El peligro silencioso

Mucho se habla de lo sucedido recientemente con respecto a la sequía histórica del Paraná, pero muy poco se sabe sobre lo que realmente implica y contrae de fondo. Esto se debe a que todo el mundo se encuentra centrado en una problemática global que nos afecta en diversas áreas: el COVID-19. Pero ¿qué está ignorando la Argentina con respecto al río Paraná?

Antes de poder responder esta pregunta, debemos tener en cuenta lo que Parker nos explica utilizando el acrónimo V.I.C.A, lo cual se remite a que vivimos en un mundo que es volátil, incierto, complejo y ambiguo. 

  • El concepto de volatilidad se refiere a que todas aquellas dimensiones que conforman al mundo como un todo, es decir, la esfera social, económica, política, etcétera., pueden sufrir cambios abruptos y rápidos, lo que provoca una sensación de inestabilidad.
  • Cuando hablamos de que el mundo es incierto nos referimos a que, dicha volatilidad de la cual hablábamos antes, conlleva a que se desconozca cuando sucederán dichos cambios pero, a la vez, se sabe que sucederán como, por ejemplo, el aumento de los precios de ciertos insumos como el combustible.
  • Así, cuando nos referimos a que el mundo es ambiguo, denotamos que no existe una definición en común para los fenómenos que lo afectan. Es decir, vivimos en un mundo con diferentes percepciones sobre un mismo suceso, lo que nos lleva a que las relaciones que lo conforman no sean tan visibles. 
  • Dicha incertidumbre, ambigüedad y volatilidad llevan a que el mundo sea un escenario complejo que se configura como un todo interrelacionado. En otras palabras, hacemos noción a que dichos cambios pueden impactar de formas que aún no se saben y en dimensiones, o áreas, que no se sabían que tenían una relación con aquel denominador común. Una analogía práctica que podría usarse sería el cuerpo humano: todos los órganos cumplen una determinada función pero, al mismo tiempo, conforman un sistema dentro de otro, denotando esa interconexión e interdependencia entre las partes.   

Teniendo estos conceptos presentes, para el resto del artículo, podemos volver a lo que es de nuestro interés en los siguientes párrafos: el río Paraná. 

Ya en 1999, Brasil contaba con 46 represas sobre el río Paraná, las cuales lo sustentan en cuanto a energía hidráulica según reportes del diario La Nación. En la actualidad, Brasil cuenta con un almacenamiento energético del 59% del Paraná, debido al creciente desarrollo y construcción de represas en su territorio que buscan sustentar internamente al Estado, y siguiendo a Spaltro, debido a las últimas sequías por carencia de precipitaciones en la región, todo queda ‘compuertas adentro’ en el territorio del socio comercial de Argentina. Según el periodista del diario El Cronista, tras el suceso del COVID-19 y la poca necesidad de liberar el agua de las centrales hidroeléctricas, sumado a una fuerte sequía –la cual se puede atribuir al cambio climático o a un golpe de mala suerte-, nos pasamos a preguntar ¿Argentina debería preocuparse? La posible y mejor respuesta es sí.

El río Paraná beneficia principalmente a la Argentina en cuanto a exportaciones, e incluso, es una fuente de energía hidroeléctrica para el país gracias a la existencia de la represa Yacyretá y Salto Grande. Debido a la sequía, dichas represas, no han tenido suficiente agua como para generar energía para el Estado, provocando un déficit energético en la región del norte. Al mismo tiempo, debido al bajo nivel del agua los barcos exportadores no podían atravesar el río, colocando en un jaque a la Argentina.  

La Argentina se enfrenta a un mundo dinámico de la mano de la complejidad del escenario internacional, como bien se explicó antes. Así algo que sucede del otro lado del globo puede extrapolarse y afectar otros continentes como, por ejemplo, la actual pandemia que ha hecho que creciesen las tensiones –que jamás disminuyeron- entre los dos socios principales del MERCOSUR. A su vez, entre estos vecinos, podemos observar aquel sentimiento de incertidumbre, asociado a la volatilidad y ambigüedad. Ya que, un suceso internacional como lo es la pandemia, ha provocado un resurgimiento de los resquemores entre Argentina y Brasil atados a una lógica de ideología política, y que ha llevado a los analíticos internacionales preguntarse ¿qué pasará después?

