Qatar, una península que se extiende hacia el Norte en el Golfo Pérsico, se clasifica como una monarquía tradicional que nace luego de su independencia del Reino Unido en 1971. Su primera constitución se estableció un año antes y se modificó finalmente en 1972, estableciendo los objetivos principales del Estado y subrayando sus raíces árabes e islámicas.
El país funciona como una monarquía hereditaria de padres a hijos varones entre los miembros de la familia Al Thani, tal y como fue impuesto en sus inicios. A la cabeza de la misma está el Emir, la figura política más alta del país.
En el año 2003 se aprobó por referéndum una nueva constitución, entrando en vigor en el 2004, como un intento por refaccionar su sistema político y acondicionar el país hacia un camino de liberalización política. En ella se buscaba modificar el Parlamento, renovar a sus miembros y nombrar nuevos. Así se le otorgó una nueva imagen al Consejo Consultivo o “Shura”, creado en 1972.
Qatar fue uno de los países pioneros en basar su Poder Legislativo en una estructura como la “Shura” que se cimenta en la Sharia islámica, un código de conducta que determina los aspectos de la vida cotidiana y establece el marco jurídico vigente. Actualmente está compuesta por 45 miembros, 30 de los cuales deben ser elegidos por sufragio universal directo, y se considera uno de los pilares del sistema de gobierno de Qatar.
En teoría más de la mitad de sus miembros deben ser elegidos por sufragio popular, pero en la práctica esto funciona de una manera diferente, ya que todos son designados por el Emir. Frente a esto, el entonces Emir Hamad Bin Khalifa al Thani propuso en el 2011 llevar a cabo elecciones en el país, objetivo que se vio comprometido frente al apogeo de la primavera árabe. En respuesta, se pactó su realización para dos años más tarde.
Sin embargo, llegado el 2013, los qataríes tampoco lograron depositar su voto en las urnas. Además, Hamad abdicó voluntariamente por primera vez en la historia del país en favor de su hijo Tamim bin Hamad Al Zani. Esta inusual y repentina transferencia de poder pausó la convocatoria a elecciones y dejó una gran incertidumbre sobre el futuro del país.
Las elecciones se fueron retrasando desde la fecha inicial prevista en el 2013 hasta el año pasado, donde las exigencias de la población hicieron eco en el país exigiendo su realización. Así, en noviembre del 2020, el Emir Tamim bin Hamad Al Zani oficializó que las elecciones legislativas se llevarían a cabo en octubre del 2021.
No obstante, Qatar cuenta con más trabas que facilidades para llevar a cabo las elecciones, y los ejemplos son varios. Uno de ellos es el resurgimiento de las sensibilidades tribales en el país luego del anuncio de las elecciones, donde los miembros de la tribu Al Murrah se manifestaron contra la nueva ley electoral para la Shura a principios de agosto.
La razón ronda en los requisitos que posee esta ley, como el hecho de que solo pueden votar los ciudadanos de 18 años o más cuyo abuelo nació en Qatar, prohibiendo votar a aquellos qataríes cuya familia no estaba presente en el país antes de 1930. Asimismo, los candidatos a la Shura deben ser de nacionalidad qatarí y tener al menos 30 años.
Frente a esta situación, quienes se encuentran habilitados a votar y a postularse como candidatos son una pequeña parte de la población. Esto se debe, principalmente, a que los ciudadanos nativos de Qatar representan solo el 10% de su población pues el país posee una enorme cantidad de trabajadores extranjeros.
A este bajo nivel de participación política por los coactivos requisitos electorales se le suma la prohibición de los partidos políticos en Qatar, otro impedimento para el desarrollo de las elecciones. Como muchos de los países del Golfo Pérsico, su habilitación y formación no está prevista en la constitución qatarí, lo cual deja como única opción viable de gobierno a la monarquía de la familia Al Thani con casi nula oposición.
Entonces, ¿cuáles fueron las motivaciones para que, repentinamente, Qatar busque liberalizar el sistema político del país y habilitar las elecciones legislativas que tanto se retrasaron? Frente a esta pregunta las respuestas son varias, pero puede resumirse en una idea principal: la necesidad de “limpiar” la imagen del gobierno y del país.
Para comprender la situación cabe destacar distintos hechos significativos, como el boicot contra Qatar en 2017 llevado a cabo por Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto, o las recientes acusaciones a las que se enfrentó el gobierno por abuso laboral. Sobre esto último, y como sede del futuro Mundial de Fútbol en 2022, Qatar se ha enfrentado a masivas denuncias por las construcciones de estadios y edificios que se llevan a cabo en el país con este motivo.
Hacia abril de este año, las muertes de los obreros superaron las 6.500, y las incriminaciones por abuso laboral, bajas condiciones de vida y sueldos bajos continuaron aumentando. Tal es así que varios equipos de fútbol de alrededor del mundo no tardaron en mostrarse descontentos por la situación.
Mientras la selección alemana lució remeras negras con letras pintadas de blanco donde podía leerse “human rights”, la selección noruega presentó una camiseta blanca con la frase “Human rights on and off the pitch” (derechos humanos dentro y fuera del campo de juego). Por su parte, organizaciones como Amnistía Internacional también intervinieron frente a lo ocurrido, exigiendo a la FIFA que tenga mayor injerencia y ponga fin a los abusos sobre los trabajadores en Qatar.
Pero para Qatar, pese a estos altibajos, el deporte funciona como una fuente de empleos y ganancias de exportación. Además, le permite al país tener un mercado mucho más abierto y menos dependiente de su principal fuente de ingresos: el petróleo y el gas. Pero tal vez lo más importante es que, en este caso, el fútbol se presenta como una pieza clave estratégica en el desarrollo qatarí, como también en la creación de una imagen positiva internacional que Qatar no necesariamente posee.
El fútbol funciona como una buena ventana para mostrarse al mundo, más aún siendo el país sede de uno de los eventos más esperados en todo el planeta. ¿Funcionará, entonces, ser el anfitrión de la Copa del Mundo para destacar las virtudes y fortalezas de un país eclipsado por sus vecinos? Ya que crear una imagen positiva que atraiga turistas, inversiones y beneficios es fundamental, ¿qué mejor manera que otorgándole a sus habitantes la posibilidad de votar y presentarse al mundo como un país más “abierto” democráticamente?
No es casualidad que, un año antes de realizarse el Mundial de Fútbol en el país, una monarquía hereditaria establecida hace ya más de cuatro décadas decida repentinamente celebrar elecciones legislativas. Sin embargo, la organización de estos comicios legislativos no necesariamente implica que Qatar está tomando el camino de la democratización y la liberalización, más aún, considerando que este Consejo tendrá una autoridad legislativa, aprobará el presupuesto estatal y ejercerá el control sobre los ministerios del gobierno.
