El gobierno bonaerense modificó en los últimos meses puestos claves del gabinete y se comienza a ver un giro, de grados inciertos, en el rumbo ejecutivo. Los cambios ministeriales y los anuncios de programas plurianuales tienen como causa el mal desempeño electoral de las PASO y como confirmación la remontada del 14 de noviembre.
La influencia del gobierno nacional en los cambios en el gabinete bonaerense se entiende a partir de la repercusión del resultado en las elecciones legislativas. La clave para recuperar parte del electorado del 2019 estará en la provincia.
El tinte ministerial luego de las modificaciones tiene mucho más similitudes a su par federal y respeta mejor la coalición electoral que llevó a Kicilof a La Plata. Con mayor presencia de intendentes y del Frente Renovador, el gobernador parece buscar generar un relanzamiento de su gestión con un programa a mediano plazo.
El resultado en términos parlamentarios de la elección de medio términos dejó sabor a victoria entre quienes sufrieron con la noticia la noche del 12 de septiembre. El empate en la Cámara de Senadores es un logro para el oficialismo, no solo porque ganó tres bancas con respecto a la vieja composición, sino porque consiguió la posibilidad de definición por parte de la vicegobernadora.
En la cámara baja el panorama es un poco más desalentador, dado que la primera minoría conseguida por el Frente de Todos es prácticamente un regalo de la oposición que podría conformar una mayoría estable. Con 41 de los 92 representantes dentro del bloque de Juntos por el Cambio, dos del armado satélite Cambio Federal y tres de Avanza Libertad, se abre la posibilidad de una alianza fáctica opositora que complique los planes del gobernador en al Poder Legislativo.
El apuro por aprovechar esta ventana hacia las mayorías parlamentarias se hizo sentir en las medidas poselectorales. El pase sanitario, el avance sobre la modificación a la imposibilidad de reelección de intendentes y el “Programa de Reconstrucción y Transformación Provincial” se dan en un contexto de suma urgencia para mejorar el terreno de cara al 2023.
Esta última política está acompañada por una retórica que trata de afirmar la necesidad de un nuevo mandato peronista en Buenos Aires para revertir los “cuatro años de macrismo y los dos años de pandemia”. Esta idea parte del supuesto de que se puede relanzar una gestión a mitad de camino, reconociendo que la dirección de los últimos dos años no contó con el apoyo social necesario pero negando culpabilidad.
El programa anunciado da cuenta de la necesidad de políticas de Estado para lo que se necesitan plazos significativamente superiores a los dos años que le restan a la gestión ejecutiva. En este contexto comienza a sonar cada vez con más fuerza, y más presencia en el ámbito legislativo provincial, la idea de que es necesaria una división política de la unidad subnacional más poblada del país.
La propuesta de creación de nuevas provincias dentro de Buenos Aires hace eco dada la situación social que sufren gran parte de los bonaerenses y complica aún más a la gestión del gobernador. La posibilidad de dividir al gigante tendría enormes repercusiones políticas a nivel nacional. La iniciativa circulante propone un esquema de distritalización que resultarían probablemente en cuatro provincias antiperonistas y solo una con mayoría peronista.
El apuro por comenzar a revertir la situación social en Buenos Aires parece estar más el ámbito federal que en lo local. Aunque la posibilidad de división de la provincia sea remota, que se comience a evaluar ya representa una gran amenaza para el peronismo, algo que el gobierno nacional no se puede permitir.
Las medidas tendientes a asegurar la unidad de la coalición oficialista, como la incorporación de figuras al ejecutivo y el aplazo de la implementación de la Ley de relecciones, servirán para contener desde lo político. Sin embargo, de seguir en este camino, no habrá consenso dirigencial que revierta una derrota que puede complicar al peronismo de manera estructural.