Una perspectiva China de la Guerra Comercial.

La guerra comercial entre Estados Unidos de América y la República Popular China es un conflicto de intereses que comenzó durante el 2018 y que en la actualidad se mantiene sin resolver. Esta guerra de tipo comercial entre Estados se da en un entorno donde el sistema internacional es anárquico y en el cual, además de por economía, compiten por la hegemonía del poder. 

Para comprender la actitud de china en este asunto es necesario tener en cuenta la teoría china de relaciones internacionales, particularmente el sistema Tianxia de Zhao Tingyang. El mismo afirma que el sistema tradicional internacional tarde o temprano se transformará en la jungla de Hobbes (una lucha de intereses) y será un escenario de conflicto constante; A su vez, afirma que Kant se equivoca asegurando la paz entre democracias ya que para existir una paz perpetua no tendría que existir la visión de “lo bueno” y “lo malo”, algo que Kant no tiene en cuenta y que es un factor clave dado que la mente en paz no existe, y al no existir esa denominada “mente en paz” es imposible forzar relaciones de lazo familiar entre Estados simplemente se forjan relaciones de amigo-enemigo.

La Guerra económica comenzó el año 2018 cuando el presidente estadounidense Donald Trump decidió instalar aranceles a las importaciones, en primer lugar, de acero y aluminio. Al ser preguntado acerca de si no temía entrar en una guerra comercial con China por esa decisión él mismo respondió: “Las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar” enviando así, un claro mensaje a China que no tendría miedo de aplicar cualquier tipo de proteccionismo y/o bloqueo para reducir el déficit comercial entre ambos Estados.

Y allí comienza la guerra entre China y Estados Unidos de América, con un Donald Trump cansado del déficit que refleja para Estados Unidos la balanza comercial con China. Una balanza comercial que para el 2017 (un año antes del comienzo de la guerra comercial, pero con un Donald ya preocupado) reflejaba que las importaciones provenientes de China eran el 21.4% de las importaciones totales de Estados Unidos mientras que las exportaciones provenientes de Estados Unidos hacia China reflejaban solamente el 10.2% de las importaciones totales del gigante asiático y a Trump esto no le gustaba nada.

En muchas ocasiones Trump se encargó de dejar en claro que esto era un problema que debía ser corregido de inmediato, un problema que dejó el expresidente Barack Obama, al que acuso de no hacerse cargo de la situación y empeorarla. Un problema, que según el actual presidente, afecta a las aspiraciones de “make America great again”, ya que su política comercial proteccionista consiste en obtener mejores acuerdos para los estadounidenses pero a medida que la guerra comercial se intensifica, parece cada vez más probable que sus políticas conduzcan a algo más: una ruptura duradera con China y una nueva alineación del poder global. 

Es necesario tener en cuenta que el accionar del presidente norteamericano se ve avalado por la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974 que permite al presidente de Estados Unidos “imponer medidas o sanciones a países u organizaciones extranjeras que realicen prácticas comerciales injustificables” y “Esta investigación de la sección 301 incluyó un análisis exhaustivo de evidencias, audiencias públicas, consultas con comités asesores del sector privado, informes académicos y de asociaciones comerciales y trabajadores estadounidenses” aclara ShareAmerica, la página del departamento de Estado estadounidense. Por lo cual, Donald Trump encontró un camino allanado y legitimado para poder comenzar con su guerra contra el Estado chino, al mismo tiempo que Mike Pence, vicepresidente asegura que: “Los Estados Unidos de América están tomando medidas específicas y centradas para proteger no sólo los empleos estadounidenses, sino también la tecnología de Estados Unidos, que será el motor e impulsará una economía de innovación en las próximas décadas”. Con ello,se puede observar que esta guerra no es una loca idea del extravagante presidente sino que es un plan estratégico que nace dentro del Estado con el apoyo de gobernantes y del departamento de Estado.

Si el presidente estadounidense creía que esta guerra sería rápida y fácil, realmente se equivocaba o peor aún no conocía a su enemigo y no hay pecado más grande en una guerra que no conocer a tu enemigo. Las medidas estadounidenses pusieron entre la espada y la pared al presidente chino, Xi Jinping, y convirtió la disputa comercial en una cuestión de orgullo nacional. Esto limita la posibilidad no solo de una resolución rápida, sino también de las probabilidades de que el pueblo chino acepte algún tipo de concesión a EE. UU. 

Donald Trump se ha embarcado en un territorio donde el arte de la guerra no recae en el poder inmediato, sino en la prudencia del gobernante para ganarla, así lo dice la teoría china, así lo dice Confucio y Sun Tsu. Esta prudencia puede hacer durar a dicha guerra económica el tiempo que sea necesario para demostrar el poderío chino, un poderío que con el avance de la teoría oriental ha redefinido su ideología para poner en un primer plano el poder material. 

Por lo tanto, el Estado asiático lejos está de retirarse de la guerra económica, todo lo contrario, buscará demostrarle a EE. UU. y al mundo que más allá de su extensa cultura y la idea de mantenerse como hegemón mediante lazos de relaciones familiares, también tiene el poder material -tanto económico como militar- necesario para combatir contra cualquier Estado por el equilibrio de poder y por la seguridad nacional del territorio chino.

Una prolongada guerra comercial puede garantizar una realineación global. Las cadenas de suministro que se ejecutan a través de EE. UU. y China estarían constantemente sujetas a interrupciones, por lo que los fabricantes mundiales tendrían que decidir si seguir una estrategia centrada en EE. UU. o en China. Esto desencadenará en un nuevo equilibrio de poder en el sistema internacional dado que obligaría a los países del ASEAN a alinearse detrás de China, cerrándose al comercio estadounidense debido a su dependencia económica a través del gigante asiático, el cual no dejará que sus países cercanos estratégica y territorialmente se alineen con Estados Unidos. Por lo que la tendencia parece clara: a medida que crece el poder económico y geopolítico de China, los países que se encuentran dentro de la esfera de influencia del gigante asiático sentirán una creciente presión para integrar sus economías con las cadenas de suministro y las multinacionales chinas en lugar de las estadounidenses. 

Dentro de este nuevo equilibrio de poder del sistema internacional, Estados Unidos comenzó un proceso en el cual no tiene un panorama claro y una pronta victoria, teniendo en cuenta que pone en juego su liderazgo internacional. No solo China y los países del ASEAN se pondrán en contra de la hegemonía estadounidense, sino que a su vez Rusia lo verá con buenos ojos, ya que es su oportunidad de derrotar al gigante norteamericano en una alianza con la República Popular China lo que le traerá dolores de cabeza a Estados Unidos, no solo económicos, sino políticos, sociales y estratégicos.

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