El corriente domingo 10 de abril funciona como línea de partida para una ruta que finalizará en dos semanas, cuando el día 24 los candidatos más votados diriman en una segunda vuelta quien ocupará el Palacio Elíseo por los próximos 5 años. Dado que la posibilidad de un triunfo contundente en primera vuelta está descartado por completo, este artículo intentará dilucidar el camino de los votos de los contendientes eliminados, junto a las variables que ofrecen candidatos principales, para analizar el escenario final.
Con una larga historia en cuestiones sociopolíticas y democráticas, Francia es una excepción en el marco europeo y sus ciudadanos deciden directamente quien será presidente durante 5 años. Desde 1848 que cada francés elige de manera directa al mandamás de la República, y desde 1944 lo hacen las francesas. Es el único país al occidente de Europa con este sistema, a diferencia de parlamentos y/o elecciones indirectas.
En el marco actual, se presentan una docena de candidatos a presidente: Emmanuel Macron (La República en Marcha), Marine Le Pen (Agrupación Nacional), Eric Zemmour (Reconquista), Jean-Luc Mélenchon (Francia Insumisa), Valérie Pécresse (Republicanos), Anne Hidalgo (Partido Socialista), Nathalie Arthaud (Lucha Obrera), Nicolas Dupont-Aignan (Levántate Francia), Yannick Jadot (Ecologistas), Jean Lasalle (Resistir), Phillipe Poutou (Nuevo Partido Anticapitalista) y Fabien Rouselle (Partido Comunista).
En consonancia con procesos políticos que se repiten alrededor del globo, en esta elección juegan con fuerza los espacios de extrema derecha y se evidencia una caída de los liderazgos y/o partidos más tradicionales. No solo por la política Marine Le Pen, hija de Jean Marie Le Pen (excandidato presidencial y fundador del partido Agrupación Nacional), sino que también emerge Eric Zemmour, en su caso como la opción outsider. Además, Francia ofrece un plus al otro extremo de la vía.
Una mención a los caídos
En el marco de nuevas tendencias políticas, tales como liderazgos de outsiders al estilo Donald Trump, se evidencia una caída de los partidos políticos tradicionales. Este fenómeno se vio reflejado recientemente, por ejemplo, en Chile, Costa Rica, México y, ahora, en la misma Francia con los partidos socialista y republicano. Estos dos espacios fueron proveedores de los últimos 4 presidentes anteriores a Macron: los socialistas Mitterand y Hollande, Chirac y Sarkozy por lado republicano, ocuparon el Palacio Elíseo durante 36 años. Según el seguimiento de IFOP en tiempo real, se estima que ambos partidos sumados llegan a esta elección con apenas poco más del 10% de intención de voto, quedando muy postergados en la lista de competidores.
Valérie Pécresse, la representante de la tradicional centroderecha gaudillista, ofrece probablemente ese perfil de liderazgo en baja. Las inconsistentes propuestas en torno a las injerencias estatales, su competitividad y su influencia impositiva la dejaron lejos de la competencia en los sondeos y marcaría un mínimo histórico para el espacio republicano.
El Partido Socialista presenta como candidata a Anne Hidalgo, actual alcaldesa de París. La medición de votos para ella, en IFOP, es aún más baja que el mínimo republicano: un lapidario 2%. Los rumores de las internas del partido lo dinamitan por dentro y ponen un manto de dudas sobre su futuro, la reciente reunión entre algunos integrantes -apartando al secretario general Oliver Faurie- de las altas esferas del espacio no logra clarificar el camino de cara a lo que seguramente será un golpe muy duro para los socialistas.
De extremo a extremo
En el caso de Francia, se pueden encontrar representantes fuertes en ambos extremos, tanto de izquierda como de derecha. Al acelerado crecimiento de las ultraderechas se le suma en esta oportunidad una izquierda radical, ensanchando el panorama electoral y fragmentando aún más el camino de los votos.
