El lunes 22 de agosto, el Fiscal Diego Luciani pidió una pena de 12 años de prisión contra la vicepresidenta Cristian Fernández, además de su inhabilitación perpetua para ejercer cualquier cargo público. Como se relató en este hilo, la dirigente se encuentra investigada en lo que se conoce como la Causa Obras Públicas o Vialidad. Donde se le acusa a ella y al expresidente Néstor Kirchner de haber encabezado, desde la presidencia de la Nación, una asociación ilícita por medio del cual beneficiaron al empresario Lázaro Báez con la adjudicación de 51 obras públicas viales a sobreprecio.
El avance del juicio habría pasado desapercibido hasta el 18 de julio de este año, cuando Cristina publica un video, narrado por ella y titulado De la Corte Ejemplar a la Corte de los Cuatro: Breve Crónica de una Decadencia. En ella, haría una denuncia a la actual composición de la Corte Suprema y acusaría del juicio en curso de tratarse de una operación de Lawfare en su contra. La respuesta militante fue inmediata, primero en redes, luego en calles, la consigna viralizada fue la de #TodosConCristina, teniendo este lunes su punto más álgido en la medida en que militantes kirchneristas fueron reprimidos por la Policía de la Ciudad a las afueras de la casa de Cristina.
La respuesta política también fue inmediata, no solo el camporismo salió, esperadamente, al respaldo de su conductora, pero también los otros dos socios principales del frentetodismo, el presidente Alberto Fernández y el Superministro de Economía, Sergio Massa. Luego de ello, la CGT y la CTA, como también el Movimiento Evita, de los cuales este último en especial no ha mantenido la más de las estrechas relaciones con la vicepresidenta en los pasados meses, declararon en su respaldo. También lo hicieron distintos dirigentes del Frente Patria Grande, como Juan Grabois, los mismos que desde la asunción de Massa han estado cuestionando su ubicación dentro de la coalición, y lo han hecho actores de izquierda fuera de la coalición y típicamente adversos al peronismo, como los socialistas Myriam Bregman y Nico del Caño.
Si los últimos tres años de gestión peronista habrían estado marcados por el conflicto interno, las crecientes internas y grietas y los choques intracoalicionales, hoy, por accidente histórico o falta de cálculo político (algo para debatir más abajo), el avance de la causa contra Cristina habría tenido una consecuencia no buscada, y hasta desafortunada para los adversarios de la coalición: volver a unificar a las distintas fuerzas políticas peronistas, y dar también un motivo de reactivación de la militancia kirchnerista, sea camporista o de otros espacios, desorientada tras el ascenso de Massa.
Otro hecho relevante que ocurre el lunes 22 de agosto fue el rechazo a la solicitud de la vicepresidenta a la ampliación de la indagatoria. Al día siguiente, Cristina Fernández decide, entonces, dar su alegato de defensa, vía redes y ante el público general, donde argumentaría, en primer lugar, que hasta ahora el Fiscal Luciani no habría presentado pruebas sólidas para incriminarla. Luego pasaría a leer el resto de los mensajes no leídos por el Fiscal, pero con los cuales argumentaría que existe una asociación ilícita del Macrismo y los implicados por la causa, que, dirá la vicepresidenta, el poder judicial aparentemente está desinteresado en indagar.

Sin embargo, la relevancia de este alegato es más política que jurídica. Siendo una disertación en la que Cristina Fernández mantiene la línea ya comenzada con el video arriba señalado, de presumir que la sentencia ya está escrita y que la condena es un hecho seguro. Los últimos minutos de alegato pasan a ser un mensaje directo a sus bases militantes y electorales, pero también a las bases militantes y electorales del resto del peronismo y de cualquier otra fuerza con intereses transformadores de la realidad. Un veloz interés de esta nota es poder aprovechar ciertos aportes teóricos de la Teoría del Populismo de Laclau (2006).
