BREXIT: END OF THE ROAD?

El 23 de junio de 2016 parece lejano y en un pasado casi impensable. Lo que comenzó para muchos como una idea de locos, hoy es real: el Reino Unido ya no pertenece a la Unión Europea. El divorcio europeo se ha concretado, lo que sigue es definir el futuro de la relación entre los protagonistas, de los cuales depende la economía, el comercio y, en diversos casos, el día a día de sus habitantes. 

El histórico referéndum británico se ha convertido en un hito sin precedentes en la historia europea de las relaciones internacionales. Sin dudas el Brexit y sus extenuantes negociaciones, han actuado como un detonante que quebrantó la histórica relación del Reino Unido frente a Europa y el mundo. Desde la Corona, el Parlamento y los tories, hasta los ciudadanos comunes que han tomado ésta salida de diferentes maneras, el referéndum movilizó a todos los sectores. 

La agenda para los próximos meses se enfocará principalmente en las relaciones comerciales entre el Reino Unido y la UE, siguiendo con el futuro de los acuerdos económicos y la división de fronteras para la movilización de bienes, servicios y personas. Entre las promesas entabladas entre ambas partes, la más firme asegura que el año 2020 será de transición y negociaciones que respetarán los tiempos que demande cada ámbito, acordando de ésta forma que el corriente año no dará sorpresas ni bruscas reformas en los ámbitos más controversiales. 

Tanto Westminster como Bruselas han consensuado, luego de enfrentar la metamorfosis que dejó la negociación de salida, que por lo menos por un año no van a materializarse cambios vertiginosos, éste proceso es lo que se definió como “proceso de transición”. Hasta entonces, la situación permanecerá sin cambios para los ciudadanos, los consumidores, las empresas, los inversores, los estudiantes y los investigadores, tanto en la UE como en el Reino Unido. El país británico dejará de estar representado en las instituciones, agencias, órganos y oficinas de la UE, pero el Derecho Comunitario seguirá aplicándose en el Reino Unido hasta el final del período transitorio. En este sentido, no se verán cambios trascendentales en materia de derecho y jurisdicción británica, a menos que la UE lo autorice. 

De acuerdo a lo expuesto en el Acuerdo de Retirada, la Unión Europea seguirá tratando al Reino Unido como un “estado miembro más”, excepto en lo referente a su participación en sus instituciones y en las estructuras de gobernanza de la misma. De esta forma, el 2020 servirá como una especie de año sabático en cuanto a reformas estructurales, tratando de asegurar de esta manera que los ciudadanos, las instituciones y las empresas británicas puedan acomodarse luego de la vorágine que originó los últimos años las tensas discusiones con Bruselas, con el fin de llegar al ansiado Acuerdo de Retirada. 

Tanto Westminster como Bruselas han consensuado, luego de enfrentar la metamorfosis que dejó la negociación de salida, que por lo menos por un año no van a materializarse cambios vertiginosos

Pasaron décadas hasta que la Unión Europea comenzó a funcionar realmente como una unión regional, para que los Estados miembros pudieran coordinar su política doméstica con el Derecho Comunitario y fusionar las relaciones comerciales, políticas, económicas y culturales, para que hoy podamos reconocer a la Unión Europea como un ejemplar del Regionalismo sin precedente alguno. Asimismo, también tomará años para que el cuestionado divorcio de Gran Bretaña e Irlanda del Norte sienta estabilidad y fluya de forma individual e independiente, alejándose completamente de la Unión de la que alguna vez fue protagonista. En este sentido, aún no hay respuestas al célebre cuestionamiento: ¿Quién gana y quién pierde en el Brexit?.

La grieta de este pensamiento se divide, por un lado, en los que piensan que el Brexit ha demostrado el debilitamiento de una histórica comunidad política como lo es la Unión Europea, evidenciando la falta de modernidad y desarrollo de los últimos tiempos. Por el otro lado de la opinión pública, se argumenta que el Brexit no ha sido más que un error de una decisión que ha sido subestimada por el Reino Unido, la cual destinará en una crisis económica y política de la región británica. Si hay una cuestión segura sobre esto, es que la Unión Europea ha negociado arduamente, y lo seguirá haciendo, en pos de demostrar frente al Sistema Internacional (y sobre todo frente a los Estados miembros de la Unión), las consecuencias de una retirada y la complejidad que esto conlleva. Sin dudas, este interés está demostrado en el Acuerdo de Retirada, ajustando a través de diversas medidas políticas y económicas a Gran Bretaña, enfatizando la importancia del Derecho Comunitario y su correcta aplicación a lo largo del proceso de salida. El disputado Acuerdo de Retirada garantiza que la salida se realice de manera ordenada, y ofrece seguridad jurídica una vez que los Tratados y el Derecho de la UE dejen de aplicarse en el Reino Unido finalizado el proceso de transición. Las disposiciones comunes a ambas partes detallan distintos puntos y condiciones que se deberán cumplir a lo largo del 2020, para asegurar el buen desarrollo de las actividades que, hasta ahora, el Reino Unido y la Unión Europea llevaban en conjunto. 

Uno de los puntos centrales de las negociaciones, es el futuro financiero que deja el Brexit, un objetivo fundamental era liquidar todas las obligaciones que queden pendientes en la fecha de la retirada del Reino Unido de la Unión Europea. En este sentido, ambas partes acordaron una metodología objetiva que permita respetar todos los compromisos conjuntos adquiridos en relación con el presupuesto de la Unión del período 2014-2020. En el mismo marco, el Reino Unido se ha comprometido, además, a seguir cooperando con los diferentes proyectos que ha llevado adelante financieramente, como lo es el Mecanismo para los refugiados de Turquía. 

Siguiendo esta línea, otro punto fuerte del Acuerdo es la garantía de que se respeten los derechos de los ciudadanos europeos que residen en el Reino Unido y viceversa. Este fue un tema de suma preocupación para millones de personas, ya que del Brexit depende su situación legal de residentes. El Acuerdo de Retirada salvaguarda el derecho a residir y continuar sus actividades actuales de más de tres millones de ciudadanos de la UE en el Reino Unido y de más de un millón de ciudadanos del Reino Unido en los países miembros de la Unión. Parece de esta forma que por lo menos hasta finalizar el proceso de transición de salida, los ciudadanos que se encuentren en esta situación no se verán afectados en una primera instancia. 

Tomará años para que el cuestionado divorcio de Gran Bretaña e Irlanda del Norte sienta estabilidad y fluya de forma individual e independiente, alejándose completamente de la Unión de la que alguna vez fue protagonista. 

Sin dudas las negociaciones y las disputas entre ambos Parlamentos, que parecían no tener fin, han alcanzado un consenso que pareciera proteger los intereses del Reino Unido y la Unión Europea de forma justa y equitativa. Sin embargo, se trata de una primera fase de muchas más, que serán a su vez más complejas y sensibles.

Lo que para el mundo parecía que jamás sucedería, se ha concretado finalmente, dejando un futuro incierto para el escenario internacional y una metamorfosis que desordenó el tablero de juego en las relaciones internacionales. El tiempo dirá si el Brexit será recordado como un valiente antecedente por la búsqueda de la independencia nacional ó, por el contrario, como un error descomunal que desintegró y debilitó el fortalecimiento que una vez se logró con la integración y cooperación entre naciones. 

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