Desde el pasado Jueves, Brasil volvió a estar en boca de los noticieros internacionales debido a que Manaos (la capital del estado más grande del Estado carioca) se encuentra transitando una crisis humanitaria. Dicha crisis es producto del aumento agudo de contagiados de una nueva cepa de Coronavirus conocida popularmente como “del Amazonas”.
La crisis sanitaria no solo provocó desorden social, sino que también desencadenó una crisis política en donde resuena el pedido de Impeachment a Bolsonaro y el Ministro de Salud Eduardo Pazuello. Para entender un poco mejor la realidad política brasileña, Politólogos al Whisky entrevistó a Ignacio Pirotta, quien es un politólogo graduado por la Universidad de Buenos Aires (UBA), especializado en política brasileña. Forma parte del grupo de estudios Liderazgos presidenciales del siglo XXI en Sudamérica, de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Escribe columnas de análisis de la política brasileña en Perfil.com y el portal El Agrario. Y es por esto que nos pareció la persona indicada para contestarnos algunas preguntas.
La crisis sanitaria en Manaos puso en vilo a la región y al mundo. ¿Por qué cree que alcanzó la relevancia internacional?
Creo que de por sí la situación dramática de que se termine el suministro de oxígeno en toda una capital de estado, como sucedió la semana pasada en Manaus, tiene relevancia suficiente como para ser noticia internacional. El tema es que además de eso, el mundo ya tiene una expectativa negativa respecto a todo lo que haga o deje de hacer Bolsonaro. Ahí me parece que sucede algo interesante entre el tipo de comunicación que él propone y los recortes de las noticias internacionales que hacen los medios fuera de Brasil. Ya desde la época de la elección, él trascendió internacionalmente como un personaje lleno de polémicas y declaraciones repudiables como “prefiero un hijo muerto, a un hijo gay”, “no merecés ser violada” (en un cruce de hace muchos años con una diputada del Partido de los Trabajadores), etc. Posteriormente, durante su mandato, tampoco cambiaron demasiado las cosas y él, como presidente del país, tampoco cambió demasiado su forma de ser. De ahí que el “Bolsonaro dijo…” seguido de algo negativo o polémico, es permanente. Lo de Bolsonaro no es un problema de forma, o de que “hable demasiado”, como dicen algunos, sino de fondo. Ahora, el estilo de comunicación y el hecho de que hable para los propios, termina produciendo un resultado muy malo.
A eso se le suma que incluso para los que puedan estar ideológicamente más afines, lo cierto es que en dos años produjo pocas (o nulas) noticias positivas. En temas que tienen trascendencia internacional, como es el manejo de la pandemia o los incendios en el Amazonas y el Cerrado brasileño, sus respuestas tampoco son buenas. Por eso suelo decir que Bolsonaro se ha convertido en una suerte de embajador negativo para Brasil: proyecta permanentemente una imagen muy negativa para el país.
Por eso suelo decir que Bolsonaro se ha convertido en una suerte de embajador negativo para Brasil: proyecta permanentemente una imagen muy negativa para el país.
En referencia con la pregunta anterior, la crisis sanitaria desencadenó una crisis política en la que actualmente la oposición está pidiendo que se realice un impeachment al presidente. ¿Cree que exista alguna posibilidad para que esto tenga lugar?
El presidencialismo de coalición brasileño, con la fragmentación que lo caracteriza, es sensible a las grandes crisis. Hoy no parece el escenario, pero se están creando corrientes de opinión muy duras contra el gobierno, sobre todo por la omisión de Manaos (se sabe que estaban al tanto de la situación) y el sabotaje permanente a las vacunas. Habrá que ver cómo sigue esa cuestión y si genera suficiente presión en el Congreso como para modificar la posición que prevalece, que es que no es conveniente o deseable el impeachment.