Así, a las viejas tensiones y roces, se le suma el hecho de que Brasil cuente con una reserva del río Paraná tan grande hasta el punto de afectar a la Argentina comercialmente, ante la imposibilidad que presentan, los comerciantes de dicho Estado, de atravesar con sus barcos dicho tramo, como bien se mencionó antes. Ante esto, la Argentina debería plantearse que, aquel socio comercial con el cual presenta tensiones, desde hace décadas, cuenta con el poderío de detener un río dentro de las fronteras de su territorio, terminando por afectar no solo comercialmente al Estado, sino enérgicamente, y les plantea un inminente dilema de seguridad al que deberán prestarle especial atención.

Como bien se sabe el MERCOSUR ha establecido una estrecha relación comercial entre Argentina y Brasil, algo que beneficia a ambos países. Recientemente, el 25 de abril del 2020, el primero de estos dos ha decidido dar marcha atrás a los tratados de libre comercio que el bloque regional iba a concretar en un futuro con Singapur, Corea del Sur, Canadá, India, etc. 

Dicho accionar, por parte de la Argentina, provocó nuevos roces con Brasil. El impacto económico de las decisiones argentinas es un hecho, pero no se sabe cómo, cuándo y de qué modo sucederán, y esto es lo que responde a la lógica V.I.C.A anteriormente explicada. 

Pese a esto, el Secretario de Relaciones Bilaterales y Negociaciones en las Américas de Itmaraty, Pedro Miguel Costa y Silva, en un reportaje por parte de Soria Guadalupe y Silva De Sousa al diario La Nación, menciona que el bloque comercial puede mantenerse siempre y cuando se acuda al diálogo y las tensiones entre los principales actores (Argentina y Brasil) bajen. He aquí cuando vemos nuevamente el elemento de volatilidad, conjugado con lo incierto de la propia escena, que puede dar lugar a varios escenarios imaginativos de cómo se configurará lo que está sucediendo. Según Garvin y Levesque, dichos escenarios no pueden ayudar a estructurar las situaciones en donde los componentes de incertidumbre, volatilidad, complejidad y ambigüedad son palpables y latentes. 

Entonces, ¿cuál sería la posición de Argentina en el año 2025 frente a un Brasil que se logró configurar como hegemón regional tras superar la situación político-social y económica que deja la pandemia? Los choques que pueden surgir de una Argentina dependiente comercialmente con el principal actor, en el 2025, derivarían en conflictos de intereses nacionales. Siguiendo a Garvin y Levesque, la fuerza impulsora crítica en el caso de Argentina, frente a este panorama, podría ser: entre más disputas y enfrentamientos con el hegemón regional (Brasil), más aislados y más cerrados en  las propias fronteras argentinas. Esto vendría a ser una suerte de variables correlacionales derivando a una hipótesis correlativa positiva, ya que ambas suceden a la par.

Brasil como el peligro silencioso de Argentina se configuraría como el referente de la región en un mundo apolar como desarrolla Haass, liderado por la entropía de la dilución del poder entre varios actores que terminan por dejar el liderazgo internacional en la mano de nadie, como manifiesta Scheweller. En otras palabras, para poder entendernos mejor, un sistema internacional apolar es aquel en el cual el poder se diluye entre diferentes actores internacionales como, por ejemplo, individuos, organizaciones internacionales, grupos terroristas, Estados, etcétera. No se habla de poderío estatal, sino que se habla de poderío de los diferentes actores que son reconocidos como tal en el sistema internacional. Dicha entropía se remite, entonces, a que la apolaridad en la actualidad es tan fuerte que evitaría que el mundo internacional se configure, nuevamente, en una bipolaridad o unipolaridad como la que configuraron Estados Unidos y la U.R.S.S durante la Guerra Fría, que dejó solo al primero de estos Estados, como poder referente en el sistema tras la disolución de la Unión Soviética. 