Jean-Luc Melenchon, de 72 años, es el candidato destacado de la izquierda. De buena performance en 2017, amenaza con disputar el lugar de Le Pen en el balotaje, aunque lo más probable es un tercer puesto. Sobre él parecería recaer la responsabilidad futura de consolidar el armado de un espacio izquierdista que continúe al finalizar su carrera política -dada su edad- e intente tomar el lugar del herido Partido Socialista.
Sus propuestas son marcadamente anti establishment, ya que pregona un impuesto a la riqueza obligatorio -con el fin de financiar la transición energética- e incluso ha llegado a ofrecer las casas de ocio de multimillonarios como albergue para desplazados ucranianos. Este punto quizás sea el más endeble de su campaña, ya que es conocido su apoyo a Vladimir Putin como enemigo de Estados Unidos, tratándose de un manotazo de ahogado para quitarse el ancla que significa hoy, en términos de popularidad, una buena relación con el presidente ruso.
En la vereda opuesta asoma el periodista Eric Zemmour, uno de los candidatos más polémicos de la elección. Zemmour denuncia la idea de gran reemplazo de la población francesa, donde los puramente galos se ven superados paulatinamente por los resultados de la inmigración. Apunta sobre todo a los musulmanes, siendo su blanco predilecto durante la campaña para constituirse un enemigo y aglutinar cuánto voto antiinmigrante exista.
Su narrativa ha ido más allá de la acostumbrada para los espacios de derecha conservadora, se evidencia una clara discriminacion a toda población que no encaje con los estándares que pregona. En ese sentido, su partido es llamado Reconquista, dado que apunta a reconquistar Francia para los puramente franceses.
Hace algunos meses su candidatura prometía ser competitiva, sobre todo contra Le Pen dentro de la corriente ultraderechista, y podía ilusionarse con alcanzar una segunda vuelta. Aunque su inflexible discurso antiinmigrante, y otra reconocida simpatía por el perfil de Putin, más una notable ausencia de un plan económico en su programa -donde solo hace vacías menciones al libre comercio- le valieron una vertiginosa caída. Se aproxima al 10% de intención de voto y caería fuera del podio.
Marine Le Pen es la politica más relevante para este apartado: la candidata nacionalista accedió a la segunda vuelta en 2017 -más por el bajo nivel del otrora oficialismo socialista y aún incipiente figura de Macron que por mérito propio- y se consolidó como la opositora a Macron. Su lugar de principal enemiga del actual gobierno le permitió aproximarse a todo espacio antioficialista y crecer en intención de voto para disputar seriamente el acceso al Elíseo.
Aunque febrero arrastró a los mencionados Mélenchon y Zemmour tras la impopularidad de Putin, Marine pareciera haber saltado del barco a tiempo y no verse salpicada por su marcada cercanía al ruso, con quien ha tenido varios encuentros. Su postura conservadora y nacionalista, basada en Dios y la familia, fue un punto de encuentro con la ideología de quien pateó el tablero geopolítico trayendo nuevamente la guerra a Europa.
Su anterior campaña fue financiada justamente por un banco ruso, aunque en esta ocasión el inversor es un banco húngaro. La coincidencia del perfil de Viktor Orban, quien gobierna con mano dura sobre sus opositores y no es precisamente fanático de la libertad de expresión, funciona como aviso de lo que puede llegar a ser su gobierno. De hecho, los extremistas tuvieron un encuentro hace muy poco tiempo.
Marine se ha encargado de remarcar que se encuentra capacitada para gobernar, intentando alejar los fantasmas extremistas, y protagonizó una activa campaña electoral. Su gran objetivo era dejar atrás el debate de 2017, que había sepultado por completo sus intenciones previo a lo que fue un contundente triunfo macronista, y reforzar su rol como política de carrera por su crecimiento como cabeza opositora en los últimos años.