Para Laclau, el populismo funciona como una articulación de demandas insatisfechas, luchas democráticas, identidades sociales, y demás significantes, dentro de un equivalente general, un significante, que ha de ser un nombre, que se vacía al tiempo en que pasa a servir de polarizador contra el otro lado de la lucha, contra las identidades a las que se contraponen, la institucionalidad que amedrenta o niega las demandas. Es decir, es una articulación discursiva que enfrenta dos polos, típicamente un pueblo (mayoría) contra una élite (minoría). Es posible, así, identificar una articulación populista en su alegato, cuando Cristina especialmente señala “Todos aquellos que creen que es posible cambiar algo en este país, reflexionemos. Esto no es un juicio a Cristina Kirchner. Esto es un juicio al peronismo, a los gobiernos nacionales, a los que peleamos por la Memoria, la Verdad, la Justicia. Por el Salario y las Jubilaciones”, articula alrededor del significante vacío de su nombre toda esa otra cantidad de identidades o reivindicaciones en la cual se ha identificado una masa que ahora o en el pasado ha sostenido o apoyado a Cristina.
La denuncia de Cristina articula y polariza. Es capaz de convertir su Juicio en el símbolo de un potencial disciplinamiento de cualquier otro dirigente o líder peronista, nacional-popular o, incluso, socialista (considerando cómo Bregman o del Caño acaban adhiriéndose al respaldo de su otrora contrincante). Además, logra, así sea en ese plano simbólico, cerrar las divisiones que la coalición peronista, hasta ahora, habría sufrido al punto de llegar a la ingobernabilidad.
Si el peronismo sufría una crisis de ingobernabilidad a razón de la eterna interna, de repente, el Fiscal Luciani, con sus declaraciones de este lunes, como una consecuencia no buscada, acaba reunificando a esa coalición, como ninguna otra causa u hecho pudo hacerlo en los últimos tres años de gobierno. Y en la medida en que Cristina hace del juicio a su persona un equivalente general para el juicio de lo que históricamente hizo de sus gobiernos, a la manera lacloniana, el equivalente general de una diversidad de luchas, identidades y reivindicaciones populares (Memoria, Verdad y Justicia, políticas sociales y redistributivas, el retornar del peronismo al gobierno, señala en su alegato), busca apelar a todo aquel que históricamente se ha identificado o ha buscado participar de luchas, identidades y reivindicaciones de ese tipo. La idea que se presenta es que si a Cristina Fernández de Kirchner le pueden hacer esto, nada impediría que, a cualquier otro dirigente peronista, nacional-popular, y ahora también, socialista, le pudiesen hacer lo mismo.
Y de esa manera, también polariza, pues si en ella y su juicio se engloban todas esas identidades, luchas y reivindicaciones, necesariamente, y explícitamente esto ocurre en su discurso, debe ubicarse a esa élite, enemigo, antagonista, con el cual impugnar y contra el cual defender estas identidades, luchas, reivindicaciones: en la forma más inmediata, lo que Cristina denomina el Partido Judicial, pero detrás de ellos, ubica al Macrismo y los Poderes Fácticos, aquellos que el kirchnerismo identifica en los Poderes Económicos Concentrados y el Poder Mediático que le asiste.
No es un discurso nuevo, no es un antagonismo nuevo, pero el cambio de la tonalidad del discurso, además del crítico contexto, habilita a la movilización masiva, a la reactivación de esa militancia kirchnerista, desorientada o disgustada por el ascenso de Massa y a esa militancia peronista no-kirchnerista, que sufría también las embestidas entre los socios del frentetodismo; y que también reorganiza los afectos, energías y emociones del electorado afín al peronismo.
La segunda consecuencia no buscada del alegato del Fiscal Luciani de este lunes fue, así, sacar de agenda pública, de medios de comunicación y discusiones de sobremesa al dólar y el ajuste de Massa. Que avanzó recientemente con recortes en ministerios claves como Educación, Salud, Obras Públicas, Transporte y Producción.
