El pasado 27 de octubre de 2019 se realizaron en Argentina elecciones presidenciales abiertas y competitivas en las que 6 fórmulas compitieron por obtener el voto popular. Una de ellas obtuvo más del 45% de los votos válidamente emitidos, lo que le permitió atribuirse el triunfo electoral. Inmediatamente después del proceso electoral, una innumerable cantidad de artículos periodísticos, notas radiales e informes analizaron el “proceso de transición” que se iniciaba el 28 de octubre. Así, aparecieron titulares similares en medios de diferentes líneas editoriales: “La transición entre Macri y Fernández: los temas clave” (El Cronista, 28/10/2019); “Cómo prepara la transición el gobierno” (Página 12, 29/10/2019); “Macri y la transición con Alberto: le pidió a su gabinete máxima colaboración” (Perfil, 31/10); “Riesgos y desafíos de una transición con interrogantes “(La Nación, 9/11/2019).
Periodistas y “analistas políticos” están examinando las semanas hasta el 10 de diciembre con una profunda superficialidad conceptual, confundiendo un traspaso de mando con una transición de régimen político. Sin embargo, esto que parece una mera extravagancia politológica – e incluso algunos politólogos dirán, una excentricidad académica – en realidad encierra una gran cantidad de errores de percepción que para nada ayudan a la tan debatida democracia argentina. A quienes este craso error conceptual nos hace doler la cabeza entendemos la importancia de utilizar (y exigir a comunicadores y analistas) conceptos claros y precisos. Las palabras que usamos son herramientas con una carga histórica particular y su (mala) utilización afecta la forma en la que percibimos la realidad.
Un debate académico pensado para la vida política cotidiana
Entre 1960 y 1990 se produjeron en América Latina, Europa del Este y África diversos cambios que abrieron la puerta a un profundo y rico debate sobre los regímenes políticos, sus transiciones y sus procesos de consolidación. Ríos de tinta y horas de debate llevaron a politólogos como Guillermo O´Donnell, Karl Schmitter, Samuel Huntington, Robert Dahl, entre otros, a tratar de definir no sólo qué es un régimen político sino los procesos que en cada uno de ellos puede darse.
Para poder comprender la (no tan sutil) diferencia entre transición de régimen y traspaso de mando es preciso definir régimen político. Este es un concepto bidimensional: por un lado, encontramos una dimensión procedimental al entenderse como el conjunto de reglas procedimentales (formales o informales) que determinan la cantidad y el tipo de actores que tienen permitido acceder a las principales posiciones de gobierno, los métodos de acceso a tales posiciones y las reglas que se observan en la elaboración de decisiones públicamente vinculantes; por otro lado, encontramos una dimensión conductual cuando se entiende al régimen político como la aceptación estratégica de esas reglas por todos los actores políticos relevantes y de la ausencia de actores políticos relevantes que las rechacen normativamente (Munck, 1996).
Definido régimen político, podemos entender a una transición de régimen como el período entre dos regímenes políticos en el cual las reglas de juego no están claramente definidas, lo que lleva a que se produzcan ajustes y/o acomodos entre los actores y sus respectivas estrategias políticas (O´Donnell, 1998). Es decir que un proceso de transición de régimen supone cambios y transformaciones en el campo institucional al mutar los mecanismos de participación, el comportamiento y las reglas de juego políticos.
Por el contrario, un traspaso de mando es el proceso por el cual una administración saliente – aquella que no ha ganado según los términos del juego político – entrega el control de los mecanismos de poder y los espacios físicos donde este se ejerce a una administración entrante –aquella que ha triunfado según los términos del juego político – (Halchin, 2016). El traspaso de mando incluye también la entrega de la información necesaria al gobierno entrante para evitar vacíos de poder una vez que asume el mando político. En un régimen político democrático, un traspaso de mando es un proceso pacífico y esperable luego de la contienda electoral, que suele culminar con una ceremonia pública que permite la simbolización del traspaso de mando.
La historia argentina y la importancia de los conceptos
Si prestamos atención a las definiciones antes presentadas, el proceso que comenzó el 28 de octubre y que estamos atravesando en este momento no es una transición. La última transición de régimen en la Argentina fue en 1983, cuando el último gobierno de facto permite la competencia electoral y Reynaldo Bignone le entrega la Banda Presidencial y el Bastón de Mando al presidente (democráticamente electo) Raúl Alfonsín, con quien se inicia un nuevo régimen democrático ininterrumpido hasta la fecha de hoy.
En la Argentina no se ha producido (ni se está atravesando) un proceso de cambio de reglas de juego ni los actores políticos habilitados a participar desconocen abiertamente las reglas de dicho juego político. Tal como lo establece la Constitución Nacional (1994), cuando se ha cumplido el mandato de una administración, se han organizado elecciones abiertas, justas y competitivas (Dahl, 1971). Una de las fórmulas que compitió logró alcanzar una de las dos reglas establecidas para el triunfo: obtener el 45% o más de los votos válidamente emitidos, lo que le ha permitido obtener el cargo puesto en competencia. En este sentido, todos los actores que participaron de la contienda electoral conocían las reglas de la competencia y las mismas se conservaron intactas tanto durante como luego del proceso electoral.
Y es por todo lo anterior que en un régimen político democrático es esperable atravesar un traspaso de mando, que se inició con las conversaciones entre los equipos de la administración saliente y entrante, y que culminará con el acto de traspaso de atributos de mando el 10 de diciembre de 2019.
En un país como la Argentina, cuya historia está marcada por golpes de Estado e interrupciones al régimen democrático, no es extravagante ni academicista insistir con la distinción entre transición y traspaso. Precisamente, que podamos hablar del 6° traspaso de mando ininterrumpido desde 1983 evidencia la madurez y estabilidad de nuestras reglas de juego político y, por lo tanto, de un régimen político democrático consolidado.
Referencias
- Munck, Gerardo. (1996). La desagregación del régimen. Problemas conceptuales en el estudio de la democratización. Revista Ágora, N° 5 (pp. 237-278)
- O´Donell, Guillermo (1989). Transiciones, continuidades y algunas paradojas. Cuadernos Políticos, N° 56 (pp. 19-36)
- Dahl, Robert. (1971). La Poliarquía. España: Tecnos.
Y hablar de “transición de gobierno” es igualmente errado? Ya que uno de los significados de la palabra transición nos sirve para definir algo que se encuentra entre un “algo” pasado y un “otro” futuro. Actualmente se podría decir que se toman medidas (tanto propias del gobierno como de actores externos) pensando en ese futuro por venir, por lo que la palabra transición no estaría bien utilizada? Es decir, para referirnos a este período intermedio entre la derrota del macrismo y la asunción del peronismo cuyo accionar se comporta, creo yo, como eso, un periodo intermedio condicionado por el pasado y por el futuro.
Está clarísimo que no entra en discusión el tema del régimen, pero no termino de comprender el rechazo a la palabra transición. Saludos