Frente NOS… ¿votos de la fe?

Artículo de Facundo Montenegro Aiassa, en colaboración con Iriana Sartor.

El Frente NOS (conformado por los partidos Conservador Popular, Acción Chaqueña, Fuerza Republicana y Nueva Unidad Ciudadana) surge con una clara insignia: “RESCATEMOS ARGENTINA”. Ante la idea de una Argentina decadente que debe ser rescatada, este partido ve la solución en el retorno o la defensa de aquellos “valores nacionales que alguna vez nos hicieron grandes”, siendo que la última vez que resonaron estos trazos discursivos contrainsurgentes y nacionalistas en la dirigencia política fue en períodos de gobiernos dictatoriales.

Su propuesta conlleva  la oposición a la interrupción voluntaria del embarazo y a la Educación Sexual Integral (ley 26.150), es firme en su adhesión a la “ola celeste”, a la “lucha contra la ideología de género” y a la “guerra contra la delincuencia”.

El frente ha tenido un sorpresivo desempeño durante las PASO, logrando el 2,64% de los votos y consiguiendo así hacerse un lugar en las próximas elecciones de octubre. Misiones (5,38%), Tierra del Fuego (4,80%), Chaco (4,80%) y Río Negro (4,57%) han sido las provincias donde han obtenido sus mejores resultados. Acorde al candidato a presidente, el motivo de su triunfo como tercera fuerza en Misiones se debe a que “la población pertenece al cristianismo y se encuentra en contra del aborto”. 

Sin embargo, es importante aclarar que religión no es sinónimo inescindible de conservadurismo en un país con una fuerte pluralidad religiosa, incluso al interior del catolicismo o el protestantismo evangélico. Si bien NOS obtuvo el apoyo de múltiples pastores evangélicos y comparte la oposición con varios frentes, iglesias y partidos ante la Educación Sexual Integral o la Interrupción Voluntaria del Embarazo, no se puede afirmar que este partido sea parte de un único y sólido bloque evangélico (principalmente neopentecostal), como sí ocurre con la bancada de la Biblia en el Congreso brasileño, país donde gobierna Bolsonaro. Lo que sí caracteriza a este frente “por la vida”, es su campaña atravesada por lo que ellos denominan la “ideología de género”.

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No son votos de la fe, más bien, son votos a un discurso secular que articula posiciones morales conservadoras, lo que muchos autores consideran una innovadora estrategia adoptada por la derecha alternativa principalmente en sociedades occidentales.

Este fenómeno no es nada nuevo, comenzó a gestarse con la Plataforma de Acción de Beijing, producto de la Conferencia Mundial sobre la Mujer convocada por la ONU en 1995. Sus Estados partícipes asumen una serie de lineamientos para el diseño de sus políticas públicas en pos de la igualdad de género.

Frente a esta propuesta, los defensores del status quo en países occidentales se perciben amenazados, puesto que la autoridad conferida a las instituciones religiosas tradicionales comienza a erosionarse; se desencadenan una serie de críticas a las concepciones hegemónicas sobre los roles de género, los derechos sexuales y reproductivos, el modelo tradicional de familia, el matrimonio heterosexual, entre otras.

Con este escenario, en Occidente surge el discurso secular como estrategia para articular posiciones morales conservadoras. Este discurso se despoja de aquel lenguaje meramente religioso y siguiendo a Peñas Defagó, et al (2018): “los actores conservadores religiosos han sumado discursos basados principalmente en dos retóricas: una de tipo científica, que enfatiza en general el lenguaje de la bioética y la psiquiatría, y otra legal, que apela fuertemente al lenguaje de los derechos humanos”. El discurso se esconde detrás de una fachada de “objetividad” acusando a toda posición contraria como “sesgada por la ideología” y, a su vez, colocándose en un lugar donde pretende ser incuestionable. Cabe mencionar que dicho discurso encuentra cierto atractivo y logra desplegarse en distintos ámbitos de la vida, adquiriendo gran fuerza y apoyo principalmente en los sectores populares.

Sirva de ejemplo las discusiones generadas en torno a la educación sexual. En palabras de Gómez Centurión, “el modelo propuesto en la Ley de Educación Sexual Integral (ESI), es nada más ni nada menos que corrupción de menores, no hay otra denominación”. Por lo tanto, los candidatos de NOS arguyen la necesidad de una enseñanza “libre de ideologías y adoctrinamientos”, hablando en nombre de la libertad y el respeto de la decisión de los padres en torno a la educación que eligen para sus hijos.