En principio los partidos que se declaran de oposición son un puñado, de izquierda y centroizquierda. Alcanzan a un total de algo más de 120 diputados, sobre 513. Para aprobar el impeachment es necesaria una mayoría especial de ⅔, es decir 342. En el Senado, esos partidos tienen todavía menos representación. Ahora bien, hay otros partidos que se declaran “independientes”, entre los cuales podemos destacar al PSDB (de Fernando Henrique Cardoso, José Serra, etc), el MDB (de Michel Temer) y el Demócratas (el DEM, del actual presidente de la Cámara, Rodrigo Maia). Estos están más bien divididos internamente respecto al gobierno, habiendo desde posiciones oficialistas a otros más bien opositores, aunque siempre con diálogo con el gobierno. Hoy no hay votos para un impeachment, pero además, lo que te decía antes: más allá de los partidos de izquierda, no hay intención de promover una interrupción del mandato. La postura de Rodrigo Maia en relación a los más de 60 pedidos de impeachment, es elocuente. En tanto presidente de la Cámara, él tiene la prerrogativa de aceptar o no los pedidos presentados y hasta acá se ha negado a darle curso con el argumento de que generaría inestabilidad y sería un obstáculo para la recuperación económica (Brasil todavía no recuperó el nivel de actividad anterior a la crisis de 2015-2016). Hoy en el Congreso no hay voluntad para impulsar un impeachment, pero podría cambiar por la presión externa, dependiendo de lo que te decía antes. Otro escenario posible es que el presidente de Diputados acepte un pedido, ahí pasaría a una comisión especial que lo analiza. Abrir una comisión así, sea contra Bolsonaro, o contra el ministro de Salud (que tal vez sea más probable), sería un daño grande para el gobierno, pero además podría alimentar más a la opinión pública. Conscientes del riesgo que eso implica, hoy Maia y compañía siguen reticentes a abrir el proceso.
Otra temática que también está resonando mucho actualmente es la elección del presidente de la Cámara de Diputados, que tendrá lugar el 1ro de febrero. ¿Cómo afecta esta elección tanto a Bolsonaro como a la política doméstica brasilera?
Hay dos candidatos que tienen posibilidades de ser electos. Arthur Lira, del Progresistas, aliado del presidente, y Baleia Rossi, del MDB (de Michel Temer y compañía), que tiene el respaldo de Maia y que ha armado un frente con partidos de derecha e izquierda bajo la consigna de tener una Cámara independiente del Ejecutivo y que defienda a la democracia y las instituciones. Una de las condiciones que la izquierda, en particular el PT, puso para formar ese frente con Baleia Rossi es que no sería vedada la posibilidad de iniciar el proceso de impeachment. Como la postura de Rossi, al menos hasta acá, es la misma que la de Maia, fue muy elocuente lo que sucedió hace unas semanas cuando dio un paso en falso al declarar que no es momento para un juicio político debido a la inestabilidad que causaría. Desde el PT le recordaron el acuerdo, Rossi volvió sobre sus pasos y dejó abierta la posibilidad.
El otro candidato es Arthur Lira, si la presidencia queda en sus manos, al ser aliado del gobierno, el escenario político tendría que cambiar demasiado para que le “abra la puerta” a un pedido de impeachment. No se puede descartar la posibilidad, primero porque con la pandemia está claro que todo es bastante inestable, segundo porque Lira y su partido, el Progresistas, forman parte de un conjunto de partidos orientados de manera más pragmática que ideológica, ubicados, al igual que el MDB, en un centro, que no es ideológico sino más bien definido por la predisposición de formar parte de gobiernos, sean de izquierda o de derecha. Ese Centrão, como se lo conoce, es la base legislativa de Bolsonaro. En las buenas, el Centrão está con el gobierno. En las malas, se sube el precio. Pero en las muy malas, abandona el barco. El Congreso brasileño es muy permeable a lo que sucede en la opinión pública. Si fuera del Congreso suceden cosas grandes, eso repercute adentro.
Ahora bien, para pensar el impeachment hay que tener en cuenta al vicepresidente. Como dice el politólogo brasileño Sergio Abranches en su libro Presidencialismo de Coalición, cuando la máquina del impeachment se pone en movimiento, es clave la figura del vice en la formación de la nueva coalición y consecuentemente la obtención de los votos necesarios. Sin el Centrão, o parte de él, no hay impeachment. El vicepresidente, Hamilton Mourão, ya se manifestó en contra por estos días, al igual que lo hizo en otras oportunidades. ¿Qué incentivos tendría un partido que hoy es aliado del gobierno, siendo beneficiado con los recursos que eso representa, para votar un impeachment, si el vice no garantiza el acceso a esos recursos? la situación tendría que ser muy mala.
