Entre Oriente y Occidente: la controversial membresía de Turquía en la OTAN

Turquía entró en 1952 en la Organización del Tratado del Atlántico Norte como consecuencia de la voluntad del gobierno anticomunista turco en el marco de la Guerra Fría. A partir de ese momento, su participación fue crucial porque esbozó un baluarte en el ala sureste para la OTAN. Disuelta la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, las Nuevas Amenazas emergieron y Turquía continuó siendo un pilar clave dentro de la organización.

Históricamente para la OTAN las fortalezas de Turquía a la hora de considerarlo un activo estratégico radicaban en su ubicación geopolítica, separando Europa occidental de Oriente Medio, y en sus Fuerzas Armadas, poseyendo el segundo Ejército más grande de la Alianza.

Con el objetivo de mantener la seguridad y estabilidad en el área euroatlántica, Turquía se comprometió a cumplir con los principios rectores de la OTAN: la indivisibilidad de la seguridad de la Alianza, la solidaridad entre aliados, el justo reparto de riesgos y cargas y la regla del consenso. A su vez, reconoció la importancia de formar parte de esta Alianza considerando su capacidad para adaptarse al contexto dinámico de la seguridad internacional.

El compromiso con la OTAN se marcó desde un primer momento con el envío de tropas a la Guerra de Corea en 1953 y posteriormente en la participación activa en 16 misiones de paz (entre ellas, se resaltan las de Afganistán, Kosovo y Líbano). Además, en Estambul se encuentra la sede de Nato Rapid Deployable Corps Turkey (NRDC-T), un Comando de Fuerza de alto nivel donde se desarrollan trabajos cooperativos de despliegue de acción rápida entre los países miembros de la Alianza.

Sin embargo, en los últimos años Turquía se ha mostrado desafiante frente a la OTAN, particularmente desde el compromiso adoptado por el presidente turco Erdogan de comprar sistemas de misiles tierra-aire S-400 a Rusia, cuestión que se dio en paralelo con las negociaciones de compra de aviones F-35 estadounidenses. La administración de Trump presionó para que el gobierno en Ankara renuncie al acuerdo de compra del S-400, entendiendo que el sistema Patriot estadounidense era compatible con la OTAN y más asequible, y a su vez amenazando con suspender la entrega de los cazas F-35. Aun así, los esfuerzos de disuadir a Turquía fueron vanos.

¿A qué se debe el comportamiento de Turquía? ¿Dónde queda el principio de interoperabilidad de la OTAN? ¿Es confiable tener un aliado como Turquía en la Alianza?

Partiendo de la base: la creación de la OTAN en un principio no fue sólo el resultado de la percepción de una amenaza común, sino también el deseo de Estados Unidos de expandir el orden liberal basado en los principios wilsonianos de paz y estabilidad, gobernanza democrática, economías de libre mercado y el respeto por los Derechos Humanos. Si se toman en consideración estos preceptos, Turquía per se no se adhería a ellos, por lo cual deja en duda hasta qué punto la Alianza es representación pura de la identidad liberal del bloque.

Más aún, la cohesión de la Alianza se vio afectada post-Guerra Fría, considerando que su razón de ser, la amenaza soviética, había desaparecido como tal. En paralelo, Turquía también tuvo una transformación interna: surgieron los debates de seguridad nacional frente al fundamentalismo islámico y el separatismo kurdo, y las relaciones con Occidente se erosionaron frente a la negativa de la Unión Europea de adherirlo como miembro.

En este contexto, se dieron dos eventos que demostraron los inicios de la reticencia: por un lado, cuando el Parlamento turco negó el paso de tropas estadounidenses sobre el territorio de Turquía para cruzar hacia el norte de Irak; y por otro, la crisis interna que se dio en el marco de la OTAN respecto al despliegue de la Allied Command Europe Mobile Force (fuerza pequeña de reacción rápida) como medida preventiva antes de la guerra con Irak.

A ello se le suma un tercer evento en 2007 que intensifica las rispideces en las relaciones turco-trasatlánticas: cuando el Parlamento turco aprobó una resolución que autorizaba la incursión militar en el norte de Irak para erradicar el problema del Partido de los Trabajadores del Kurdistán. Esta medida se tomó como resultado de la dilación de Estados Unidos frente a la solicitud de apoyo de Turquía para hacer frente a la amenaza kurda.

Es a partir de 2009 que cambia completamente el paradigma de Turquía y pasa de ser un “activo estratégico” de la OTAN a querer conformarse como un poder regional asertivo. Si en la Guerra Fría Turquía había apostado a Europa Occidental, el escenario de la posguerra revelaba una inclinación hacia Medio Oriente.

La realidad muestra que mientras la OTAN se sigue manteniendo bajo una proyección a largo plazo a partir de sus partnerships, Turquía particularmente se enfoca en la resolución inmediata de conflictos que generan inestabilidad regional (Siria, Irán, Israel y Palestina, Libia e Irak). Mientras la OTAN se construye a partir de “democracias de ideas afines”, Turquía deja de lado la cuestión normativa y se centra en la gestión de los intereses regionales, acercándose al mundo árabe y en un plano más amplio, a Rusia.

¿Esto implica el fin de Turquía en la OTAN? En principio no. Turquía sigue desempeñando un papel clave contra las amenazas regionales señaladas por la Alianza del Atlántico Norte. En todo caso no debería hablarse de las tensiones entre Turquía y la OTAN, sino más bien entre Turquía y Estados Unidos.

Hay un hecho que es irrefutable: la dinámica del sistema internacional contemporáneo se caracteriza por ser un entorno mucho menos estable y el juego de poder de los poderes regionales tiene una connotación completamente distinta a la del contexto de la Guerra Fría. Quizás ese reconocimiento de resignificación sea el que necesite Turquía.

2 comentarios en “Entre Oriente y Occidente: la controversial membresía de Turquía en la OTAN

Deja un comentario