La política nacional se encuentra en un proceso acelerado de fetichización del “outsider”, un concepto que ya corre riesgo de convertirse en el nuevo “populismo” si de términos elastizados y vaciados hablamos. Sin embargo, no por eso hay que dejar de intentar interpretar por qué, desde ambos lados del río bravo, frentetodistas y cambiemitas coquetean o incluso ya han formalizado ofertas electorales que giran en torno a esta idea. Ni hablar de la rama liberal que abiertamente se exhibe como el antídoto para la casta. ¿Pero es real el nivel de outsiderismo en sangre que dicen poseer estos agentes?
Los discursos desde el poder legislativo, los principales medios de comunicación, el sindicalismo e incluso los propios agentes del gobierno nacional tienen puntos en común al momento de abordar de forma crítica la realidad: la relación entre la política y la sociedad está rota y el tiempo para solucionar dicha ruptura se termina. Ese cuadro, siguiendo con el razonamiento, permite que emerjan alternativas en los extremos que pueden llegar a condicionar estamentos básicos de la propia democracia. En el medio, la calidad de vida en el país desciende, la informalidad pisa fuerte, la inseguridad exhibe su peor rostro y la pobreza aumenta.
En los últimos ocho años tuvimos la experiencia en gobierno de las dos alianzas que componen el bicoalicionismo nacional -término que le pido prestado a Juan Yanuzzi-. Las problemáticas que venían a solucionar lejos estuvieron de estabilizarse y las estadísticas que arroja el ocaso de ambas administraciones Cambiemos y Frente de Todos son desaprobadas. Ambas experiencias permiten una crítica generalizada que dan luz verde a un tercer actor, el liberalismo, para salir por encima del laberinto de la grieta: con la casta como enemiga, siendo esta compuesta -en la lectura de este armado- por un “establishment” que busca mantenerse a todo costo como clase política, ha logrado una sólida experiencia electoral en la Ciudad de Buenos Aires en 2021 y hoy ser considerada una de las fuerzas con posibilidades de arañar el balotaje. Pero más en profundidad de eso, logró ser tomada en serio, que se analice su fenómeno desde la academia, los medios y la propia política, y que eventualmente se busque extraer los puntos en dónde su oferta electoral ha logrado conmover y conectar con el electorado.
El proceso de fetichización del outsider -en los términos actuales- salió a la cancha por primera vez en aquella experiencia electoral no solo desde la propuesta de La Libertad Avanza, sino también con la precandidatura dentro de Juntos por el Cambio que encabezó el radical Facundo Manes en Provincia de Buenos Aires. Dos años después, el jardín de los outsiders se regó en la principal coalición opositora y allí se autolocaliza Patricia Bullrich, dispuesta a confrontar en las primarias con el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. El propio Manes, en un rol espejado solo en términos generales a la disputa Pato vs. El Hora busca sostenerse como una alternativa, dentro de la Unión Cívica Radical, a la campaña presidencial del gobernador de Jujuy, Gerardo Morales.
El mencionado Milei, tal como repasamos, ha solidificado su propuesta, se encuentra apurando su federalización y hoy se ubica entre los aspirantes a la Casa Rosada que según las encuestas -estas tomadas como herramientas para abordar la realidad y no como bolas de cristal- pueden llegar a segunda vuelta. Y en la última semana tuvimos una impensada novedad divulgada desde El Destape, y que sería proveniente del propio escritorio de Cristina Fernández de Kirchner, donde se anunciaba a Pablo Gerardo González, presidente de YPF, como el candidato “tapado” de la VP: esto coincidía con un perfil que podría calzar con los gustos de CFK para dicho rol, información que había adelantado el periodista Horacio Verbitsky en su programa de radio.
Stop. Basta con pasear los ojos por el párrafo anterior para dimensionar la elastización a la cual se está sometiendo a aquello que denominamos “outsider”. ¿Puede considerarse outsider a alguien que posee el historial político de la exministra de seguridad? ¿Puede un outsider jugar en las filas de un partido centenario? (¿Alguien dijo The Donald?) ¿Sostendrá Milei su retórica anti-casta cuando ésta es cada vez más selectiva según qué adversario esté enfrente? ¿Ser un desconocido para la opinión pública con una trayectoria con más de dos décadas en el sector público te catapulta a la categoría en cuestión? Mirando nombres, trayectorias y alianzas, “outsider” tiene todos los números para ser el juguete que rompimos en esta elección. Nos arrimamos a las ofertas por lo que no son, más que por lo que efectivamente dicen representar.
