El invisibilizado rol de las mujeres en la Revolución de Mayo

En Mayo de 1810 tuvo lugar un hecho que se convirtió en un hito fundamental en la historia de nuestro País: la creación de la primera Junta de Gobierno. Un hito en el camino a la anhelada independencia que tenía el ese entonces Virreinato del Río de la Plata (lo que hoy serían Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y parte de Brasil) que dependía aún de la Corona Española.

La llamada Revolución de Mayo no fue un acontecimiento que se gestó de un día para el otro: fue la consecuencia de una serie de factores internos y externos, económicos y sociales que se iniciaron mucho tiempo antes.

Sobre el proceso de la Revolución nos han enseñado desde el jardín de infantes. Obras escolares, lectura de libros de historia. Nos enseñaron que un grupo de hombres lideró una revolución que sería fundamental para poder, finalmente en Julio de 1816, declarar la Independencia del Estado Argentino. ¿Pero eran solo un grupo de hombres?

La historia oficial, con un relato claramente patriarcal, hizo una de las cosas que más acostumbrado está hacer en la historia de toda la humanidad: invisibilizar, subestimar y menospreciar el rol de las mujeres. Las mujeres de esa época también fueron indispensables en el camino hacia la Revolución. Si bien su rol en esa época estaba limitado al ámbito privado y hogareño, poco se habla de cómo ellas aportaron en esa época crítica en nuestra historia, cuánto se arriesgaron, cómo lucharon por nuestra anhelada independencia. Algunas tomaron el rol de anfitrionas en sus propias casas a las que convirtieron en sedes para debates y discusiones políticas de vital importancia para la Revolución que se estaba gestando. Como explica la escritora e historiadora Gabriela Margall en una entrevista a Revista Noticias de Mayo 2020, “ante todo, es importante recordar que el sistema de gobierno era una monarquía y la opinión pública era vista con mucha desconfianza, los periódicos podían ser cerrados por las autoridades sin que nadie se escandalizara. Precisamente por esta razón, los salones privados se convirtieron en escenario de discusión política y las mujeres que eran dueñas de casa, se volvieron famosas por organizar esos salones. De modo que ‘abrir las puertas de sus casas’ era una opción y una posición política clara”. 

Otras mujeres, con motivo de la ausencia de los hombres que se presentaron al combate para luchar cuando estalló la Revolución, se pusieron al frente de los comercios y mantuvieron activa la vida fuera de la batalla. También algunas mujeres se convirtieron en informantes y espías, y también hubo quienes convirtieron sus tareas de cuidado del hogar en tareas de cuidado de todos, como cocineras que abrieron sus cocinas a los combatientes o enfermeras que atendieron a los heridos. Hubo también mujeres que directamente se sumaron a los combates poniendo el cuerpo una y otra vez.

¿Es posible que contemos la historia de un hito tan importante para nosotros invisibilizándolas a todas ellas?

En esta nota queremos mencionar al menos a algunas solo a modo de ilustración del rol que tuvieron todas ellas.

María Sanchez de Thompson, más conocida como Mariquita, fue una organizadora (y participante) de reuniones en su casa donde las figuras más importantes de la política de la época se reunían para debatir y organizar cuestiones relacionadas a la revolución. Fue una referente de las mujeres de la elite rioplatense, una aguda observadora de la época, impulsó la educación femenina y colaboró financieramente con la revolución. 

Juana Azurduy fue una combatiente nacida en el norte de Potosí, territorio que actualmente pertenece a Bolivia pero que formaba parte del Virreinato del Río de la Plata. Luchó con coraje junto al caudillo salteño Martín Miguel de Guemes y finalmente fue ascendida por Simón Bolívar  a coronela como muestra de reconocimiento.

María Remedios del Valle, a quien llamaron “La Madre de la Patria” cumplió el rol de enfermera y combatiente. Atendió a los heridos que defendieron la ciudad porteña de las invasiones inglesas de 1807 y tomó las armas para luchar en batallas como las de Tucumán y Salta. Manuel Belgrano, sorprendido con su coraje y compromiso con la lucha, la nombró capitana de su ejército. 

María Magdalena Dámasa de Güemes de Tejada, conocida como “Macacha” fue la hermana del General Martín de Güemes y trabajó junto a él activamente en la Revolución. Realizó trabajos de espionaje y logística y también comandó junto a su hermano a “Los Infernales”, un ejército de gauchos que combatió en el norte del país a las tropas españolas. 

Fueron mujeres valientes y su rol fue fundamental para la Revolución. Y no fueron las únicas. Hubo más enfermeras, cocineras, combatientes, informantes, organizadoras de reuniones y debates y demás roles puestos a disposición de la lucha. Mujeres cuyos roles y trabajos se menosprecian o se mencionan muy poco en la historia oficial. Tenemos la responsabilidad de repensar y cuestionarnos estos relatos. Las mujeres formamos y formaremos siempre parte de la historia y cumplimos y cumpliremos roles importantes que no pueden y no deben ser invisibilizados.

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