Así, al gobierno frentetodista se le abre una oportunidad para reorganizar y fortalecer tanto su militancia como su adherencia electoral, de manera que hasta ahora no habría podido hacer en los últimos tres años. Esto claro, en la medida en que sepa capitalizar y transformar este juicio y potencial salida de la escena política y del gobierno de Cristina Fernández, en una causa de movilización permanente y justificación/legitimación de este gobierno y de cualquiera que pueda presentarse como sucesor, ante la alternativa que presente Juntos por el Cambio.
Es decir, en la medida en que el gobierno y los dirigentes del peronismo sean capaces de manejar la agenda de debate público inteligentemente, este juicio a Cristina Fernández abre la posibilidad de que el 2023 deje de ser una elección en la que se castigue a la la gestión económica de Alberto Fernández, y ahora del Superministro Massa, y pase a ser una elección en la que se ponga como eje la defensa de una Democracia ante aquello que se identifica como Partido Judicial. Este último acusado de confabular y responder a intereses del Macrismo, y por lo tanto, entre alarmismo y el miedo, una reelección del peronismo asuma la forma de un rechazo al potencial peligro de un nuevo gobierno macrista para todos aquellos que resulten interpelados por el nuevo discurso de la vicepresidenta. Este es un primer reto.
Hay otro reto que se abre al kirchnerismo específicamente, con la potencial salida de la escena política y del gobierno de Cristina, y responde también a una oportunidad que se presentaría en esa instancia a otros sectores peronistas, pero antikirchneristas. Sin Cristina, aquellos otros sectores rivales dentro de la coalición tienen la oportunidad para aumentar, después de tres años, su margen de acción dentro del gobierno, y evadir a aquel poder de veto con el que el kirchnerismo determinaba la agenda. Y esto no impidiendo, claramente, que aquellos mismos dirigentes que gocen de su salida, puedan, en lo público y oficial, continuar apoyando a la vicepresidenta y hasta capitalizar el rechazo militante y electoral de su enjuiciamiento. En estas condiciones, entonces, la pregunta que se abre es, ¿qué pasa a suceder con el kirchnerismo sin Cristina a la vanguardia?
La esporádica política epistolar de Cristina y los silencios de Máximo Kirchner, por tiempos sirvió para que la militancia y el electorado kirchnerista sintiese una constante confusión y descoordinación. Recién este año, con los recurrentes discursos de Cristina, pudo percibirse un reordenamiento. Sin embargo, si la condena sucede y Cristina se retira, difícilmente La Cámpora y el Kirchnerismo pueda sostenerse sin alguien que reemplace simbólicamente a Cristina y no reincurra en los silencios que desorganizaban meses atrás.
Sacar a Cristina del gobierno y la escena política, se dijo, abriría un vacío en tanto ya no estaría aquella dirigente con tal capacidad de vetar y movilizar. ¿Quién hereda ese poder de veto y movilización? ¿Quién hereda esa ubicación, ese cargo de conductor del kirchnerismo cuando la conductora no esté? Si La Cámpora se funda para preparar la generación de relevo de Néstor y Cristina, si Cristina es condenada, se abre ante La Cámpora el reto de descubrir si ha cumplido la misión por la cual la organización es creada. ¿Existe ya un dirigente, una dirigente o grupo de dirigentes dentro de la organización capaz o capaces de asumir esos poderes y sustituir a Cristina en estas circunstancias? ¿O es demasiado pronto y el vacío será inevitable? ¿Podrá La Cámpora legitimarse como la generación de relevo a Cristina y representación máxima del Kirchnerismo o pueden otros actores kirchneristas, pero no camporistas, competirles y quitarles ese lugar? Si la condena sucede, La Cámpora tendrá que descubrir si efectivamente es el Héctor Cámpora de su nuevo Perón o enfrentar las consecuencias de no serlo.
Bibliografía
Laclau, E. (2006). Consideraciones sobre el Populismo Latinoamericano. Cuadernos del Cendes, 115-120.
Un comentario en “¿Juicio al Peronismo?, la oportunidad política del Frente de Todos”