Un 18 de septiembre del año 2005 tuvieron lugar en Alemania las elecciones federales. Gerhard Schröder fracasó en su intento de llegar a su tercer mandato consecutivo a manos de Angela Dorothea Merkel, erigida ese día como Canciller de Alemania por la Unión Demócrata Cristiana (CDU).
Pasaron dieciséis septiembres y otras tres elecciones alemanas para que otro nombre resultase elegido para conducir los destinos del país teutón, en las que Angela ya no participó, confirmando su retiro de la política nacional. El fin de una época llegó cuando el 26 de septiembre del corriente Olaf Scholz fue el candidato más votado en la carrera a la sucesión y se oficializó el martes pasado cuando se aprobó la propuesta de la coalición semáforo entre el partido socialdemócrata, el partido verde y el partido liberal.
¿Cómo llegó y cómo se sostuvo durante 16 años?
Angela Merkel llegó al poder con dos características forjadas por su infancia y adolescencia vividas en la desaparecida Alemania Oriental: Perfil bajo y disciplina, se doctoró en física mientras mantuvo relaciones tenues con las Ciencias Sociales y Políticas hasta la caída del muro de Berlín. Su formación comenzó dentro del régimen comunista, respaldado por la Unión Soviética, luego de la fragmentación alemana a finales de la Segunda Guerra Mundial. Su experiencia en este proceso, además, le dio un conocimiento que sería un diferencial político durante sus años en la Unión Europea: Aprendió a la perfección la lengua rusa.
La mandataria fue siempre reconocida por su pragmatismo, de inicios políticos dentro de la RDA, Merkel supo balancear sus primeras experiencias con el contexto de reunificación de los ‘90. Más allá de alguna investigación que profundizó en su relación con el comunismo, Angela manifestó reiteradas veces su conveniencia con el régimen solo para pasar desapercibida y no por simpatía ideológica con el socialismo, haciendo gala de su practicidad y aprovechamiento de las situaciones.
Al entrar al primer Bundestag reunificado como diputada en 1990 comenzó su carrera en las labores públicas. Al año siguiente, pasó al mando del ministerio de la mujer y en 1994 tomó la cartera de medioambiente, siempre siendo tutelada por Helmut Kohl en el transcurso de la década. En las puertas del siglo XXI, Angela volvió a relucir su pragmatismo político en una jugada que marcó su carrera: Cuando un caso de corrupción estalla por financiamiento ilegal al gobierno de Kohl y la CDU, ella misma pidió la renuncia de su padrino en un comunicado, para dar paso a nuevas generaciones. Este movimiento le valió la presidencia de la CDU en los 2000, para ser la cabeza de la oposición a Schröder durante los inicios del siglo, hasta llegar a la cancillería en 2005.
Durante sus mandatos, compartió durante 12 de sus 16 años el gobierno mediante la gran coalición con la socialdemocracia, mientras que solo en el periodo 2009-13 incluyó al partido liberal. No ha encontrado fuertes oposiciones, históricamente ha sido Die Linke, la izquierda nacional marginada en todas las propuestas coalicionales del siglo, lo cual fue reafirmado por Merkel, marcando la cancha a su sucesor. Desde el papel preponderante de Alemania en la crisis migratoria de 2015, la batalla fue dada desde Alternativa para Alemania (AfD), un partido de extrema derecha que retomó discursos nacionalistas de tintes racistas, en concordancia con la tendencia mundial de los surgimientos extremistas y evocando un pasado oscuro para Alemania.
Su figura se acrecentó desde el crecimiento alemán, pero dio un salto como referencia de la Unión al ser el nexo entre el continente con el resto del mundo, sobre todo desde su intervención en la crisis del Euro. Merkel, desde su pragmatismo, se consolidó como una hábil negociante que estuvo siempre cerca de los presidentes estadounidenses y de sus colegas europeos. Sin embargo, su relación más duradera y particular ha sido con Vladimir Putin.
