Alerta: el siguiente análisis puede contener spoilers.
Creada por Claudia Piñeiro y Marcelo Piñeyro, “El Reino”, con ocho capítulos y una tensión al final de cada uno de ellos que genera el deseo de hacer una maratón, nos deleita con una trama donde se visibiliza la histórica relación existente entre religión y política y con ello, todo lo que este vínculo solapa.
El thriller nacional comienza a partir de un magnicidio que ocurre en el cierre de campaña de los personajes principales. Una puñalada que atraviesa una bandera sublimada con la frase “Cristo salva” deja sin vida al candidato a presidente, Armando Badajoz, quien conformaba la fórmula presidencial con Emilio Vázquez Pena, un pastor evangélico. Sin embargo, Badajoz no era el destinatario de la voluntad y el deseo de muerte, presentando así dos preguntas esenciales de la trama ¿a quién querían matar? y, sobre todo, ¿por qué?. A medida que va avanzando la historia, se comienzan a desentrañar algunos misterios que se encubren y deja al descubierto cómo se entrelazan el poder, la política y la religión.
Si bien es una ucronía, no es una realidad muy lejana -o al menos eso muestran algunos avances de la derecha vinculada a los evangélicos en los últimos años en América latina-. El aumento de la presencia y la importancia de las religiones evangélicas en las últimas tres décadas se dio a una velocidad acelerada.
Según un informe sobre cambio religioso en América Latina, presente, pasado y porvenir realizado en Madrid en el año 2014, “la proporción de latinoamericanos que se declaran católicos pasó del 75% a mediados de los años 90, a cerca de 67% en 2014”. Es notoria la caída de fieles católicos, como así también es palmario el incremento de porcentaje de evangélicos.
Mientras que en Brasil, uno de cada tres votantes pertenece a esta religión, en algunos países centroamericanos el porcentaje se acerca a una cada dos personas. En Argentina el número se duplicó en los últimos años, en Colombia llegan al 16% mientras que en México representan al 10% de la población.
Goldstein, quien escribió el libro “Poder Evangélico”, manifiesta que este poder se sostiene sobre dos pilares: por un lado la cuestión territorial, vinculada a la pobreza o situaciones de precariedad, tanto afectiva como económica. Muchas veces estas iglesias permiten generar lazos comunitarios que no se han construido anteriormente y genera un sentimiento de pertenencia. El ejemplo que vislumbra la serie sobre este factor está ligado a la acción del personaje que interpreta Sofía Gala, quien trabaja en un lugar de escuchas telefónicas y se encarga de guardar todas las conversaciones en pendrives con el objetivo de evitar que la empresa quede con esos archivos. Así también, es ella quien se acerca al templo y le lleva todos los dispositivos de almacenamiento a la pastora. Finalmente es ésta última quien la invita a formar parte de su familia obedeciendo a la popular frase “mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más”, presentándole a su hijo, quien estaría encaminado a convertirse en pastor.
El otro pilar es la cuestión mediática, la religión evangélica cuenta con sus propios programas y canales de TV, en sus redes sociales adquieren carácter de “influencer” y se muestran como el cumplimiento de la cuestión normativa del “deber ser” perfecto: muestran una vida dichosa, con una familia (heterosexual, cis) unida, con poder adquisitivo y eso es, nada más ni nada menos, que el éxito.
Estos pilares constituyen una base lo suficientemente sólida y con firmeza para exigir un lugar en las mesas de negociación política, cuentan con respaldo en el caso de postularse a elecciones, ya que la cantidad de fieles incrementa los votos. Se entiende a la religión como un medio para penetrar en otros ámbitos, en este caso, la política y así cambiar el rumbo de la misma. De todas formas, tanto dirigentes de la iglesia como políticos, son receptores y emisores de propuestas, negociaciones y servicios que se llevan a cabo en la relación
Recientemente se puede observar cómo es que los evangélicos se fueron adentrando al espacio público y penetrando en la agenda gubernamental y social. Se busca entender esta participación política como una reacción ante los avances de movimientos progresistas masivos como los feminismos, las conquistas por nuevos derechos como la legalización y despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, el matrimonio igualitario, la ley de cupo laboral trans, identidad de género, las luchas de “Ni una menos”, como así también la ESI en las escuelas.
