que representa Corea del Norte para cada uno de ellos. Y en este sentido, la profundización de la relación post Segunda Guerra Mundial generó no solo el fortalecimiento de las relaciones en seguridad sino que se derramó en la consolidación en ámbitos políticos y económicos.
Por otro lado la triangulación de las relaciones bilaterales entre Japón y Corea del Sur con los Estados Unidos y la relación de dependencia que se generó, marcó una profunda relación y vinculación de forma directa e indirecta con respecto al posicionamiento norteamericano en Asia y a la constante permanencia de tropas enviadas por la nación del norte.
Y por último se habla del creciente rol de la República Popular China como actor relevante en la región. El Estado reconfigura las áreas de influencia en la región y genera así, la necesidad de la revisión de una estrategia de posicionamiento distinto al emerger un nuevo actor prominente.
La relación entre estas naciones se embarcan desde siglos pasados, tal como expone Álvarez (2015) Desde el siglo XV hasta finales del siglo XIX, lo que hoy se conoce como Corea y Japón, mantenían relaciones de igualdad a través de intercambios comerciales relativamente pacíficos. Este modo de relacionarse fue resquebrajado por la Revolución Meiji (1868) y el nuevo papel de Japón en la región.
Es por esto que a partir de ese entonces y la mirada imperialista del país nipón las relaciones entre ambos sufrieron grandes retrocesos. Hasta que en el 1910, la península coreana fue anexada por el imperio japonés a través de un polémico tratado que dio inicio a un periodo de dominio nipón que se extendió hasta el final de la II Guerra Mundial.
De acuerdo con fuentes surcoreanas, se estima que hasta 7,8 millones de coreanos fueron reclutados como soldados o como trabajadores esclavos desde la etapa previa hasta el final de la guerra. Por otro lado, una cuestión traumática de las relaciones entre ambos Estados en ese periodo son las “halmonis” o “mujeres de confort” que eran obligadas a trabajar en prostíbulos como esclavas sexuales para satisfacer a los soldados japoneses. Se estima que hubo 200.000 mujeres damnificadas.
Después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial la presencia norteamericana configuró un activo de presiones en ambos países conformando así una relación casi de dependencia entre los mismos con la nación del norte. En este periodo hasta el 1965 la relación coreana con la isla no hubo avances hasta que se firmó el Tratado de Normalización de las Relaciones Diplomáticas, en el que convergen intereses económicos recíprocos. El acuerdo consolidó un lazo comercial fundamental para el progreso de ambos países.
Bajo el sistema de la Guerra Fría, las relaciones entre Corea y Japón fueron dinámicas y muy positivas en términos económicos. Japón ocupó un lugar económico dominante por haber alcanzado primero el despegue económico y un nivel de desarrollo sustentable.
Se pueden evidenciar un sin fin de “heridas sin sanar” entre Corea del Sur y Japón y por ende se viven ciclos de reactivamiento de los reclamos de la obligación que tiene la nación nipona en su pasado colonial e imperialista con la subvención a la población coreana y en especial a las llamadas “Mujeres de consuelo”. Una serie de fallos de la justicia coreana culparon a Japón, y por esto las relaciones entre estos dos Estados empeoraron.
Desde que Abe ocupa el puesto de Primer Ministro en Japón (2012) y Moon Jae-in como presidente de Corea del Sur (2016) han experimentado una serie de desacuerdos. En este camino las relaciones de ambos empezaron a tomar distintos rumbos, ya que estos retrocesos bilaterales no solo afectan a la relación política diplomática, sino que socava los intereses económicos, estratégicos y militares.
Los procesos cíclicos entre acercamiento, cooperación, disidencia y confrontación entre Corea del Sur y Japón han marcado las relaciones entre estos dos actores con suma relevancia en el norte asiático.
Es por ello que a pesar de la historia colonial que empaña y oscurece la percepción de los coreanos con respecto a la relación con los ciudadanos nipones existen patrones y fenómenos como la amenaza compartida de Corea del Norte, la alianza de estos dos actores con los Estados Unidos y el ascenso y las presiones de China en la región, explican la relación en algunas áreas fundamentales para el desarrollo del Estado como lo es el la economía y el posicionamiento de una estrategia de seguridad nacional compartida.
Es por esto y se puede concluir, que si bien las relaciones y la historia de dominación colonial de Japón quedó marcado en el colectivo social de la sociedad coreana, pero los movimientos y las alteraciones del Sistema Internacional marcaron distintas configuraciones que marcaron etapas de fraternidad o conflicto entre estas. Es por esto que en la actualidad y como desafío de la estabilidad regional, las disidencias entre estos dos países configuran una preocupación para los principales actores, no solo de la región asiática sino del Sistema Internacional en su conjunto.
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