En la madrugada del 22 de noviembre del 2017, una maratónica sesión de la Cámara de Diputados se vio interrumpida por un pedido inusual que despabiló a todas las personas presentes en medio de la madrugada. La diputada Victoria Donda pedía tratar sobre tablas la Ley de Paridad de Género para garantizar un 50% de mujeres en las listas electorales. La medida había pasado por el Senado, pero había quedado trunca por falta de acuerdo. Esa noche, las diputadas se pusieron firmes y se negaron a sentarse hasta que el proyecto no fuese votado y así se convirtió en ley. Aquellas mujeres que orquestaron la maniobra entre susurros y miradas confiaban en que la paridad se lograría finalmente tras las elecciones del 2021. Sin embargo, los comicios llegaron pero la paridad no.
La Ley de Paridad de Género estableció que las listas que se presenten a elecciones deberán estar compuestas en igual proporción por varones y mujeres. A su vez, la distribución deberá ser equitativa e intercalada. Esto quiere decir que la candidatura de un varón deberá ser precedida por la de una mujer y viceversa. Sin embargo, la normativa nada establece sobre la persona que se designe para encabezar las listas, y ahí es donde radica el problema que llevaría a que el Congreso argentino no logre la paridad hasta el 2023.
Actualmente, en la Cámara de Diputados 110 de las 257 bancas están ocupadas por mujeres y se cree que, en el mejor escenario, este número podría incrementarse a 125, quedando aún por debajo de la paridad. Mientras tanto, en el Senado hay 29 de 72 bancas ocupadas por mujeres y, en el mejor de los casos, este número podría aumentar a 31, quedando también por debajo de la paridad. ¿Por qué sucede esto? La respuesta radica en el hecho de que la mayor parte de las listas están encabezadas por varones.
El panorama de la campaña electoral actual reforzaría esto. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires solo 4 de las 15 listas son encabezadas por mujeres. Allí se encuentran las lideradas por María Eugenia Vidal por Juntos por el Cambio, las dos que competirán por la interna de la izquierda, con Celeste Fierro y Myriam Bregman a la cabeza, y la de Silvia Vázquez por el acuerdo Verde y Social.
En tanto, en la Provincia de Buenos Aires solo 6 de 19 listas son encabezadas por mujeres, entre las que se cuentan la lista del Frente de Todos con Victoria Tolosa Paz a la cabeza; la del Nuevo MÁS, que tiene al frente a Manuela Castañeira; la de +Valores, de Cynthia Hotton; la de Unite, que encabeza Cinthia Fernández; y las del Partido Celeste, con Ayelén Alancay y el Partido Verde, Fabiana Zanutti.
Esto se evidencia también a nivel nacional. Incluso el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, las dos fuerzas más importantes que irán a elecciones en todas las provincias del país, no poseen un porcentaje sustancial de mujeres a la cabeza. Mientras que en el Frente de Todos aproximadamente un 50% de las listas para Diputados son lideradas por mujeres, en Juntos por el Cambio lo hace tan solo un 20%. La situación en las listas del Senado es aún peor: en el oficialismo apenas un 25% está encabezado por mujeres y en la oposición apenas un 7%.
Este no es un problema exclusivo de las mujeres. Las personas LGBTIQ+, los pueblos originarios, las personas afro, las personas con discapacidad, entre muchos otros grupos, encuentran obstáculos similares a la hora de verse representados en el Congreso Nacional. Asimismo, bajo el argumento de que quienes se conviertan en legisladores/as deben demostrar una determinada “idoneidad”, gran parte de la sociedad no apoya las acciones positivas tales como las leyes de cupo para determinados grupos. Ello disminuye significativamente las posibilidades reales de que estos colectivos lleguen a las listas y, aún menos, al Congreso.
No obstante, las barreras no desaparecen cuando las mujeres finalmente llegan al Congreso. Si bien en la Cámara de Diputados, mediante una resolución firmada por Sergio Massa, se acordó que las mujeres debían presidir el 50% de las comisiones permanentes, éstas suelen encabezar las comisiones sobre asuntos socialmente más feminizados. A modo de ejemplo: las comisiones de Educación, Cultura y Mujeres y Diversidad son presididas por mujeres, mientras que la de Defensa Nacional, Obras Públicas, Industria y Presupuesto y Hacienda son presididas por varones. Es más, la Comisión de Presupuesto y Hacienda ha sido presidida exclusivamente por varones los últimos 12 años. Ello da cuenta de que, incluso dentro del recinto, se continúan perpetuando determinados estereotipos y roles de género.
En el Senado, si bien hoy en día las mujeres ocupan cargos de relevancia dentro de comisiones decisivas, como puede ser Acuerdos, la mayoría de las comisiones de mayor relevancia están compuestas mayoritariamente por varones. En este sentido Presupuesto y Hacienda posee solo un 23,5% de mujeres, mientras que se registra un 26% en Asuntos Constitucionales y un 35% en Industria. Contrario a esto, las comisiones que mayor cantidad de mujeres poseen son Educación y Cultura, Población y Desarrollo Humano, y Salud.
Sin embargo el problema no termina ahí, sino que se profundiza en aquellos espacios donde se detenta el poder real de decisión y negociación: las jefaturas de los interbloques del Congreso. En Diputados todos ellos están presididos por varones: por el Frente de Todos se encuentra Máximo Kirchner, por Juntos por el Cambio Mario Negri, por el Interbloque Federal Alejandro Rodríguez y por Unidad Federal para el Desarrollo José Luis Ramón. Del mismo modo, en el Senado José Mayans preside el Frente de Todos, Luis Naidenoff Juntos por el Cambio y Juan Carlos Romero el Interbloque Federal.
El panorama hacia adentro de las autoridades del Congreso tampoco es alentador. Si bien Cristina Fernández es presidenta del Senado y la presidencia previsional es ocupada por Claudia Ledesma Abadala de Zamora, siendo la primera vez en la que las autoridades del Senado están lideradas por mujeres, en Diputados la presidencia, las tres vicepresidencias y las cuatro secretarías son ocupadas exclusivamente por varones. Recién el cargo de la prosecretaría parlamentaria está ocupado por una mujer.
El Congreso Nacional es el órgano democrático por excelencia: los recintos que lo componen reúnen a los representantes del pueblo y de las provincias, quienes deben velar por los intereses y derechos de toda la ciudadanía. Sin embargo, las mujeres y otros grupos históricamente vulnerados no encuentran la misma representación allí. Esto tiene un impacto concreto en la vida cotidiana; los proyectos que se presentan, los debates que se dan en torno a ellos y las leyes que finalmente se sancionan no contemplan su perspectiva, mirada e intereses. Es por ello que, incluso sin pretenderlo, muchas leyes tienen un impacto diferencial discriminatorio para con determinados grupos.
De algo no quedan dudas: es necesario que haya más mujeres y más diversidad en el Congreso. Sin embargo, para lograrlo, se requiere que la sociedad en su conjunto reconozca esto como una barrera para el correcto ejercicio de sus derechos y que los partidos políticos, los/as legisladores/as y otros actores involucrados reviertan los obstáculos que hoy enfrenta la aplicación de la Ley de Paridad de Género. Por ello, el Congreso debe dar un gran paso y llegar, finalmente, a la paridad.
Un comentario en “Un(as) PASO más lejos de la paridad”