Hoy se ¿celebra? un nuevo aniversario de la retirada de la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales de la OMS. Treintaiún años después de que el organismo internacional entendiese que una orientación sexual diferente a la heterosexualidad no debía ser considerada una patología, en muchos países y regiones del mundo se siguen persiguiendo y castigando como delitos.
Las democracias occidentales amanecieron adornando sus edificios públicos y redes sociales con mensajes a favor de la diversidad sexual, haciendo eco de la campaña mundial. El apoyo se mezcla con la mercantilización de la lucha contra el odio, donde la única manera de distinguirlas es a partir de políticas activas, sean públicas o privadas. Respetar la diversidad en nuestras sociedades no se logra únicamente permitiendo, o mejor dicho, dejando de prohibir.
Ser consciente de que más allá de la ley está la cultura obliga a quienes están comprometidos contra el odio a enfocarse en programas activos para tratar de conformar una sociedad donde la unión entre diferentes no sea solo producto de la tolerancia mutua, sino de un verdadero respeto compartido.
El aniversario es una nueva oportunidad para exigir y recordar a nuestros representantes su rol frente a esta necesidad de cambio cultural que sigue hoy tan vigente como hace treinta años. Se celebra un avance a nivel mundial, sin perder de vista que el objetivo está tan lejos como nuestra conformidad mande.