La opción Le Pen se aleja del perfil outsider que carga Zemmour -y varios líderes de extrema derecha alrededor del globo-, por lo que cuenta con ese sustento para presentarse experimentada en el campo político de cara a la definición. Su programa económico nacionalista acompaña al anti inmigracionismo con una cruzada contra el Euro como moneda común para los integrantes de la Unión Europea. Esta medida que es una de las más polémicas de su repertorio, impulsada junto a la propuesta de reducir la colaboración de Francia en la Unión, se condice con su reticencia a la misma. Es pertinente aclarar que Le Pen ha descartado un posible brexit francés, ya que cree en “cambiarla desde adentro”, alejándose del euroescepticismo extremo y mostrando que puede moderar alguna de sus posturas.
Todo o nada: Macron por un liderazgo continental
Llega el turno del gran candidato, el actual presidente de Francia, Emmanuel Macron. Su gobierno no ha sido definidamente bueno ni malo. Con altos y bajos, ha sobrellevado un camino que Hollande le había dejado difícil. Arriba a este proceso electoral con una buena base de seguidores por la recuperación de sectores industriales, económicos y sociales tras el declive socialista y una seria gestión pandémica tanto por Francia como por Europa, aunque con críticas y sectores opositores, provenientes de episodios polémicos como el de los Chalecos Amarillos y movilizaciones agrarias al interior del país.
Ha trabajado fuertemente en su construcción personal de líder serio, capacitado y preparado para todo tipo de circunstancias como la tensa Francia heredada de Hollande y la pandemia, junto con la campaña de vacunación, entre otros. A este papel nacional le sumó un relevante rol en el orden internacional, sobre todo desde la salida de Angela Merkel y el estallido de la guerra ruso-ucraniana. Ya sin un gran líder en la potencia vecina de Alemania, Macron fue la cara de la UE en las negociaciones con Putin previo a su invasión a Ucrania. Esto le ha valido de un subidón en las encuestas por su lucha por la paz, aunque le trajo dolores de cabeza en casa, con desatenciones y una cierta imagen de derrota al no poder evitar el conflicto.
Su trabajo en la línea internacional -y su exceso de confianza- consolidaron una humilde campaña electoral, con ausencia en los debates y con pocos discursos dirigidos a la población francesa. Una muerte polémica, con acusaciones de silencio coordinado por funcionarios, aumenta la fragilidad de un Macron que se veía sólido ganador hace apenas un mes. Sin dudas también ha sido culpable del emparejamiento final de Le Pen, aunque tendrá dos semanas para trabajar fuertemente en su campaña final y erigirse no sólo como el primer presidente francés en ser reelegido en 20 años, sino como el gran líder de una Europa que busca autonomía en un escenario internacional cada vez más multipolar.
Una incipiente marea verde y los candidatos de última línea
Para finalizar con la ronda de candidatos, quedan aún media docena de ellos: el ecologista Jadot en primer lugar, y luego los postergados Lasalle, Poutou, Roussel, Dupont-Aignan y Arthaud, poco puede destacarse del rol de ellos en las elecciones, a excepción del candidato verde.
Yannick Jadot aglutina un porcentaje de votos bajo, pero interesante, de una clase educada que sigue muy de cerca las demandas ecológicas y está convencida de la necesidad de una transición para combatir el cambio climático. Apuntalado también por el importante rol que los verdes alcanzaron en el nuevo gobierno alemán con Annalena Baerbock a la cabeza, se erige como el espacio de mayor relevancia entre quienes no están a los extremos del espectro político ni en el poder.
El resto de candidatos tienen en el ruralista Lasalle y el comunista Roussel los números más altos, sin alcanzar un 3%, y luego a Poutou, Aignan y Arthaud con una cifra similar pero entre todos ellos. Lo más interesante es esa acumulación de izquierdas entre Poutou, Roussel y Arthaud en representaciones obreras, anticapitalistas y comunistas que se sitúan por detrás de Mélenchon e Hidalgo, dejando a prácticamente la mitad de los candidatos declarados claramente al lado izquierdo del espectro político, algo no tan común en tiempo de derechas revitalizadas.
Mapeo de la reconfiguración de los votos
Como corolario del repaso de la elección más importante para occidente este año -y para el futuro de Europa-, hay indicios que permitirían intentar trazar el camino que seguirán los votos de los candidatos eliminados y a quienes intentarán atraer los finalistas.