Ante ese escenario ocupado por una efervescencia que probablemente seguirá creciendo, los sectores evangélicos y católicos son quienes se encuentran en las antípodas, asistiendo a manifestaciones como “Con mis hijos no te metas”, o perteneciendo a movimientos emergentes como “Salvemos las dos vidas”, naciente como reacción conservadora ante el avance de la Campaña por la legalización y despenalización del aborto. En el octavo y último capítulo de la serie, se retrata muy bien lo mencionado anteriormente, cuando el candidato a presidente en su discurso manifiesta las líneas generales a trabajar si es que es electo en las urnas: “Encontré en Jesús un aliado incondicional […] Estoy convencido porque Jesús me convenció con sus palabras que la Argentina tiene que volver a sus valores esenciales: al valor de la familia, al valor del amor, al valor del orden.”
Ahora bien, ¿cuándo es que esta religión comenzó a adentrarse en la política? La injerencia de los fieles evangélicos, pentecostales y neopentecostales comienza, para Córdova (2014), a partir de los años 80 cuando ocurre la caída de varias dictaduras militares en la región y los partidos políticos se consolidan como mediadores entre el Estado y la sociedad. Es en ese momento que distintas iglesias protestantes empiezan a posicionarse en la arena política a través de varias organizaciones y partidos políticos por medio de los cuales poder canalizar su agenda ideológica.
Es una realidad que los grupos pentecostales coquetean con las derechas, ya que comparten varias ideas en común, pero su participación no es un fenómeno exclusivamente de esta ala. En este sentido, cabe preguntarse ¿cómo es el vínculo con los sectores denominados “progresistas” y las religiones protestantes? El presidente de Venezuela en un discurso manifestó “[…] Por eso debemos desarrollar un poderoso movimiento cristiano evangélico por Venezuela unitario, dando ejemplo al mundo y abrir las puertas de Venezuela y de la Universidad Evangélica Venezolana para que vengan evangélicos de toda América […]”. Así también, Lula Da Silva, dijo en una entrevista que querría tener una conversación con los evangélicos y mostrarles cuál fue el presidente que los trató con más respeto.
Es evidente que la estrategia de los dirigentes políticos – prescindiendo de si se identifican con la derecha o la izquierda – está vinculada a entender a estos grupos como un espacio donde potencialmente se reclutará un porcentaje muy significativo de votos. Puede que la tentación reside en ello, pero el riesgo que podría acercarse es que como todo juego enmarcado dentro del sistema político, supone una lógica que involucra incentivos e intercambio de acciones, entre otras cuestiones más complejas.
El desafío de reclutar las voluntades de los fieles quedará en trazar las fronteras entre el proyecto político de quien gobierna e instalar límites respecto al accionar de quienes no gobiernan, pero han sido actores fundamentales para la victoria de quien esté en el poder. Es menester tener en cuenta que mientras más grande sea la iglesia y mayor cantidad de votos ganados representen, mayor será la capacidad de esta para negociar agenda, políticas, ministerios y otro tipo de funcionarios.
Es interesante echar luz sobre el brinco ejecutado por estos grupos, el traspaso de ocupar un lugar de un grupo de interés que luego se transforma en un grupo de presión, a ocupar bancas en los órganos legislativos, o también, postularse como candidato a presidente y/o vicepresidente. Es decir, al observar el paso de estar en las calles como grupo de presión a ser funcionario público, es interesante pensar el contexto que habilita esta realidad que se hace presente cada vez en más naciones, como así también el poder que han adquirido con una táctica particular, como lo que señalaba Goldstein.
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