Por último, ahí entra en consideración todo lo relativo a la presencia militar en el gobierno y el involucramiento, indirecto o no, no lo tengo muy en claro, de las Fuerzas Armadas. Bolsonaro tenía claro que el vice tenía que ser militar, la apuesta era el general Augusto Heleno, figura central en el armado militar en torno a Bolsonaro, pero por la negativa del partido al que se había afiliado, no pudo serlo. Mourão, en cambio, es militar, pero no forma parte del núcleo más próximo al presidente. Hay una entrevista que realizó el periodista Marcelo Falak a una fuente anónima del Ejército brasileño donde cuenta muy bien cómo fue el proyecto militar con Bolsonaro. Esa es toda una cuestión en general bastante opaca, de la que hay poca información, pero fundamental para entender este gobierno y los posibles desenlaces.
Personalmente tengo muchos interrogantes sobre esa relación, pero lo que sí tengo en claro es que es insostenible la idea de que las Fuerzas Armadas no tienen nada que ver con el gobierno. Es un gobierno más militarizado que los de la propia dictadura militar. Otra cuestión es que la clase política brasileña ha hecho la vista gorda a ese fenómeno. Recuerdo que en un momento Rodrigo Maia habló de un proyecto para limitar la participación de militares de la activa en el gobierno, y algunos diputados hicieron presentaciones cuestionando la cantidad de militares en la estructura estatal. Sin embargo, no pasó de ahí y más allá de la cuestión de qué tan vinculadas están las Fuerzas Armadas, esta experiencia es un desgaste enorme para la institución. Proteger a la institución del propio Bolsonaro debería ser interés de todos. Sospecho que hasta acá la clase política no cuestionó fuertemente la injerencia militar en el gobierno, no porque no lo considere importante, sino por temor al poder militar, que sin dudas gravita en la política doméstica.
Teniendo en cuenta que según el IBOPE Bolsonaro cuenta con el 35% de apoyo y 33% de rechazo, ¿cree que la crisis sanitaria y el manejo de la pandemia se refleje en las elecciones de 2022?
Sí, de alguna manera se van a reflejar. Ahora bien, la aprobación de Bolsonaro siempre se ha mantenido en algo más de 30 puntos, con algunas oscilaciones, a veces un poco por debajo. Pero más allá de ese 30% que lo aprueba, hay un 20% que ha sido todo este tiempo muy fiel a Bolsonaro, con un grado altísimo de confianza en el presidente. Me parece que esto es así porque él logró construir una identificación con esa parte de la sociedad y hay sectores que se sienten representados por él. Si bien tenía la ventaja de que se largó como candidato en 2015, un año antes de las elecciones Bolsonaro tenía una intención de voto no estimulada (es decir en pregunta abierta, sin opciones) del 9%, detrás únicamente de Lula. Ese núcleo puede haber cambiado. Por ejemplo, perdió terreno entre los más jóvenes, pero al menos hasta acá ha mantenido una porción importante de la sociedad bastante fidelizada. Será interesante ver qué pasa con ese núcleo bolsonarista, incluso si mantiene un 30% de aprobación creo que podría perder confianza entre los más fieles, centralmente porque su liderazgo es bastante errático como para ser líder de un movimiento o algo por el estilo.
Y las tendencias mostradas en las elecciones municipales, donde todos los candidatos bolsonaristas perdieron ¿significan algo para las próximas elecciones presidenciales?
En realidad, perdieron todos sus candidatos en las grandes ciudades. El balance para Bolsonaro fue mayormente malo, pero hay algunas cuestiones que hacen difícil medir su verdadero desempeño en las municipales, más allá de las grandes ciudades, que son más visibles. Primero, porque lo local prevalece sobre lo nacional, a excepción de en las capitales, donde lo nacional tiene más peso. Segundo, Bolsonaro no tiene partido (se desafilió del Partido Social Liberal por el que fue electo) y sus apoyos fueron bastante dispersos. Tercero, que hay partidos que forman parte de su coalición, y que en algunos casos están en sintonía con su discurso, a los que sí les fue bien.
De todas formas, me parece que lo que mostraron las municipales fue el agotamiento de la ola antipolítica que se inició en las municipales de 2016. Hoy Brasil vuelve a niveles de desconfianza en las instituciones políticas más parecidos a los que siempre tuvo. El “que se vayan todos”, porque las elecciones de 2018 tuvieron una cosa de 2001 argentino pero sin estallido, parece agotado. Las municipales de noviembre mostraron una inclinación hacia la capacidad de gestión, mostraron también la persistencia de un fuerte antipetismo, un repliegue del bolsonarismo en estados en los que ganó con holgura en 2018, como los tres estados con más electores, San Pablo, Río de Janeiro y Minas Gerais, y mostró también la posibilidad de nuevos liderazgos en la izquierda, como Guilherme Boulos (del PSOL, un desprendimiento del PT) o Manuela Dávila (del Partido Comunista de Brasil, PCdoB), aunque las fuerzas que más ganaron se ubican en la derecha del espectro ideológico.