Pensando en que finalmente serán Macron y Le Pen quienes repitan enfrentamiento para entrar al Palacio Elíseo, se tiene entre ellos un aproximado de la mitad de los votos de esta primera vuelta. La otra mitad se reparte entre el resto de los contendientes, y queda además el porcentaje de ausentes que IFOP tasa en un 27%.
En 2017, el ausentismo superó el 22%, lo que marca el no salir de casa un día electoral como una tendencia al alza. En el caso francés, además, los números finales de la última elección apuntan que en segunda vuelta concurrieron a votar aproximadamente un millón y medio menos de votantes. El decrecimiento de primera vuelta a balotaje no es un fenómeno común, y no solo sucedió hace 5 años, si no que ocurrió con los mismos candidatos. El ausentismo y desinterés en ellos, o en lo que genera la política francesa actualmente, aunque su número no sea exorbitante, es un tema a seguir con atención, ya que también sucede en otros puntos del globo.
Por el lado de Le Pen, es muy posible ya adjudicar los votos de Zemmour, dado su extremismo e incluso una posibilidad de alianza -descartada por Marine- que se planteó en estos meses. Luego quedaría cercano el polo de derecha tradicional representado por Pecresse, sobre todo por sus propuestas en relación a la estructura impositiva -un punto crítico para Macron-, pero difícilmente pueda alcanzar a encantar a todos los republicanos, dado que el oficialismo en Francia evoca un centrismo que se decanta más hacia la derecha que la izquierda.
Seguramente sí pueda salir a buscar el voto antivacunas: el escepticismo de la pandemia alcanzó a un grupo interesante de franceses que se encuentra resentido con Macron por su fuerte política de vacunación y su marcado enfrentamiento con los reticentes a la inoculación. Un aproximado de 22% de franceses aún no ha recibido ninguna dosis. ¿Harán sentir su peso en la elección?
Para Emmanuel Macron, quien cuenta con dos semanas de margen para hacer campaña gracias a la maquinaria oficialista, no alcanzar a los votantes de la mayoría de sus rivales en la primera vuelta no solo sería una sorpresa sino un fracaso. Su papel de capitán de tormentas es un punto clave en comparación con su rival, el rol como gestor de paz en Europa le trajo altibajos pero debería explotarlo como carta fundamental en una intensa, y fugaz, campaña de segunda vuelta.
El extremo izquierdo, que sueña con que el miedo a Le Pen lo meta en segunda vuelta, puede consolidarse en un porcentaje de casi 25% entre todas sus variantes -incluyendo las moderadas-. Difícilmente este voto pueda plantearse para Marine, de allí dependerán las acciones de Mélenchon, o incluso Hidalgo, de acercarse a Macron o ser neutrales para que sus votantes decidan en libertad.
Además de un probable porcentaje tradicional de Pécresse, a Macron puede sumarse el voto ecologista. Ese nada despreciable 5% se le adjudicará, muy probablemente, por su compromiso con las iniciativas de la COP 26 y la transición energética. En el caso de otros candidatos, como Lassalle, no podría encontrarse una variable precisa, aunque su procedencia ruralista -sector conflictuado con Macron- podría acercarlo más a Le Pen que a Emmanuel.
Las cartas están echadas casi en su totalidad y la primera vuelta será más una encuesta oficial que una definición. El escenario parejo para Macron y Le Pen -un estrechisimo 52/48- deja el escenario abierto para el 24 de abril. Las elecciones en Francia pueden marcar el rumbo de Europa como actor mundial, tanto para una faceta más influyente en un tablero de muchos jugadores, como para una fragmentación en detrimento de los nacionalismos que significarían una crisis de los valores de paz y solidaridad sobre los que se solidificó la UE luego de la Segunda Guerra Mundial, justo en una época de retornos bélicos al primer plano del continente.
Un comentario en “Los disímiles caminos del voto francés”