Ser la primera canciller alemana surgida del Este, conocer el idioma ruso y su habilidad para relacionarse con propios y extraños le valió a Angela ser un nexo entre las potencias de occidente y el coloso de oriente luego de la Guerra Fría. Su salida marca un punto clave para analizar el movimiento de piezas en el tablero mundial.
¿Alemania se corre hacia occidente?
El final de la era Merkel está dando pequeños indicios del papel alemán en el equilibrio geopolítico: El retraso a la certificación de Nord Stream 2, en medio de la crisis energética en Europa y el conflicto en la frontera de Rusia y Ucrania, fue un alivio para occidente y despide la relación con Putin en un desacuerdo. Al mismo tiempo, la presentación del plan de gobierno de la coalición entrante da otra pista con el destacado lugar que ocupa la palabra Taiwán en el apartado internacional, en un guiño hacia la política combativa hacia China por parte de Estados Unidos.
Es justamente Alemania uno de los países donde la Guerra Fría dejó una huella significativa y, ya sin Merkel a la cabeza, podría alejarse de su papel de intermediario. De esta forma, alimenta una polarización en términos similares a otro enfrentamiento que signará de sobremanera el tablero mundial.
El péndulo en la Unión Europea
Durante su gobierno, Merkel fue siempre reticente ante AfD, estableciendo distancia con las políticas extremistas de la derecha con un cordón sanitario para no colaborar con ellos. No ha tenido una estrecha relación con Donald Trump ni se ha mostrado con ese tipo de líderes, manteniéndose cercana a una centroderecha que hoy parece estar en crisis ante sus manifestaciones extremas alrededor del mundo.
En el marco de la política alemana, el candidato Armin Laschet por la CDU encabezará una oposición que tendrá a un lado a AfD y por otro a Die Linke. Es por ello que la conducción de Laschet del partido, luego de sus peores elecciones históricas, no será un detalle menor para definir hacia qué lado se balanceará la oposición.
Mientras tanto Scholz, quien es considerado el indicado para continuar la línea de Angela, trabaja en la representación de una socialdemocracia que puede recuperar un papel importante como ha sabido tener en Europa. De hecho Pedro Sanchez, presidente del gobierno español, ya manifestó su apoyo a este gobierno alemán, aunque el próximo punto crítico se resolverá en abril de 2022 cuando Francia se someta a elecciones.
El eje franco-alemán representa a las dos mayores naciones de la UE, por ello Emmanuel Macron no ha esperado para reunirse con su nuevo par germano para tratar las problemáticas políticas más relevantes que atraviesa la Unión. El mandatario francés enfrentará a Marine Le Pen y Éric Zemmour, dos políticos de derecha que están redefiniendo sus extremos, en una contienda que será clave para definir las relaciones internas en la Unión Europea.
El fin de la era Merkel no representa un desafío para Alemania únicamente, sino para toda Europa e incluso para la reorganización del orden mundial. Su retirada deja un vacío enorme en el seno del poder europeo y, sobre todo, en una posición centralista entre la creciente rivalidad de China y Estados Unidos. La posición ideológica del viejo continente ahora está en peligro de virajes extremos y con ella, también la política global.
La política mundial se encuentra en una constante y compleja partida de ajedrez que juega, donde las piezas están en movimiento, variando sus roles e importancia dentro del tablero. Algo está claro: Hay que seguir jugando sin la reina.
Bonus Tracks
- Para profundizar sobre este fenómeno, Franco Delle Donne realizó dos trabajos fantásticos que merecen ser destacados como referencia para abordar la problemática de las extremas derechas en el mundo, y también relacionado con la retirada de Angela Merkel: Epidemia Ultra y El Fin de la Era Merkel.
- Para conocer un poco más del contexto alemán en el complejo comienzo de los ‘90 y en que situación política empezó su carrera Angela Merkel, Netflix produjo una muy buena miniserie sobre el asesinato de Detlev Rohwedder, un hecho clave en la política alemana durante la reunificación.
Un comentario en “Jugar al ajedrez sin la reina”