Artículo escrito en conjunto con @gonzalezpatricioivan
El fin de la Guerra Fría, en principio, trajo a colación la idea inspirada en la tesis de Francis Fukuyama de que el mundo sería un lugar más pacífico y sin conflictos. Sin embargo, algunos pensadores advirtieron que el fin de la vieja dialéctica entre capitalismo vs comunismo significaría el advenimiento de un nuevo conflicto signado por la emergencia y conflicto entre grupos nacionales y étnicos. En otras palabras, un “choque de civilizaciones”.
El atentado terrorista contra el World Trade Center en 2001 aceleró y evidenció el choque cultural entre las civilizaciones de Oriente y Occidente, puesto que, a la par que EE. UU. le declaraba la “guerra al terrorismo”, los Estados europeos empezaron a preocuparse aún más acerca de la posibilidad de que sus comunidades de inmigrantes musulmanes se conviertan en caldo de cultivo de reclutas de grupos terroristas.
Tal como es el caso de Alemania y sus esfuerzos por afianzar el multiculturalismo, el cual según lo declarado por la canciller Ángela Merkel “ha fracasado” (dichos hechos en 2010 durante una reunión de su partido el CDU -Unión Cristiano Demócrata). En Alemania, según el “Informe mundial” de Human Rights Watch en el 2019: “Aunque hubo menos que en años anteriores, los ataques contra refugiados y solicitantes de asilo siguieron siendo motivo de preocupación”, agregando que solo “En la primera mitad de 2018, la policía registró 627 ataques contra refugiados y solicitantes de asilo fuera de su hogar, y 77 ataques contra albergues para refugiados”, siendo así la violencia hacia minorías un indicador de no-integración.
A este apartado, habría que sumarle los hechos ocurridos el pasado 19 de Febrero de 2020 en la ciudad alemana de Hanau, en la cual un ciudadano alemán de 43 años imbuido en “teorías conspirativas y delirios con arengas xenófobos” (según lo descrito por El País – portal de noticias) y atosigado por la sensación de estar siendo vigilado por servicios de inteligencias con agentes “capaces de leer la mente”, abrió fuego en dos bares frecuentados por inmigrantes de forma consecutiva, asesinando a 9 personas, entre ellas tres alemanes, dos turcos, un búlgaro, un rumano, un bosnio y una última persona con doble nacionalidad alemana y afgana.
Estos aberrantes eventos, y el hecho de que en este último caso el perpetrador del crimen haya sido tildado de “ultraderechista alemán” por multitud de medios, han desatado nuevamente un debate político signado por acusaciones y críticas en torno a los peligros de la propagación de un discurso anti-inmigración, usualmente tildado de xenófobo, siendo el principal receptor de dichas acusaciones el partido de derecha AfD (Alternative für Deutschland/Alternativa para Alemania), el cual se ha esforzado para reducir el significado del atentado a un crimen perpetrado por un enfermo mental, intentado excluir toda motivación ideológica de este último.
La AfD es un partido político de extrema-derecha surgido en 2013, el cual, tras la crisis de refugiados de 2015, ha ido escalando hasta convertirse en una de las fuerzas políticas más importantes de Alemania en detrimento de los partidos más tradicionales y afines a ideologías más moderadas. De todas formas, los lamentables eventos ocurridos el pasado mes de febrero han desembocado en la política alemana, siendo el caso que el AfD ha perdido (por debajo de sus propias expectativas) en los últimos comicios regionales que se han celebrado.

Esta agrupación política pregona por una política de selectividad inmigratoria, en pos de la preservación de la identidad cultural y estilo de vida alemanes, rescatando del pasado el discurso de que la integración de los inmigrantes a la cultura nacional, devendrá en la “desintegración social” de esta última. Desde sus comienzos el AfD ha aludido a simpatizar mediante evocaciones del pasado a un tipo de votante descontento. Su propuesta de un Estado con una fuerte agenda cultural presupone que en el pasado existieron lazos comunales sanos, a su vez, lamentando la debacle de la comunidad como resultado del creciente énfasis sobre la elección individual y los diversos modus vivendi que admite el multiculturalismo.
En el caso alemán el “retorno” de partidos políticos con ideas de “asimilación” de inmigrantes, en lugar de integración, se debe (principalmente) a la desigualdad socioeconómica subyacente, entre los mismos “nacionales” entre si y de estos en relación a los inmigrantes. Las diferencias socioeconómicas nunca han desaparecido, y si aún hoy existen propuestas de políticas de asimilación, no es producto directo de la diferencia cultural o un “choque de civilizaciones”, sino por las diferencias socioeconómicas subyacentes, antes mencionadas.
Justamente, una de las principales críticas que se le hacen al multiculturalismo es que su pluralismo centrado en las “ventajas de la diversidad”, es un impedimento en el abordaje y tratamiento de problemas subyacentes (como la desigualdad económica) que el multiculturalismo en ocasiones invoca. Tanto la afirmación de que el “multiculturalismo ha fracasado” como que el AfD está en “ascenso” son algo precipitadas. Con respecto a la primera afirmación, sí: el multiculturalismo ha encontrado dificultades en los últimos años y, acompañadas de estas ha surgido un partido político de extrema-derecha que se ha instalado en el plano regional como una fuerza política en “ascenso”.
Pero esto no significa que la apuesta por el multiculturalismo este “muerta”, sino que debe “limar las asperezas” producto de la desigualdad socioeconómica tanto entre Alemanes del Este como del Oeste, como de los inmigrantes hacia estos. Tampoco se cree que la AfD en el corto y mediano plazo pueda “ascender” por fuera del territorio de su núcleo duro hasta convertirse en una de las primeras fuerzas políticas mas importantes a nivel nacional, se proyecta que se mantendrá como un partido con una presencia relevante en ciertas regiones.
Un comentario en “Alemania, entre Alternativa o Multiculturalismo”