El examen PISA (programa internacional para la evaluación de estudiantes) es un estudio llevado a cabo cada 3 años por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que mide el rendimiento académico de los alumnos en matemáticas, ciencia y lectura a nivel mundial. Evaluando sus resultados, podemos observar que hace 12 años que la Argentina no mejora y en el último examen (realizado en el 2018 y publicado en diciembre de 2019) nuestro país se posicionó en el puesto 63 sobre los 77 países evaluados.

En la última década se ha logrado aumentar la cobertura educativa, particularmente a nivel de secundaria y educación inicial. Sin embargo, el país tiene importantes problemas de terminalidad en el nivel secundario, y en sus resultados de aprendizaje. Además, la profesión docente carece de un sistema de formación y capacitación fuerte, evaluaciones de desempeño regulares, incentivos al buen desempeño y de un esquema de carrera bien desarrollado. Estas problemáticas efectivamente se reflejan en los resultados, y en la región Argentina dejó hace años de ser una referencia en calidad educativa, al menos en el sector primario y secundario, y los resultados muestran nuestro estancamiento en un contexto regional de mejora.
Más allá de la falta de cambios positivos en los resultados de la última década, lo que llama la atención es la gran diferencia de desempeño entre los estudiantes que asisten a secundarios privados y de gestión estatal. Los resultados del examen PISA revelan que los estudiantes en escuelas privadas siempre están unos 50 puntos por encima del promedio cuando se trata de sus logros. La diferencia es mayor en lectura, ya que los estudiantes en escuelas privadas tienen 79.5 puntos más que los estudiantes en escuelas públicas; mientras tanto, en matemática la diferencia es de 67.3 puntos y en ciencia de 69.3.
Algunos de los factores que pueden ser causantes de estos resultados son las asimetrías en los recursos de las escuelas, las diferencias socioeconómicas de las familias de cada estudiante, y los distintos niveles educativos de los padres. Otros factores variados, también analizados por el examen PISA son el hecho de que algunos estudiantes deben trabajar para ayudar a sus familias, las diferencias entre escuelas rurales y urbanas, y los embarazos adolescentes como razón de la deserción escolar. Mientras que el sistema educativo no puede influir en los factores relacionados con las condiciones de vida de las familias de sus estudiantes, sí debería ser capaz de, dadas estas diferencias, tener un impacto positivo e igualador que ayude a alcanzar mejores resultados en la educación de los adolescentes.
En otras palabras, existen desigualdades de base, desde la vulnerabilidad socioeconómica hasta el nivel de formación de los padres; y mientras que en otras sociedades las escuelas funcionan como un factor que ayuda a incidir en la igualdad de los estudiantes, en Argentina funciona al revés. Las familias con un estatus socioeconómico más alto envían a sus hijos a escuelas privadas que terminan maximizando las desigualdades con respecto a los estudiantes de las escuelas públicas, ya que es un hecho que las escuelas de gestión privada brindan más horas de clase (doble jornada en comparación a la jornada simple de escuelas públicas), ofrecen clases bilingües, tienen mejor equipamiento (laboratorio, computadoras, mejor infraestructura, tecnología), entre otros factores. Efectivamente, el sistema educativo ha experimentado una privatización de la educación, y en los últimos 50 años la educación privada ha pasado de un 7% a un 29.6% del total de estudiantes en el 2018. Y aunque tener más recursos no es una condición necesaria para que los estudiantes obtengan un desempeño satisfactorio, esto crea una situación de desventaja por adelantado para aquellos estudiantes que van a la escuela pública.
Por otro lado, dada la situación económica en la Argentina, considerando tanto la recesión actual como la serie de crisis económicas, políticas y sociales que el país atravesó en la última década, las escuelas públicas adoptaron tareas que van más allá de educar. Los niños y adolescentes en situaciones de vulnerabilidad asisten para obtener el servicio de alimentación escolar, obtienen ayuda pedagógica cuando hay dificultades en sus hogares y asisten para tener un espacio seguro donde quedarse mientras sus padres trabajan. En este sentido, escuelas públicas han renunciado en parte a su rol educativo para adaptarse a las necesidades de los chicos y compensar algunos de los problemas que enfrentan en sus hogares.
Finalmente, la cuarentena obligatoria por la pandemia del coronavirus ha demostrado otra forma en la que la educación privada le lleva la delantera a la educación pública, ya que los colegios privados tienen la posibilidad de continuar con el calendario académico regular mediante la utilización de clases virtuales para que los chicos no pierdan la escolaridad. En las escuelas pùblicas, este acontecimiento no solo les impide brindar clases virtuales al igual que los colegios privados porque no todos los alumnos disponen de computadoras con internet en sus casas para presenciar dichas clases, sino que además les impide adoptar ese rol de contención de niños en situaciones de vulnerabilidad. Nuevamente, el sistema de educación público no ha sido capaz de adaptarse y tiene el desafío de tratar de mantenerse a la par de la educación brindada en las escuelas privadas frente a un contexto incierto.
Un comentario en “El ABC de las desigualdades en la educación argentina”