Esto es gracias al orden liberal creado e impuesto de la mano de Estados Unidos, el cual Brasil supo interpretar y capitalizar para sus propios intereses nacionales. A fin de cuentas, y pensando como Zakaria principalmente, podemos entender que el advenimiento de Brasil como hegemón regional en el 2025, tras superar los conflictos que le ha traído la pandemia del COVID-19 en las dimensiones político-social por sobre todas, ha sido gracias a la apolaridad del Sistema construido por Estados Unidos (potencia a la cual Argentina siempre se ha mostrado, de manera discursiva, reticente) y a la entropía, como bien se dijo antes.

¿Cómo logró Brasil configurarse como tal en el año 2025? Tras la salida de la Argentina de los futuros acuerdos de libre comercio, Brasil tomó el ‘timón’ del MERCOSUR y lo impulsó para satisfacer sus intereses vitales en la región. Desarrolló acuerdos comerciales con actores referentes de Asia, como Singapur, e incluso impuso en la agenda internacional, a pié de discusión y negociación, la posible fusión del Mercado Común del Sur junto con la Alianza para el Pacífico para el 2030. Este país comenzó a poner en la agenda del MERCOSUR, en el año 2023, posibles sanciones económicas a Argentina, debido a los enfrentamientos y roces causados en el año 2020 y 2021, tras la contienda por la salida del segundo país de los acuerdos de libre comercio que comprometieron ética y moralmente a todo el bloque. Además, con este fin, el hegemón regional aumentó su poderío en el área del Río Paraná colocando más represas, e inclusive, llegando a un ‘acuerdo’ no tan beneficioso para la Argentina en donde Brasil garantizaba la libre circulación de los barcos argentinos por el río, así como el acceso a la energía, si Argentina accedía para la construcción de represas brasileñas en suelo argentino. 

Así mismo, desde un principio, expulsar a dicho a Argentina del MERCOSUR, pero sí demostrarle el creciente poderío regional del que ellos consideran primer socio comercial. Dicha influencia y poderío del país brasileño, se fortaleció y configuró para poder impulsarlo definitivamente como hegemón en la región, al ser el único país de Sudamérica que obtuvo un mayor margen de maniobra, luego de la pandemia del COVID-19, ante un fortalecimiento de las instituciones, un progresivo control al poder del Ejecutivo y eficaz balance de poderes.

Las asimetrías, entonces, crecieron perjudicando a la Argentina. Dicho Estado con sanciones económicas, con un decreciente consumo interno, continua fuga de capitales, reestructuraciones de la deuda con tasas altísimas, inflación y retroceso, tanto comercial como económico y político, devinieron en una dependencia comercial con aquel que antes se mantenía una suerte de equilibrio. 

Así, siguiendo a Zakaria, la lógica doméstica de Argentina responde a la de su política exterior, lo cual ha impulsado a través de los años hasta el 2025, a que Brasil se haya configurado como un indiscutible hegemón regional. De esta forma los Estados Nación son los principales actores, sin dejar de lado la esfera de la política interna de cada uno de estos. Argentina debe actuar estatalmente a través de políticas de Estado, traducidas en acciones e iniciativas de políticas exteriores que logren evitar esta posibilidad.

Trayendo a colación los pensamientos de Bostrom, la atención escasa que le ha colocado Argentina a Brasil, y su creciente desarrollo, le ha hecho “cavar su propia tumba”, derivando en un riesgo meramente local. Si se es crítico y, por sobre todo realista, la probabilidad de que esto suceda no es tan baja y, si se debe medir en función de alcance e intensidad, la Argentina sale perdiendo. No sólo se depende comercialmente de Brasil por el MERCOSUR, sino que, inclusive, se llega a depender de ese mismo Estado por el consumo del agua a raíz de las empresas hidroeléctricas del Paraná, en conjunto con las precipitaciones.

Ante el hecho de que Argentina haya ignorado la configuración acelerada de Brasil como hegemón regional podría concluirse, entonces, que se encuentran frente a un riesgo que podría derivar en actos hostiles, lo cual plantea una amenaza para Argentina en términos de seguridad.

