Desde finales de la Segunda Guerra, el camino de Europa estuvo marcado por la integración. Este camino, lento pero seguro, comenzó con los tratados de París y de Roma en la década del ´50, y llegó a su máximo esplendor a principios de los 2000 con la unión monetaria de la mayoría de sus miembros. Sin embargo, encontró su primer gran obstáculo en la crisis financiera del 2008. La fuerte recesión generó la necesidad en los países del sur (y con economías más vulnerables) de tomar medidas económicas expansivas. No obstante, no podían aplicar expansiones monetarias porque ya no tenían la capacidad de emitir dinero (dicho poder había sido delegado en el Banco Central Europeo). Al mismo tiempo, tampoco podían tomar deuda debido a la crisis crediticia de los mercados internacionales y la única alternativa que tenían era esperar la ayuda de la Unión Europea. No obstante, los países del norte no apoyaban muchas de las medidas de auxilio económico de la Unión.
En esta crisis empezaron a generarse grandes resentimientos entre los países del sur (por ejemplo, Portugal y Grecia) y los países del norte (por ejemplo, Alemania y Holanda). Los sureños pedían más ayuda de la Unión Europea que finalmente lanzó varios rescates financieros. Sin embargo, estos rescates planeados en Bruselas no fueron suficientes para que las economías más golpeadas del sur dejarán de caer. Por ende, entre estos países se expandió la idea de que la UE sólo beneficiaba a los del norte. Mientras tanto, los países del norte no estaban dispuestos a hacer grandes esfuerzos económicos para pagar la “irresponsabilidad” del sur. Desde entonces, en toda Europa vienen en ascenso los movimientos euroescépticos, de los cuales el Brexit es el caso más emblemático.
¿Será la crisis del COVID-19 el final de la Unión Europea?
Lejos de haber superado los desafíos de la integración, el COVID-19 vuelve a sumir a Europa en una nueva crisis económica y social. Lo más evidente es el hecho de que el virus pone en jaque la libre circulación de ciudadanos dentro de la UE, uno de los pilares del bloque. Pero más importante aún, vuelven a surgir disputas sobre medidas económicas. Cuando Europa comenzó a sentir la recesión producida por los confinamientos obligatorios, los miembros con problemas crediticios (los del sur) impulsaron la idea de que la UE emitiera “eurobonos”, bonos fusionados entre todos los países miembros. Estos eurobonos le permitirían a los países altamente endeudados tomar deuda más barata ya que su riesgo se mezclaría con el de los países más solventes. Esta idea fue rechazada por los países del norte, quienes deberían asumir los riesgos del sur, aumentando las tensiones entre ambos grupos de países. Un ejemplo de esto fue que, luego del veto holandés a los eurobonos el Primer Ministro de Italia, Matteo Salvini, declaró: “Surge en el momento en que nos sentimos abandonados precisamente por los países que se benefician de esta Unión”. Es evidente que si la UE no toma las medidas adecuadas se continuará exacerbando el resentimiento entre sus miembros. ¿Podrá Alemania seguir cohesionando la UE? ¿O más países seguirán los pasos del Reino Unido?
Otro factor del impacto del COVID-19 en Europa es la caída del turismo. ¿Qué pasará con los países sumamente dependientes de esta actividad, que al mismo tiempo son los que tienen grandes problemas de deuda como Italia, Portugal y España? El caso más dramático es el de Grecia. Fue el país que más sufrió la crisis de 2008, incluso nunca pudo recuperar la senda del crecimiento y es incuestionable que la ayuda de la UE fue un fracaso: su PBI hoy es aproximadamente un 25% menor que cuando se desató la crisis. Con la pandemia de COVID-19, la estrepitosa caída del turismo le provocará enormes pérdidas a la ya dañada economía griega. La UE deberá ayudar a Grecia ahora más que nunca, ya que una nueva crisis económica en el país podría concretar la idea que tanto miedo causa a los europeístas: que Grecia abandone la Unión Europea. El gran peligro de que este país decida abandonar el bloque es el “efecto dominó”; que otros miembros como Italia y España vean los posibles beneficios de abandonar el bloque y la UE se termine desmembrando.
“Europa necesitará un nuevo Plan Marshall”
Esta frase fue pronunciada por Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. Es muy probable que cuando se controle la pandemia del COVID-19 Europa necesitará reconstruir su economía, pero ¿cómo lo hará? El Plan Marshall de la posguerra fue financiado principalmente por los Estados Unidos. En esta nueva crisis, los efectos no serán tan devastadores como los de la Segunda Guerra, pero de todas formas si Europa quiere reconstruir su economía necesitará ayuda externa. ¿Trump ayudará a Europa? Es poco probable que Europa reciba ayuda por parte de los Estados Unidos, ya que desde 2017 la política exterior de EE.UU. está dominada por una agenda aislacionista, y Trump seguramente utilizará sus recursos para lidiar con la fuerte recesión interna, en vista de las elecciones de noviembre. Entonces, ¿quién querrá ayudar a Europa? Todas las miradas apuntan a China. No solo es la gran potencia en ascenso, sino que pareciera que controló al coronavirus y lentamente su economía está volviendo a encaminarse. Esta podría ser la gran oportunidad del gigante asiático para ocupar el rol de influencia sobre Europa que Estados Unidos está abandonando.
¿El Nuevo Plan Marshall será entonces la Nueva Ruta de la Seda? En 2013 el gobierno chino lanzó un ambicioso proyecto de infraestructura para conectar a su país con el resto del mundo, llamado la Nueva Ruta de la Seda. El principal punto de este proyecto es construir medios de transportes terrestres que unan China con Europa Occidental. Este proyecto significaría enormes inversiones de China en infraestructura en toda Europa. Sin embargo, el proyecto es visto con mucho recelo por parte de la UE, que lo ve como una estrategia china para aumentar su influencia en Europa y un peligro para la continuidad del bloque. De todas formas, a pesar de las presiones del bloque, algunos países europeos como Italia ya aceptaron el proyecto chino que promete fuertes inversiones y acuerdos comerciales. Europa necesita grandes inversiones extranjeras, y el único que pareciera tener la capacidad económica y el interés de financiarla es China. Si Von der Leyen quiere grandes inversiones extranjeras para reconstruir Europa deberá corregir sus palabras: “Europa necesita una Nueva Ruta de la Seda”.
Interesante,