Dentro de la plataforma del Frente NOS, se encuentran como propuestas “la eliminación de la ideología de género de las aulas” y la impartición de “una educación sexual que integre aspectos afectivos, éticos y morales libre de ideologías y se fijará la obligatoriedad del previo consentimiento de los padres, tutores y/o adultos responsables respecto a la realización de cualquier actividad de contenido ideológico”.

“Mano dura” 

“En las últimas décadas el populismo y el progresismo han generado un efecto terrible en la sociedad… han desarmado al ciudadano y han logrado armar el delito. Vamos a abaratar los costos y agilizar el trámite para el ejercicio del legítimo usuario. Hay que terminar con la burocracia que criminaliza sistemáticamente al legítimo usuario…” reza el spot protagonizado por Gómez Centurión, mientras que en la página web de NOS puede leerse: “En cuanto a Seguridad, NOS entiende que el Estado debe declararle la guerra a la delincuencia, a efectos de proteger la vida, la libertad y la propiedad de los ciudadanos”.

Si esto se contrasta con trabajos sobre inseguridad y delincuencia, principalmente del Latinobarómetro (2018),  se observa que el sentimiento de inseguridad es mucho más complejo que una simple respuesta a tasas de delitos objetivas. El relato de NOS en torno a la inseguridad, siguiendo el trabajo de Kessler (2011), puede clasificarse como el más autoritario  donde “plantea una complicidad delito-subversión en el poder: se trata de una lectura en clave política, la única que reivindica abiertamente la última Dictadura Militar. El delito actual encarna un capítulo más de la lucha constante entre el Bien y el Mal.[dentro de esta lectura] El mal es el gobierno de N. Kirchner (2003-2007) y Cristina F. de Kirchner (…) o sea delincuentes, de allí una complicidad íntima con el delito actual, por lo cual no sólo no se los persigue y castiga sino que se los favorece con ‘leyes blandas y jueces garantistas’ (…) Este grupo extrema las medidas de seguridad comprando todo tipo de dispositivos y restrigiendo los movimientos al máximo” (2011, p. 108). Las consecuencias de esta narrativa son políticas de seguridad cimentadas en percepciones de un sector de la ciudadanía y no en índices que midan rigurosamente los delitos acontecidos, alimentando la desconfianza en las instituciones democráticas y estrechando libertades ciudadanas por la convergencia de temores y prejuicios.

Por último, es importante no ignorar el pasado carapintada y las declaraciones negacionistas de Gómez Centurión respecto al pensamiento institucional predominante en las Fuerzas Armadas Argentinas durante las décadas del ‘70 y ‘80, ya que el candidato afirmó, entre otros puntos, que el último gobierno de facto “no fue un plan sistemático para desaparecer personas ni un genocidio”. Siguiendo a autores como Potash (1994) o Tcach (2012), la idea de entablar una “guerra ideológica contra fuerzas irregulares” fue introducido con Lanusse al mando del Ejército Argentino en septiembre de 1968 (un año antes del cordobazo y dos años antes de la creación del ERP y Montoneros), teniendo como consecuencia la militarización de la política y el terrorismo de Estado en las décadas subsiguientes. 

La potencialidad de frentes electorales como NOS radica en su capacidad para articular esas demandas de sectores conservadores hacia el Estado en términos de legislación y políticas públicas. Cada voto es una apuesta del elector a un discurso fuertemente ideológico y a la defensa de un determinado orden político. Está claro que para NOS existe una “guerra ideológica”, principalmente en el campo de la sexualidad, el peligro radica en que estas dicotomías, profundamente antidemocráticas, terminen generando identidades políticas similares a aquellas que protagonizaron la violencia política en la década del ‘70. Byung-Chul Han afirma: “La violencia, a diferencia del poder, no es una expresión relacional. Aniquila al otro.” (2018, p. 104) Con esta cita quiero enfatizar que las declaraciones, propuestas y narrativas que rodean a NOS son profundamente violentas porque pretenden construir un enemigo predeterminado (todo aquello que no se ajuste a los “valores nacionales”, que es diferente y nos inquieta) para luego excluirlo, segregarlo e incluso aniquilarlo mediante el accionar del Estado.

Si la principal motivación del electorado de NOS es salvar vidas, debe antes que nada apostar por candidatos que tengan internalizado la importancia de sostener un sistema democrático que garantice la integridad de cada ciudadano en un país profundamente plural; sin importar las jerarquías de valores, temas o prioridades que cada candidato ofrezca.

Bibliografía:

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