Donde bailan dos… ¿bailan tres?

La intervención “silenciosa” de Rusia y China en Venezuela

Con la aparición de la imagen del presidente “encargado” en Venezuela, el país de la eterna revolución se vió involucrado en un sin fin de acciones que pusieron en duda la legitimidad del mandatario Maduro, que en el transcurso de los días se evidencia cómo su poder y su órbita de influencias se va disipando con un final incierto en el recorrido de los últimos pasos de los deseos de Chávez.

Complejo como tal, el conflicto en el que se ve sumido la nación bolivariana implicó el involucramiento directo de las principales potencias y de los países en la región que “afectados” y conmovidos por la población, no tardaron en tomar bando por uno u otro en la puja del poder ejecutivo venezolano.

Pero, la toma de bandos, se define en términos con la aparición de Guaidó, o ¿hay antecedentes que marcan la intromisión y los intereses de los países más influyentes en el orden mundial?

Cuando se reflexiona sobre la intervención en un país latinoamericano, aparece en el imaginario colectivo, ya sea por memoria o justificaciones ideológicas, el nombre de Estados Unidos. Como ha demostrado la historia, la nación norteamericana ha intervenido en el continente incontables veces desde el s.XIX. Comenzando con el Destino Manifiesto y pasando por la Doctrina Monroe, el corolario Roosevelt y la necesidad de mantener su patio trasero en orden, Estados Unidos ha sido el responsable de intervenciones militares por más de cien años apoyando a regímenes de índole autoritarios y antidemocráticos.

Siguiendo esta lógica, en las declaraciones de Trump, Estados Unidos evalúa la posibilidad de tomar cartas en el asunto en la cuestión venezolana. Esto conllevaría la adopción de intervenciones directas en diferentes escalas, con el envío efectivo de tropas para poder “pacificar” la región.

Por otro lado los rusos y los chinos se muestran reacios en cuanto la intervención de alguna nación u organismo en los asuntos que maneja el país de Bolívar, pero ¿realmente una intervención armada implica la intromisión de un Estado en los asuntos domésticos? o ¿existe la evidencia de que tanto Rusia como China están implicados en un entramado “silencioso” en el cual infieren las decisiones de Maduro y sus allegados?

Se pone a Rusia y China como eje en la cuestión ya que los mismos se han mantenido como el sostén de la legitimidad del régimen Chavista. En el índole comercial, sin cifras oficiales, China a lo largo de la última década le ha prestado cerca de US$ 62.000 millones, la mayor parte está formada por créditos pagaderos en petróleo. En lo que compete a la Federación Rusa ha inyectado más de US$17.000 millones en los últimos 20 años. En total, entre ambas naciones se ha abastecido al país bolivariano con un aproximado de US$80.000 millones.

Con la incógnita del desarrollo de esta crisis y la bicefalia en el ejecutivo, los prestamistas orientales y rusos se ven en un panorama incierto con respecto a la devolución de estos créditos, lo que lleva a la conclusión que el temor por la restructuración de la deuda configura uno de los pilares por el cual tanto Pekín como Moscú se posicionan como los hermanos mayores en el plano de la defensa de la soberanía de Caracas.

Otro de los pilares para comprender el tablero de ajedrez que se ve inmerso la situación de Venezuela, es la noción de las identidades.  Tal es el caso de las famosas jornadas de ayudas humanitarias, donde se ve la postura del presidente Maduro con respecto a quien tenderle la mano para recibir las mismas.  El presidente chavista vio en Estados Unidos un enemigo que pretende quedarse con los recursos del país y así mismo lo expresó cuando Trump decidió el envío de ayuda humanitaria al país latinoamericano: ”ellos quieren imponernos un país colonial, de esclavos, de mendigos… quieren convertir a un país de gente digna y laboriosa en un país de mendigos. Con este show de la ayuda humanitaria mandan un mensaje ‘Venezuela no puede, Venezuela tiene que mendigar al mundo’, y Venezuela no le va a mendigar nada a nadie en este mundo, Venezuela sí puede”.

Sin embargo, pocos días después, él mismo declaró “nosotros tenemos diariamente cooperación, llamada asistencia técnica internacional, asistencia humanitaria… llegarán 300 toneladas de ayuda y asistencia humanitaria de Rusia”. Entonces, ¿aceptan o no la ayuda? Parece ser que estas respuestas son afirmativas o negativas dependiendo de quién decide enviarla.

La pregunta fundamental que se desprende del supuesto anteriores es ¿la ayuda humanitaria implica una pantalla para la introducción de apoyo logístico armamentístico por parte de Rusia y China en el pais de Chavez?

Si se toma la noción militar, claro está que existe la presencia rusa y china en suelo bolivariano. El Kremlin decidió enviar más de 1000 soldados para reforzar al presidente, el 23 de marzo de este año aterrizaron en el aeropuerto de Maiquetía (Caracas) dos aviones rusos con armamentos y 100 miembros activos, con la excusa de discutir cooperación técnico-militar. Dos días después, arribaron a la Isla Margarita tropas PLA (tropas de origen chino) bajo la excusa de brindar ayuda logística y técnica. China ha encontrado en Venezuela un puerto de entrada a América Latina de sus exportaciones militares, se convirtió en el principal país proveedor de armas a Caracas en 2016 y 2017. De Rusia obtuvo el 65% de las armas que adquirió desde el 2006. En este sentido, el régimen chavista ha sido uno de los principales compradores de la tecnología militar de ambas potencias en los últimos años.

Por otro lado, la afinidad de Maduro con China y Rusia conlleva para ambos un posicionamiento estratégico en el cual se configuran como esferas de influencia en el continente Americano, que le fue esquivo de negociaciones en cuanto Estados Unidos cumplio a raja tabla su papel de hegemon dominante en su “patio trasero”. El hecho de mantener el régimen Chavista implica que ambos países pueden seguir operando en sus respectivas ambiciones contrarias de la Casa Blanca.

Es por ello que la política y la postura de Venezuela juega como una traba en la maquinaria de influencias de los Estados Unidos en lo que implica el comercio de crudo de petróleo, en el cual el discurso anti imperialista se ve sumido por los dólares que llegan del país del norte. Quizás encontrar en Estados Unidos un “enemigo común” entre las elites políticas sea la última estrategia que se le ocurre a Maduro para mantenerse en el poder y justificarse frente a la situación de crisis institucional y de legitimidad que se ve inmersa la sociedad venezolana.

En conclusión, en el contexto incierto que presenta el “quiebre de la democracia” de Venezuela, cada uno de los tres principales actores buscan defender su porción de torta del comercio y la influencia. Pero también buscan, la oportunidad, de agrandar y llevarse un tercio más beneficioso para ellos mismos en el camino de las ventajas que conlleva el mantenimiento o el quiebre de la Revolución ideada por Chávez.

+ Este artículo fue confeccionado con la colaboración de Dana Sager y Alejo Sanchez Piccat

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