Hace algunos meses, con la realización de elecciones internas para renovación de autoridades en dos de los principales partidos políticos a nivel nacional -Unión Cívica Radical (UCR) y Partido Justicialista (PJ)-, comenzaba el camino que llevaría (postergación de fechas mediante) a las elecciones nacionales de medio término. La importancia de mencionado proceso interno se encontraba, principalmente, en la discrepancia entre los actores sobre el papel que el partido debía desarrollar hacia el interior de las coaliciones que cada uno de ellos integran (Juntos por el Cambio y Frente de Todos, respectivamente).
El triunfo de las listas respaldadas por el oficialismo partidario en la UCR frente a la línea que encontraba en Gustavo Posse y Martín Lousteau a sus principales referentes, como así también la elección del Presidente Alberto Fernández (a nivel nacional) y el diputado Máximo Kirchner (en Provincia de Buenos Aires) al frente del PJ, terminó por consolidar un escenario, de cara al proceso electoral, similar al experimentado en el año 2019. Sin embargo, las diferencias evidenciadas en la elección de autoridades de cada uno de los partidos bien podría trasladarse a las actuales discusiones sobre la (in)definición de precandidaturas de cara a las elecciones nacionales de Noviembre.
A menos de un mes para la fecha límite de presentación de precandidaturas, las pujas al interior de cada una de las coaliciones de mayor caudal electoral (de igual manera que hacia el interior de cada uno de los partidos políticos que las componen) resaltan como uno de los principales temas de debate en la agenda pública. Será el propósito de este artículo indagar sobre los caminos que podría tomar cada una de las fuerzas como así también sus implicancias. El foco estará puesto en la Provincia de Buenos Aires. No se busca aportar con esto una mayor cuota de centralismo a la discusión política, sino que el análisis de mencionados distritos resulta funcional ya que allí se puede observar con mayor claridad la multiplicidad de actores intervinientes en la selección de candidaturas; como bien sostienen Cherny, Figueroa y Scherlis (2018) el poder de nominación en Argentina es disperso, involucra a una multiplicidad de actores cuya influencia depende de la dinámica establecida con sus copartidarios.
Juntos por el Cambio, principal fuerza de oposición, se enfrenta por estos momentos a la proliferación de posibles candidaturas hacia las elecciones de medio término fruto de la puja de poder entre los diferentes sectores que buscan posicionarse como detentores del liderazgo del espacio. Cuatro son los dirigentes que buscan presentarse (PASO mediante o no) como candidatos de la oposición en la Provincia de Buenos Aires: Jorge Macri, Intendente de Vicente López y Presidente del PRO en el distrito; Diego Santilli, Vicejefe de Gobierno de CABA; Facundo Manes, el candidato del oficialismo radical; y Gustavo Posse, Intendente de San Isidro y principal perjudicado del resultado de las elecciones internas de su partido. Adicionalmente, el tercer integrante del frente electoral, la Coalición Cívica, postuló a Elisa Carrió únicamente bajo la condición de encabezar una lista de unidad.
Como puede observarse (exceptuando la opción Carrió) cada uno de los principales accionistas de la coalición (PRO y UCR) presenta dos posibles candidatos y traslada los conflictos internos al armado del frente electoral. A su vez, como puede suponerse, cada una de las posibles candidaturas se sostiene en el privilegio de una línea de intereses y en la definición, al menos en tiempo presente, de la conducción del espacio. El único que, al menos por el momento, parece querer escindir su candidatura del conflicto interno es Gustavo Posse quien, en los últimos días, lanzó su campaña empapelando la provincia con su rostro y un renovado slogan proselitista.
La hasta hace algunas semanas bastante posible candidatura de Macri, sostenida en los intereses personales de posicionarse de cara a la gobernación bonaerense y avalada por la institucionalidad de su partido a nivel distrital, encontró dos obstáculos a superar. Por un lado, el creciente apoyo de intendentes partidarios a la candidatura de Diego Santilli, enviado de Horacio Rodríguez Larreta a territorio bonaerense; por el otro, el encolumnamiento de la UCR, el otro miembro de peso de la coalición, detrás de la candidatura de Facundo Manes. Aún más, la negativa de María Eugenia Vidal a competir en la provincia que hasta hace dos años gobernó, empujó a Mauricio Macri (de innegable influencia, tanto a nivel institucional como personal) a apartarse de la definición de la interna de su partido.
Un escenario cierto de cara a las próximas semanas, ciertamente impulsado desde Parque Patricios, daría lugar a la utilización de las primarias Abiertas en Septiembre entre el PRO -presentando a Santilli- y la UCR -presentando a Manes-, si es que prospera el acuerdo (intrapartidario y extradistrital) entre Santilli y Macri. Una primaria triple, surgida de la imposibilidad de acuerdo entre los sectores porteños y bonaerenses, representaría un escenario de mayor indeterminación. Sus implicancias sólo podrían verificarse con el replanteo de estrategias de cara a las elecciones generales. Las PASO, en este sentido, funcionarán como “radiografía” aportando información clave a los actores en disputa (De Luca, 2021).
Diferente se presenta la situación en la Ciudad de Buenos Aires: con el principal referente de la UCR, Martín Lousteau, plenamente integrado a la coalición, la confección de las listas (y principalmente su encabezamiento) responde exclusivamente a la interna del PRO. Lejos del escenario de posibles PASO en la Provincia de Buenos Aires, el camino de María Eugenia Vidal se allanó tras el paso al costado de Patricia Bullrich.
