El impacto en Irlanda de la primacía de la política en el Reino Unido.
El título parece hacer referencia más a algún país periférico caracterizado por conflictos políticos y su efecto en la incertidumbre económica, pero es en esta situación en la que se encuentra el Reino Unido, que supo ser la indiscutible potencia mundial y ejemplo de democracia parlamentaria por su flexibilidad. Hoy, el reino está inmersa en una crisis política que no solo arrastra consigo primeros ministros, sino que amenaza al sistema de partidos y la credibilidad del sistema electoral en sí.
La crisis política tiene 5 pilares fundamentales que hacen de esta situación un conflicto caracterizable como cuasi irresoluble. (primero) La suspensión del parlamento por 5 semanas, (segundo) la rápida aprobación de una ley que prohíbe expresamente las intenciones del premier de una salida del la Unión Europea sin acuerdo, (tercero) un primer ministro que no ha sido nombrado por el parlamento y que no posee una mayoría, (cuarto) la diáspora de 21 parlamentarios conservadores por el rechazo al premier y el partido del Brexit que logra ganar adherentes en la medida que se aprovecha de la profunda división social producida por este proceso y (quinto) la falta de respuesta de los partidos tradicionales.
El concepto de “primacía de la política” (por sobre la economía) tuvo su auge en la descripción de los procesos políticos de comienzos del siglo XX en Europa y hoy resulta útil para ver en qué medida la crisis del Brexit tiene sus raíces en los intereses políticos que afectan a la economía desde una perspectiva eficientista y utilitarista. Estas perspectivas tuvieron hegemonía incuestionable en la política comercial inglesa, el Reino Unido fue un defensor incansable del libre cambio desde un enfoque liberal y racionalista y hoy esa tradición podría terminar con la salida de la Unión Europea y la imposición de aranceles proteccionistas por intereses políticos particulares.
La primacía de la política se vislumbra también en el crecimiento del partido del Brexit, con poco anclaje técnico o racional, apelando a emociones y a la idea de recuperar una soberanía política perdida en manos de Europa, este creciente partido contribuye a la crisis democrática exaltando con un discurso engañoso el sentimiento nacionalista y anti europeo.
A medida que se acerca la fecha límite, el 31 de octubre, impuesta por la unión europea para que el Reino Unido llegue a un acuerdo sobre su salida, las opciones sobre los posibles desenlaces a la crisis parecen multiplicarse en vez de definirse.
Una prórroga del Parlamento europeo parece hoy tener menos acuerdo dentro del órgano legislativo regional, mientras tanto el primer ministro insiste en que el 31 de octubre es la fecha en la que el Reino Unido saldrá de la Unión Europea y comenzará el proceso de “ir hacia adelante”. Los paralelismos del “parlamentarismo Westminster” con los presidencialismos más rígidos encuentran con Boris Johnson su máxima expresión, en el distanciamiento de la política inglesa del modelo tradicional de parlamentarismo plural europeo.
Desde que los acuerdos de Theresa May fueron en tres ocasiones rechazados, el laborismo insiste en el llamado a elecciones generales casi diariamente, a la luz de los nuevos acontecimientos, es el nuevo primer ministro conservador, quien no ha sido electo por el cuerpo soberano, el que quiere llamar a elecciones para conseguir una mayoría que hoy no posee. Pero para el líder laborista Jeremy Corbyn las circunstancias cambiaron, hoy el partido que lidera rechazaría un llamado a elecciones que desvíe la atención de la cámara que en su opinión e interés debe frenar al nuevo premier.
Una salida sin acuerdo resultaría en primera instancia en un “Brexit duro” lo que implica una retirada del Reino, tanto del mercado común como de la unión aduanera, esto quiere decir a priori la suspensión del libre flujo de mercancías y personas entre el reino y Europa y la posibilidad del reino de imponer sus propias barreras aduaneras externas, y firmar sus propios acuerdos de comercio.
Esta situación afectaría principalmente a Irlanda, el único Estado que tiene frontera terrestre con el reino. Un brexit duro implicaría la posibilidad cierta de instalar controles aduaneros en los más de 200 cruces y casi 500 kilómetros de frontera entre Irlanda del Norte y La República de irlanda. Las consecuencias de esto serían obviamente graves en la economía de ambos lados de la isla y a su vez podrían reeditar el conflicto político entre los unionistas y los republicanos irlandeses.
Actualmente el 15% de las exportaciones de la República tienen como destino al Reino Unido, pero este porcentaje alcanza el 40% en las exportaciones agropecuarias, sector que sería muy dañado de imponerse barreras aduaneras. Pero no serían solo ellos, dos tercios de las exportaciones irlandesas atraviesan en su recorrido el territorio inglés, de producirse un Brexit duro los costos de transacción aumentarían perjudicando a gran parte de la economía de la República.
Según las predicciones del “Copenhagen Economics” realizadas en un informe para el Gobierno de la República de Irlanda, si el Reino Unido se retira de la Unión Europea, cualquier sea el modelo de comercio exterior que se aplique, tendrá consecuencias negativas para la economía de la República insular. En el informe se estudian no solo las consecuencias de una Brexit duro sin acuerdo previo, lo que llevaría a reglamentar el comercio según las normas de la OMC, sino otras opciones como pueden ser la firma de un tratado de libre comercio con la UE, un acuerdo de una unión aduanera (que posibilitaría algunas tarifas para el comercio entre las partes) como así la inclusión de Irlanda del Norte o todo el Reino dentro del Espacio Económico Europeo (al estilo noruego).
De cualquier modo, la situación de incertidumbre actual ya es perjudicial en lo económico tanto para Irlanda del Norte como para la República, pero el aspecto económico empieza a tener sus repercusiones políticas en ambos lados de la frontera, especialmente en el norte donde el sentimiento de desarraigo con el gobierno de Londres crece en la medida que sus demandas no son atendidas.
Los ciudadanos del Reino Unido votaron en el referéndum del Brexit para retomar las riendas de la democracia británica, pero lo que está sucediendo es todo lo contrario, la suspensión del parlamento y un premier sin mayoría ni nombramiento democrático son algunos indicadores remarcables del declive de la calidad de la democracia que vive el sistema político insular.
La supremacía de la política sobre la economía que se da hoy en la política británica tiene, y tendrá aún más de seguir así, consecuencias directas en la economía de su Estado vecino, y lo que es más grave, podría reeditar un muy peligroso conflicto entre los irlandeses.
Me parece una visión muy interesante