Las tensiones geopolíticas se acrecentaron y las divisiones internacionales se están haciendo cada vez más notorias. Es interesante, primero, pensar el rol del Estado ruso en el contexto geopolítico de un nuevo mundo bipolar[1], donde parece haber adoptado un cómodo rol secundario dentro del polo euroasiático de poder liderado por el Estado chino. A partir de la invasión rusa en Ucrania esta nueva configuración geopolítica se profundizó y las relaciones comerciales y diplomáticas entre el eje occidental (Europa y Estados Unidos, principalmente) y Rusia han sido afectadas hasta el punto de haber modificado la economía globalizada y la balanza de poderes internacional.
Los Estados europeos están reemplazando las importaciones de energía rusa por otras fuentes y tendiendo nuevas relaciones comerciales, o profundizando otras que ya existían. Al mismo tiempo, ante la retirada de los clientes europeos, los espacios vacíos en el mercado ruso fueron llenados por aliados cercanos (principalmente China y Turquía) y otros Estados que adoptaron una nueva “tercera posición” de no comprometerse políticamente con un eje, sino aprovechar el contexto para ampliar su posición en las redes comerciales internacionales (como es el caso de gran parte de los Estados latinoamericanos). La táctica de aislar económicamente a Rusia no surtió los efectos esperados a corto plazo, y demostró que el aislamiento de las potencias occidentales no significa un obstáculo mayor para la economía rusa en un mundo donde China se ha convertido en una potencia mundial.
Por otro lado, en la nueva configuración bipolar hay factores que amenazan la legitimidad democrática del Estado moderno occidental y ponen en entredicho muchos conceptos que existieron en el sentido común durante años, así como también influyen negativamente en la legitimidad de las elecciones, la democracia y la política como espacio de resolución de conflictos sociales. Estos factores son de índole política (abandono de espacios de poder clave antes ocupados por el Estado y, ante el vacío de poder, ocupados por el sector privado), económica (transformaciones estructurales de la relación capital-Estado que provocaron la exclusión de millones de individuos hacia mercados no regulados del trabajo y la baja general de los salarios), y etaria (sistemas previsionales en crisis que amenazan con destruir la calidad de vida de un número de pensionados que no para de crecer), por sólo mencionar algunas.
Estas transformaciones en el Estado occidental contemporáneo se vieron profundizadas por la pandemia de Covid-19 y provocaron dos consecuencias directas: una material, que se refleja en 77 millones de personas empujadas hacia la pobreza extrema y 200 millones más que pasaron a llenar las filas de nuevos desempleados[2]. Y una consecuencia ideológica, que nace de la anterior e implica la aparición de una cosmovisión en el sentido común que ya no identifica al Estado como el garante de los derechos sociales (porque sus condiciones materiales de existencia le indican lo contrario) y a la democracia como un acto social cargado de sentido político. El primero ahora aparece como ineficiente (palabra curiosamente proveniente de la jerga empresarial que comúnmente se usa para describir las configuraciones del Estado posmoderno) y la segunda como un mero procedimiento carente de un poder de transformación real.
Las reconfiguraciones que el Estado liberal democrático ha sufrido, pasando de un Estado de bienestar que supo garantizar derechos de tercera generación para una amplia proporción de la sociedad, a un Estado posneoliberal que se orienta hacia una profundización de la austeridad económica, la cual amenaza con marginalizar a grandes masas de la población, se desarrollan al mismo tiempo en el que otras formas de estatalidad están ganando terreno (Estados híbridos o autoritarios que navegan los cambios geopolíticos con otra lógica interna). Cabe preguntarse hasta qué punto estas transformaciones del Estado y la consecuente deslegitimación de los regímenes democráticos pueden socavar los fundamentos de las democracias modernas y fomentar la aparición de gobiernos más autoritarios.
También es interesante pensar el avance de los Estados ruso y chino consolidándose como regímenes de gobierno alternativos al Estado democrático liberal. Ante la crisis de los Estados occidentales, el Estado socialista con características chinas (por autodefinición del Partido Comunista Chino) y el Estado autoritario ruso avanzan hacia consolidarse como regímenes que rivalizan con las democracias liberales[3]
En China la legitimación de su sistema se comprueba a partir de su éxito económico, el mejoramiento de las condiciones materiales de existencia de grandes partes de la población y su capacidad de bloquear la información proveniente de occidente creando una versión nacional de los atractivos liberales. Por otra parte, la combinación del uso de mecanismos democráticos para legitimar sus incursiones expansionistas, la persecución a partidos opositores, un entramado de ciberseguridad para controlar la información que reciben los ciudadanos y el constante monitoreo de las elecciones pueden calificar a Rusia como un Estado autoritario[4].
En síntesis, el nuevo mundo bipolar muestra dos polos de poder económico-político bien definidos cuya distancia se acrecienta cada vez más. El polo occidental parece estar sufriendo de una deslegitimación de su poder como modelo económico y político ideal en el imaginario colectivo, y también los Estados nacionales, así como las instituciones y procesos democráticos, están en crisis. El polo euroasiático gana terreno tejiendo influencias económico-políticas con Latinoamérica y África, y parece orientarse hacia seguir expandiendo su control mundial. ¿Hasta qué punto el retroceso del modelo de Estado democrático liberal, y el avance del modelo de Estado autoritario, puede reconfigurar las formas que adopta la configuración del orden social enmarcadas en el Estado-Nación moderno.
Referencias bibliográficas
[1] Alcalde Cardoza, J. (2020) Un nuevo mundo bipolar. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú
[2] United Nations (2022) Financing for sustainable development report 2022. New York: Department of Economic and Social Affairs, United Nations
[3] International IDEA – Institute for Democracy and Electoral Assistance (2021) The global state of Democracy 2021. Stockholm: International IDEA
[4] Esselgren, Rebecca (2018) Putin’s authoritarian state. Kalmar-Växjö: Linneuniversitetet
Bibliografía adicional
Alcalde Cardoza, Javier (2020) Un nuevo mundo bipolar. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú
Esselgren, Rebecca (2018) Putin’s authoritarian state. Kalmar-Växjö: Linneuniversitetet
International IDEA – Institute for Democracy and Electoral Assistance (2021) The global state of Democracy 2021. Stockholm: International IDEA
United Nations (2022) Financing for sustainable development report 2022. New York: Department of Economic and Social Affairs, United Nations