Sin embargo, es demasiado temprano en el año para resignarse. Podemos coincidir en que un outsider no puede prescindir de una plataforma previa a las grandes ligas de la política en donde desenvolver sus perspectivas. Los medios de comunicación, el mundo empresarial, el deporte, la ciencia o cualquier área que se les ocurra. Más allá de su performance puramente individual en ese eje, es su conexión con una audiencia que lo identifica como una voz que tiene algo qué decir lo que se valora en ese aspecto. En ese escenario, el sujeto en cuestión logra acceder a una platea preferencial para interactuar con un conjunto de usuarios, conocer sus problemáticas, establecer vínculos y eventualmente crear una subjetividad propia que pueda conformar una comunidad y luego romper sus moldes hacia el exterior.
En un punto de encuentro entre los nuevos medios de comunicación y la realidad de la Argentina se encontraron proyectos inclasificables para los prototipos convencionales, que lograron una audiencia fiel y una consolidación frente a lo que creíamos establecido a la hora de comunicar: dos ejemplos, por un lado, El Método y MAGA, encabezados por el abogado y militante peronista Tomás Rebord, y por el otro, El Loco y El Cuerdo, con las participaciones del periodista Flavio Azzaro y el expresidente de Independiente, Andrés Ducatenzeiler. No es casualidad que en pleno descreimiento hacia la política, la justicia y el correcto funcionamiento de las instituciones, dos programas que parecen ir a contramano de sus agendas preconfiguradas (sea la actualidad política o el fútbol) no sólo logren un éxito en views, sino una fidelidad con la audiencia que se identifica en sus parámetros. También lograron dar pelea en aquello de ser “políticamente incorrecto” y desmonopolizar dicha expresión a los emisores liberales.
Entonces, ¿ser outsider se volvió mainstream? En habitar esa contradicción puede haber una forma de comprender hacia dónde están yendo nuestros consumos y cómo eso interactúa con las propias percepciones que tenemos de nuestra sociedad y los representantes que ésta vota.
El galardón parece llevarlo aquellos que prescinden de intermediarios e identifican los nuevos problemas que afectan a la sociedad en sí, y más aún dentro de ella a los jóvenes adultos: nula perspectiva a futuro, descreimiento generalizado, problemáticas en el ámbito de la salud mental, imposibilidad de acceder a un alquiler (no hablamos de casa propia, sino de al-qui-ler), bajas expectativas de independencia económica, deseos de éxodo, falta de incentivos para el estudio o el trabajo, no poder acceder a medios tecnológicos para encauzar sus intereses, proyectos efímeros que por el propio contexto local no pueden desarrollarse, expectativas bajas o ausentes en torno a la Argentina, etcétera.
Curiosamente fue el propio Rebord quien a fines de marzo adelantó en el ciclo radial Paren La Mano (Vorterix) que el comunicador y humorista Pedro Rosemblat iba a competir por la jefatura de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por el kirchnerismo en los próximos comicios. Entre lo despectivo y la ignorancia, algunos grandes medios replicaron en tono burlón que “El Cadete” (nombre de un personaje que Rosemblat hacía en TV hace ya varios años) iba a competir por el Frente de Todos en CABA.
Actualmente encabezando su propio proyecto comunicacional -el streaming Gelatina- junto a otros proyectos periodísticos laterales, Rosemblat busca ser la primera apuesta a un nativo de los nuevos medios de comunicación desde un oficialismo que aún discute a cielo abierto si se debe o no bajar al territorio. Se ha mostrado justamente con referentes de Patria Grande, fuerza que abiertamente impulsa otra precandidatura, pero ésta a nivel nacional: la de Juan Grabois. Con un fuerte énfasis en el público sub-30, el éxito de dicha experiencia -compita o no por la jefatura- puede tener mucho que ver con la capacidad de identificar las nuevas problemáticas que repasamos anteriormente, incorporarlas en la interna y reconfigurar la imagen del kirchnerismo en la siempre esquiva Ciudad de Buenos Aires.
Las nuevas plataformas y el escenario sociopolítico pueden darle un don y un látigo: emplear la creatividad y los canales disponibles para construir una propuesta que conecte con la gente real y marque un episodio piloto en el peronismo respecto a ese tipo de experiencias, así como al mismo tiempo deberá desarrollar esto en un puñado de meses, en una potencial primaria con adversarios que gozan de mayor estructura en el distrito y con la posibilidad latente de ser desplazados de una segunda vuelta no por una victoria en primera del candidato porteño oficialista, como en 2019, o una alternativa radical por fuera a JxC, como en 2015, sino por el propio crecimiento de La Libertad Avanza en la Ciudad.