Una mirada estadounidense al futuro global compartido

Durante el último mes, la administración del presidente Joe Biden publicó la nueva Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) de los Estados Unidos, organizada en torno a algunos de los temas que el gobierno reconoce como prioritarios en las relaciones internacionales que definirán la próxima década, el vínculo con otras potencias opuestas como China y Rusia, y el enfoque a adoptar en el vínculo con diferentes regiones como América Latina. Destaca entonces como primer aspecto de este documento la diferencia con el abordaje de la administración anterior, reconociendo en las propias palabras del mandatario que el mundo se encuentra en “un punto de inflexión” y que la posición del país en el escenario global surge de la fortaleza a nivel nacional y viceversa.

Hablando de diferenciarse, la propuesta parte por confrontar la importancia de la democracia ante los desafíos que presentan distintas autocracias a lo largo del planeta, ya sin el marco de la Guerra Fría vigente, y atender en simultáneo a las consecuencias de retos transnacionales como el cambio climático, la escasez energética, la seguridad alimentaria o el terrorismo, entre otros. Esta mirada estadounidense se opone de mínima al encuadre chino de Xi Jinping, tanto como al ruso de Vladímir Putin, reconociendo una suerte de tripolaridad que dista mucho de la habitual bipolaridad o unipolaridad hegemónica que disfrutara el país tras la caída de la Unión Soviética y por el lapso de dos décadas mínimo.

En este escenario de competencia, la Casa Blanca busca conformar coaliciones con otros Estados aliados para “apoyar los derechos humanos universales y solidarizarse con aquellos que buscan libertad y dignidad más allá de sus costas”, continuando “con la tarea crucial de asegurar la equidad” internamente. El objetivo general es demostrar que la democracia como sistema puede responder no solo a los desafíos presentes, sino también generar beneficios para las poblaciones de cada nación, mientras que rusos y chinos suponen una amenaza a esta visión de un sistema internacional abierto. Los primeros por recurrir a la vía bélica en Ucrania y los últimos por intentar moldear el orden vigente a su imagen en distintas áreas como la economía, la diplomacia o la tecnología.

Biden y su equipo hoy consideran que el orden internacional debe ser libre, abierto, próspero y seguro, sin necesariamente prescindir del uso de la fuerza, pero recurriendo a este como último recurso, “en circunstancias donde se necesita para proteger intereses de seguridad nacional y en consistencia con la ley internacional”. Su esfuerzo por ende estará centrado hasta 2025 en invertir en la construcción del poder estadounidense, construir coaliciones fuertes de países que mejoren la influencia colectiva en este contexto, y modernizar a las fuerzas armadas para competir con las grandes potencias.

Internamente, Estados Unidos se encuentra en proceso de asegurar sus cadenas de abastecimiento (claves para el funcionamiento del mercado), actualizar la infraestructura disponible para competir frente a otros actores que no siempre respetan las reglas comerciales, como China, asegurar los derechos básicos y recurrir a la diplomacia para extender las vías de cooperación democrática, incluso mediante una iniciativa presidencial que ha reunido a líderes políticos de más de 100 países. Aquí también el documento argumenta que el desarrollo militar servirá únicamente para misiones concretas con objetivos alcanzables, razón por la que finalizaron el despliegue en Afganistán en 2021.

La ESN entonces no solo pone el foco sobre los beneficios actuales de la integración transfronteriza para cumplir con demandas a nivel doméstico y reconoce en Rusia y China a sus principales adversarios en la lucha por definir el modelo vigente en las relaciones internacionales, sino que también fija una serie de prioridades por región: la defensa del Indo-Pacífico como zona abierta con capacidad para aprovechar oportunidades económicas y dar respuesta al cambio climático; la profundización de la alianza con la Unión Europea, principal socio político-económico; la promoción democrática y del desarrollo en América Latina, por su importancia para la seguridad dada su cercanía geográfica; la pacificación e integración de Medio Oriente en línea con los valores expresados por Naciones Unidas; y la construcción de una asociación moderna con el continente africano, dado su rol geopolítico.

Finalmente, Estados Unidos promueve en esta estrategia la continuidad del Ártico como región “pacífica, estable, próspera y cooperativa” en un contexto que despierta mayor interés por la zona al volverse más navegable, a partir del deshielo producto del calentamiento global. De igual forma, promueve la libertad en el uso y tránsito por vías marítimas, aéreas y espaciales, otorgándoles una importancia particular para la seguridad y prosperidad de las distintas sociedades. Su posicionamiento a escala global puede resumirse entonces en superar a otras potencias, atender a desafíos compartidos como la preparación para enfrentar futuras pandemias, y fortalecer las democracias en respuesta al contexto vigente.

Otros factores abordados son la seguridad energética (orientada a la transición hacia fuentes renovables), la seguridad alimentaria en el contexto de la guerra en Ucrania, el control para la no proliferación o empleo de armas nucleares, y la lucha contra el terrorismo. Todos estos aspectos con pequeñas actualizaciones con base en posiciones ya conocidas o adoptadas en los últimos años por esta administración o sus antecesoras. 

Sin embargo, la cuestión de fondo a considerar es si el contenido resulta efectivo para enfrentar las amenazas a un país y su visión global. El consenso en este punto parece ser que la propuesta constituye un diagnóstico certero que deja muchos interrogantes por resolver. Por ejemplo, William Wechsler señala que “a menudo confunde meras preferencias con intereses vitales, sin considerar las inevitables desventajas que surgen”, mientras que Ash Jain considera que la ESN cumple el propósito de identificar los principales desafíos a enfrentar, aunque el gobierno deberá preguntarse si es posible competir y cooperar en simultáneo en lo que respecta a las relaciones con China y Rusia. 

Ahora depende del presidente y su gabinete llevar estos conceptos a la práctica en el escenario internacional, ya que como dice Daniel Fried, “las estrategias son más fáciles de redactar que de aplicar”. Una redacción puede evitar contradicciones que en la realidad no desaparecerán solas, a menos que exista una acción que logre resolverlas.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen exclusivamente a los colaboradores y/o invitados y no necesariamente representan a Politólogos al Whisky

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Licenciado en Ciencia Política (UBA) y Periodista. Intento que las herramientas a mi alcance sirvan para comunicar mejor lo político.

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