Se reinicia el cronómetro, empieza nuevamente el conteo. El nuevo presidente argentino comienza un mandato con más deudas que haberes, y no únicamente en el plano económico. El peronismo llega unido, pero deberá enfrentarse a una situación que en muchos sentidos es aún más delicada que en 2015. Sin lugar a dudas, los obstáculos económicos a afrontar significarán más de un sismo para los débiles cimientos sobre los que se sostiene esta amplia unidad.
Desde que fue consagrado presidente electo, Alberto Fernández se esmeró en seguir ampliando su base política para lograr mayor legitimidad a partir del 10 de diciembre. Acercamientos con Lavagna y sectores del Radicalismo descontentos con el gobierno saliente; tensan la cuerda que enmarca el frente heterogéneo con el que llega al gobierno.
Pero mientras los cuantiosos cargos se estén repartiendo no habrá lugar para que estas tensiones se manifiesten en la superficie. Con el correr del mandato vendrá la hora para el gobierno de tomar decisiones trascendentales, que dividen las aguas al interior del espacio político. Desde la condena al gobierno de Nicolás Maduro hasta la posición de negociación con Brasil por las presiones reformistas de los acuerdos del Mercosur en el plano internacional, no hay dudas de que habrá temas que pondrán contra las cuerdas al frente electoral.
Más allá de las posibles tensiones al interior del nuevo gobierno en el futuro, la importancia de los desafíos que se vienen puede ayudar a la unidad, si la política en su conjunto asume la responsabilidad histórica que, en su mayoría, la ciudadanía reclama. Las tensiones políticas son solo una anécdota si se las compara con la situación social y económica a la que se enfrentará el nuevo gobierno. Con la mitad de la juventud en la pobreza, y una economía sumida en una caída persistente, Alberto tendrá que afrontar estas problemáticas urgentes, casi sin posibilidad de financiamiento externo.
En el frente internacional las aguas no están menos revueltas, en medio de las escaladas proteccionistas de las potencias, las posibilidades de desarrollo argentino tendrán mucho que ver con la expansión de sus mercados externos que le permitan hacerse de las divisas necesarias para invertir y saldar sus deudas. En el ámbito regional, la relación con Brasil será fundamental para fortalecer o, en su defecto, mantener el Mercosur. La variable para una política comercial exitosa se basará más en la posibilidad de buscar los consensos regionales necesarios para no interrumpir el proceso de integración que en la tozudez de posicionamientos ideológicos inflexibles. Otro factor necesario para mantener este proceso será la capacidad de adaptación de la dirigencia nacional y el dinamismo para fomentar la cooperación para el desarrollo.
En la órbita interna, el flamante presidente parece tener las prioridades claras, mientras solucionar el problema del hambre y la pobreza sea más importante que ser buenos seguidores de los condicionamientos externos. Quedan otros incontables desafíos y más aún, incógnitas que se irán develando con el correr de este nuevo y esperanzador comienzo.
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