Por último, respecto a los dos años que le quedan de mandato y respecto de las elecciones de 2022, personalmente tengo una hipótesis sobre el gobierno y que puede ayudar a pensar qué es lo que puede suceder. Brevemente, Bolsonaro fue electo en un contexto específico, que hizo que pudiera trascender el nicho al que pertenece, que es de la derecha radical, reivindicadora de la dictadura, con tintes autoritarios, etc. Crisis de representación, debido a la corrupción y en menor medida a la crisis económica, una fuerte polarización, en donde el antipetismo era muy muy fuerte, y lo algunos han llamado de “ola conservadora”. Ese contexto particular hizo que lo votara gente que en otro contexto jamás lo hubiera votado. Sin embargo, siempre hubo una distancia considerable entre parte del programa y el discurso de Bolsonaro y el resto de la sociedad y de la clase política, haciéndolo, en principio, inviable. Bolsonaro comenzó su gobierno intentando mantener cierta moderación, pero durante todo el primer año y medio de gestión hubo un proceso de radicalización que fue acompañado de una lenta pero progresiva pérdida de poder, llegando a las amenazas golpistas entre marzo y junio de 2020. Esa tendencia de radicalización se cortó súbitamente a mediados de junio pasado, en coincidencia con la detención de Fabricio Queiroz, colaborador de la familia Bolsonaro y con vínculos con las milicias de Río de Janeiro, la detención de blogueros radicales bolsonaristas y la renuncia forzada del entonces ministro de Educación, Abraham Weitraub, otro bolsonarista radical.
Luego de un período de calma y menos confrontación con los otros poderes, hoy el mandatario vuelve a entonar sus discursos más radicales. Ayer volvió a decir que quienes “deciden si hay democracia o dictadura, son las Fuerzas Armadas”. En síntesis, y siguiendo mi interpretación de la génesis del gobierno de Bolsonaro, en el camino para 2022, con un país históricamente volcado hacia tendencias de derecha o conservadoras y con la persistencia de un fuerte antipetismo, la pelota está con Bolsonaro: cuanto más radicalizado, menos chances de llegar fuerte a las elecciones.
Finalmente, Bolsonaro fue uno de los últimos presidentes en reconocer la victoria de Biden como presidente de Estados Unidos. A su vez, tampoco repudió el ataque al capitolio. Entonces ¿Cómo se prevé que sean las relaciones bilaterales entre los dos colosos americanos?
Yo creía que iba a prevalecer el pragmatismo de ambos lados, pero la insistencia de Bolsonaro en la idea del fraude en las elecciones norteamericanas, como decís, el hecho de que no repudió la invasión al Capitolio, sino que aprovechó para decir que podría pasar lo mismo en Brasil, la designación de Juan González como director para el hemisferio Occidental y toda la cuestión del Amazonas en el medio… parece que puede haber problemas. Para Biden la cuestión ambiental será importante, y del lado de Brasil en ese tema hay una coincidencia que puede ser trágica. En general, todos los aliados de Bolsonaro, que conforman su coalición política y social, tienden a moderar las posiciones del presidente. En este caso, el ala militar es muy sensible a la cuestión de la soberanía del Amazonas y la injerencia externa en ese tema. Ese es el motivo principal por el que me parece que puede haber una relación complicada. Además, marcar un contrapunto con Bolsonaro, a Biden le sirve internamente y me pregunto si podría sacar provecho de la cuestión ambiental para que el agronegocio estadounidense gane terreno en el comercio de soja y carne, donde compite con Brasil.
Y ¿Cómo afectará esto a la Argentina?
Hoy a la Argentina lo que más le conviene es que Brasil repunte económicamente. No creo que una mejora de su relevancia como posible aliado regional, vía una crisis entre Brasil y Estados Unidos, que se me ocurre que podría suceder, compense las pérdidas de la falta de empuje de la economía brasileña. La verdad es que me parece que para los intereses de la Argentina no es conveniente ni el impeachment ni una crisis entre Brasil y Estados Unidos, sino el tránsito lo más sereno posible de los dos años que le quedan a Bolsonaro.
Un comentario en “Ignacio Pirotta: “Bolsonaro se ha convertido en una suerte de embajador negativo para Brasil””