Para comprenderse a Betts, se debe tener en claro qué son los sesgos cognitivos. Entendidos como tal, son aquellos ‘cortocircuitos’ que nuestro propio cerebro plantea, configurándose como ‘atajos’ que se deciden tomar ante ciertas decisiones, e incluso nos lleva a ver lo que deseamos y no la realidad. Así, se las comprende como ‘barreras psicológicas’ que pueden tomar ciertas formas como, por ejemplo, las organizacionales, es decir, el impedimento de la burocracia, o también, de lo que los estadistas desean hacer en la realidad. 

Teniendo esto presente, uno concluye, que muchos ciudadanos se centran en sus sesgos cognitivos provocando que dichas barreras psicológicas les impidan trazar un escenario que puede ser claro, extremo o pacífico, y les sirva para configurar una estrategia clave a la hora de analizar fenómenos interrelacionados como estos. 

Argentina presenta muchos recursos para evitar que este escenario se dé a lugar, como por ejemplo, la implementación de alarmas que puedan servir para demostrar que un escenario está dándose a lugar. Estas mismas ya deberían haberse implementado, con respecto al Río Paraná por ejemplo; incluso, la falta de reacción por parte de los gobernantes de Argentina, hace que se necesiten colocar más y nuevas a las que sí se pongan atención, como por ejemplo: a) posibles nuevos roces por malentendidos entre los dos países que hagan aumentar en un período muy corto de tiempo las tensiones y que conlleven situaciones en las cuales puedan observarse demostraciones de poder; b) los discursos confrontativos que ponen en tensión y jaque a los intereses vitales; c) acciones por parte del gobierno brasileño que generen un impacto de tipo económico, no necesariamente crisis, a la Argentina.

En base a estas alarmas, y retomando a Betts, podemos ver que la Argentina cuenta con múltiples recursos, como la opinión pública, que le harán poder trazar una estrategia efectiva para evitar que este escenario, u otros, sucedan. Lo principal es la capacidad de adaptación con la que debe contar: los tiempos cambian y Argentina no puede continuar una confrontación discursiva, políticamente hablando. No debe cometer nuevamente el error de continuar en un nivel discursivo en cuanto a las relaciones bilaterales con Brasil, sino ir más allá y hacer todo lo posible para mantener las líneas comerciales con el vecino y no dar pie a que termine consolidando su poder, terminando por generar asimetrías que perjudique a la Argentina.

Por lo tanto se debe tener control, según Betts, sobre el Estado, lo cual lo podríamos traducir a políticas estatales, que no se verían afectadas por un cambio de gobierno, y que tengan el objetivo e interés vital de desarrollar el país, en este caso Argentina, para así evitar una posible dependencia comercial con Brasil. Así se deben trazar las fuerzas necesarias para hacerlo, como las diplomáticas, políticas, y de mercado –esto provoca que la esfera política y comercial de la Argentina deba hacer ‘un acuerdo de paz’ y buscar los beneficios para ambos, de lo contrario cualquier intento de llevar a cabo una política estatal fallará–. 

De aquí se hace latente aquella necesidad de adaptación que necesita  Argentina al mantener un objetivo claro que, en este caso, sería: evitar que Brasil se convierta el hegemón regional en base al detrimento argentino. Para esto se deben evitar las barreras psicológicas y burocráticas, es decir, aquellos sesgos cognitivos de los que se habló antes con Betts que, en el caso argentino, sería el evitar pensar que Brasil jamás podrá superarlos. 

Por esto, además de las tres cosas que deberían tenerse presentes para poder mitigar este escenario, se debe tomar en cuenta el: 1) evitar que Brasil profundice la asimetría comercial a partir del Río Paraná y el MERCOSUR, es decir, quiebre el eslabón más débil de la cadena de acción lógica de Argentina; 2) evitar que en el orden internacional apolar planteado por autores como Zakaria, Haass y Scheweller juegue más a favor de Brasil que de Argentina mediante la implementación del multilateralismo; 3) que las órbitas, es decir a lo que una región tiende en su conjunto, en función de la geopolítica de los recursos como el agua, no sean ignoradas por la directiva argentina provocando que se le otorgue más poder a Brasil.

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