El camino de Israel en la normalización de relaciones con países árabes

La segunda mitad del 2020 fue testigo de acuerdos significativos en Medio Oriente, por primera vez en 24 años Israel normalizó sus relaciones diplomáticas bilaterales con cuatro países de la región: Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin, Sudán y Marruecos. Los acuerdos firmados por estos cuatro países con Israel preparan el tablero para una posible nueva etapa en la política de Medio Oriente, dado que hasta el momento, Egipto y Jordania eran los únicos países de la región que habían establecido relaciones diplomáticas con Israel (desde 1979 y 1994, respectivamente).

El 13 de agosto del corriente año, a través de una comunicación telefónica con el presidente de Estados Unidos, los gobiernos de EAU e Israel anunciaron públicamente que normalizarían sus relaciones diplomáticas a cambio de que Israel diera marcha atrás en sus anuncios de anexión de territorios palestinos.  Este acuerdo fue, en gran medida, producto de la voluntad del presidente Donald Trump de normalizar las relaciones de Israel con los países de la región como parte de su agenda de seguridad.

A EAU lo siguió Bahréin: el presidente Trump publicó en su cuenta de Twitter una declaración conjunta de los gobiernos de Bahréin, Israel y Estados Unidos en que los dos primeros declaraban su voluntad de normalizar sus relaciones el 11 de septiembre.

El 15 de septiembre, el Primer Ministro de Israel Benjamín Netanyahu, el ministro de Relaciones Exteriores de Bahréin Abdullatif bin Rashid al-Zayani y el ministro de Relaciones Exteriores de EAU Abdullah bin Zayed Al Nahyan, se reunieron en la Casa Blanca para firmar una declaración conjunta, los llamados “Acuerdos de Abraham”, en donde manifestaban la voluntad de normalizar sus relaciones para garantizar la seguridad y la paz en la región.

Los Acuerdos de Abraham despertaron incertidumbre acerca de si la voluntad de estos dos Estados árabes era un hecho aislado o lo seguirían otros países de la región en el camino de la normalización. Así fue como el 24 de octubre, poco tiempo después de que el presidente Trump quitara a Sudán de su lista de Estados que promueven el terrorismo, en un llamado telefónico entre Netanyahu, Trump y el Primer Ministro sudanés Abdalla Hamdok se anunció públicamente que el país africano también normalizaría sus relaciones diplomáticas con Israel.

El 10 de diciembre un nuevo país árabe se sumó a la lista: el presidente Trump dio a conocer en su cuenta de Twitter que reconoce la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental, eliminando la opción de un referéndum de autodeterminación en los territorios disputados. Dicha decisión fue tomada a condición de que Marruecos normalice sus relaciones diplomáticas con Israel, convirtiéndose así en el cuarto país árabe que, a través de la mediación estadounidense, retomó sus relaciones con dicho país.

Esta ola de normalizaciones sin precedentes rompe con los lineamientos de la Iniciativa de Paz Árabe que sostenían los Estados de la región, que pide la retirada completa de Israel de los territorios palestinos ocupados después de 1967 a cambio de la paz y la normalización total de las relaciones diplomáticas. Por este motivo, estas acciones han despertado una oleada de críticas principalmente de otros países árabes que ven en dichas decisiones inmoralidad y una traición a la causa Palestina. A modo de protesta, la Autoridad Palestina (AP) se retiró de la Liga Árabe y retiró a sus embajadores en EAU y Bahréin.

Lo cierto es que todos los participantes, e incluso Estados Unidos, perciben beneficios de estos acuerdos. En el caso de Israel, normalizar sus relaciones con Estados de la región contribuye a reducir su aislamiento y tener aliados regionales firmes. Además, todos los participantes ven en esta normalización un acercamiento a Estados Unidos. En el caso de EAU, una alianza con Israel le permite contraponerse a Irán y Turquía y acceder a armamentos estadounidenses (incluidos aviones de combate F-35) que inclinarán el balance de poder regional en su favor. En el caso de Bahréin, encuentra un poderoso aliado para contraponerse a Irán, su principal amenaza en la región (que ha insistido en que el país es parte de su territorio y desde Bahréin se considera que moviliza a la población chiita del país). En el caso de Sudán, consigue ayuda económica estadounidense para promover su industria agropecuaria. Y, por último, en el caso de Marruecos, le da un respaldo histórico a su disputa con el Frente Polisairo por los territorios del Sahara Occidental ocupados.

El rol que ha tomado Estados Unidos en estas negociaciones es innegable; forma parte de la agenda de seguridad del presidente Trump y su voluntad de retirarse progresivamente de Medio Oriente, para lo que un relacionamiento estable por parte de Israel con algunos de los países de la región es condición necesaria. Además, el haber contribuido a normalizar las relaciones entre Israel y EAU, Bahréin, Sudán y Marruecos, constituyeron victorias contundentes en la política exterior de Donald Trump. Si bien no fueron suficientes para inclinar las elecciones a su favor, han sentado el terreno para que otros países de la región sigan el mismo camino.

Con Trump abandonando la Casa Blanca en unos días, ¿qué se puede esperar de la política exterior de Joe Biden? ¿Cuál será su postura en esta temática? ¿Se relacionará de la misma manera con Israel y promoverá su acercamiento a los países de la región?

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