La utilización del mecanismo de PASO, independientemente de la coalición de la que se trate, propicia un escenario de mayor estabilidad y mejora la representatividad de las candidaturas presentadas ante la ciudadanía en la elección general. Aun con sus deficiencias (las PASO no significan una real apertura democrática del proceso de selección de candidaturas debido a que la ciudadanía sólo puede optar entre opciones prefijadas por los partidos políticos) la herramienta sí proporciona la posibilidad de dirimir las disputas internas brindando un fuerte respaldo institucional a la conformación de coaliciones a la vez que mejorando la representatividad frente al electorado de las candidaturas que de su utilización derivan.
El escenario de posibles PASO entre Santilli y Manes no sólo perjudicaría los intereses de Jorge Macri, sino que también le restaría capital electoral a Florencio Randazzo, autoproclamado peronista fuera del Frente de Todos. Desde el peronismo opositor, la candidatura de Santilli aporta un escenario con mayor probabilidad de éxito en el mediano plazo; desde el anti-peronismo, la figura de Manes (principalmente a partir de su perfil hasta ahora ajeno a la política partidaria) atrajo la mayoría de los elogios que previamente avalaban al ex funcionario nacional.
La campaña en su contra se hizo explícita con la denuncia de un supuesto acuerdo con Alberto Fernández quien, a cambio del lanzamiento de su campaña, lo volvería a incorporar al gabinete nacional hacia fin de año. El objetivo es claro: la candidatura de Randazzo significa, en términos electorales, un perjuicio mucho mayor para Juntos por el Cambio que para el oficialismo nacional. La ciertamente pronosticable derrota electoral de la opción de “centro” encabezada por Randazzo bien podría ser considerada (estrategias políticas de lado) como una prueba más de la dinámica adoptada por el sistema de partidos argentino hace ya décadas y mucho más marcadamente desde la reforma electoral de 2011.
En un sistema de partidos compuesto por tres partidos relevantes y con una lógica de dos coaliciones (no es el principal propósito del presente pero mencionada caracterización responde al PJ, al PRO y a la UCR como partidos relevantes, y al Frente de Todos y Juntos por el Cambio como las dos coaliciones), la dinámica partidaria, dotada de impulsos centrípetos, se desplaza en búsqueda del centro del espectro político. Este movimiento redunda en la configuración de dos grandes coaliciones (heterogéneas hacia su interior, pero homogéneas hacia su exterior constitutivo) que intentan abarcar la totalidad del espectro aumentando sus bases de sustentación y su carácter representativo. La continuidad en el tiempo de un escenario con esta dinámica responde, entre otros factores, a la estabilización de las dos coaliciones que lo articulan.
Dentro de Juntos por el Cambio, la UCR, actor sustancial para este ordenamiento, parece haberlo entendido (tanto el oficialismo como la oposición partidaria pugnaban por la continuidad de la coalición y la realización de elecciones internas como mecanismo para su fortalecimiento); el PRO, basándose en las divergentes opiniones y en la búsqueda de protagonismo a cualquier costo, parece no adaptarse aún. Por su parte, la propia conformación del Frente de Todos en 2019 y su segura continuidad son muestras de la aprehensión de esta dinámica: ya sea por compromiso ideológico o por pragmatismo político, ninguno de sus accionistas quiere arriesgarse a competir por fuera del frente. En Ciudad de Buenos Aires, Leandro Santoro, legislador porteño y asesor presidencial, parece tener el camino allanado; en Provincia de Buenos Aires, aún no se perfila una candidatura clara, sin embargo, las tensiones para su definición se matizan con la retórica dialoguista y coalicional.
El riesgo de adoptar una estrategia secesionista sería doble: por un lado, redundaría en una derrota electoral casi segura; por el otro, significaría una evidente disminución del caudal de votos para la coalición. La propia dinámica del sistema opera, así, brindando fuertes incentivos para mantenerse incuestionable: competir dentro de las coaliciones ya formadas significa tener la posibilidad de acrecentar el caudal electoral de las mismas y, a partir de esto, elevar la propia cuota de influencia hacia su interior.
La controversia sobre el armado de listas para las elecciones legislativas, y su consecuente tratamiento mediático, puede mostrarse como cargada de personalismos e imposiciones. Sin embargo, no deben desatenderse las circunstancias en que mencionada elección se realiza y, más precisamente, los condicionantes propios del sistema político. Utilizando como caso la Provincia de Buenos Aires, se ha intentado mostrar una de las formas en que la dinámica del sistema opera sobre los cálculos de los actores y los partidos políticos implicados. La multiplicidad de candidaturas en Juntos por el Cambio, la definición sobre la utilización o no de la herramienta de PASO, o la estrategia utilizada por el Frente de Todos evidencian cómo cada uno de los espacios busca adaptarse a la combinación de los condicionantes externos (la dinámica del sistema partidario) e internos (la definición de los liderazgos internos de cada uno de sus componentes).
Referencias bibliográficas
Cherny, N., Figueroa, V. y Scherlis, G. (2018). ¿Quién nomina a los legisladores? La conformación de las listas de candidatos para la Cámara de Diputados en Argentina. Revista SAAP, 12.
De Luca, M. (2021). Un repaso sobre las PASO. Reglas electorales, selección de candidaturas y partidos políticos en Argentina. UBA Económicas. Recuperado de: https://centrora.economicas.uba.ar/un-repaso-sobre-las-paso-reglas-electorales-seleccion-de-candidaturas-y-partidos-politicos-en-argentina/
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Ostiguy, P. (1997). Peronismo y Antiperonismo: Bases socioculturales de la identidad política en Argentina. Revista de Ciencias Sociales, 6.
Torre, J. C. (2003). Los huérfanos de la política de partidos. Sobre los alcances y la naturaleza de la crisis de representación partidaria. Desarrollo Económico, 42.
Un comentario en “¿Quién tiene la lapicera? La selección de candidaturas en Buenos Aires y el sistema de partidos”