Durante años, Elon Musk y Donald Trump se respaldaron mutuamente en un juego de poder, influencia digital y retórica política. Pero esa sociedad, tejida entre algoritmos y ambiciones cruzadas, se tambaleó la semana pasada bajo el peso de sus propios excesos.

El primer cruce entre ambos data del año 2016, cuando, con la llegada del republicano a la presidencia, Musk aceptó formar parte de varios consejos asesores del nuevo gobierno. No obstante, en junio de 2017, tras la decisión de Trump de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el cambio climático, Musk, por entonces activo defensor del medioambiente, se apartó de su asesoría en señal de protesta. Pero este primer desencuentro se vio apaciguado luego de elogios por parte de Trump en 2022 y del apoyo de Musk luego del intento de asesinato que sufrió el líder republicano en 2024. Ese mismo año, el magnate se convirtió en el mayor donante individual de su campaña a la presidencia, aportando 250 millones de dólares. 

Esta vez su relación escaló a una amistad, de acuerdo a los propios protagonistas, con enormes beneficios para ambos lados, lo que hizo su caída aún más estrepitosa.

Una militancia algorítmica

Una investigación de The New York Times reveló que la adquisición de la red social X (anteriormente conocido como Twitter) por parte de Elon Musk no fue simplemente una operación empresarial impulsada por su interés en la libertad de expresión, como sostuvo el propio magnate, sino una movida con fines políticos. 

Musk justificó el desembolso de 44 mil millones de dólares como un intento de proteger el derecho a la libre opinión frente a lo que consideraba una amenaza del pensamiento progresista, tomando como antecedente la suspensión de la cuenta de Donald Trump, tras el asalto al Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021, por incitación a la violencia. 

Sin embargo, el informe del Times sostiene que, en realidad, Musk buscaba impulsar una agenda ultraderechista y fortalecer alianzas con líderes ideológicamente afines como Trump, Javier Milei, Jair Bolsonaro y Narendra Modi, a quienes ha respaldado públicamente desde su plataforma, promoviendo discursos conservadores alineados a estos dirigentes, en temas sensibles como el género, la inmigración y la “batalla” contra el llamado “virus woke”. 

Una de las acciones más simbólicas fue la restitución de la cuenta de Trump en la red social, en un gesto que marcó una clara inflexión hacia una utilización política de X. A partir de este momento, muchos críticos señalan que el sitio se transformó en una indiscreta plataforma de propaganda republicana. Esa reputación se consolidó no solo por los gestos de Musk, sino que fue la modificación de los algoritmos, ordenada por el propio magnate, para beneficiar discursos afines a la derecha mundial, y a Trump en particular. 

Según una investigación del medio Platformer, el hecho de que la publicación en X del entonces presidente demócrata Joe Biden sobre el Super Bowl de 2023 obtuviera más repercusión que la del propio Musk, apoyando al mismo equipo, habría sido el detonante para que el empresario ordenara modificar el algoritmo de la plataforma con el fin de favorecer sus publicaciones y cumplir su propósito político original. 

Tanto Platformer como The Wall Street Journal informaron que incluso cuentas nuevas, sin historial de actividad, eran expuestas de forma desproporcionada a contenido de derecha, particularmente en defensa de las posturas de Trump, incluso promoviendo fake news. Este sesgo algorítmico evidenció un uso estratégico de la red social para moldear la opinión pública a favor del entonces expresidente y candidato.

Un caso especialmente ilustrativo fue la difusión en X de un video manipulado de la vicepresidenta Kamala Harris, candidata presidencial demócrata, en el que se la hacía decir con una voz falsificada: “Me eligieron por ser el ejemplo ideal de diversidad”. Elon Musk compartió el video en julio con la frase “esto es increíble” acompañada de un emoji de risa. La publicación alcanzó 136 millones de visualizaciones adicionales, pese a que el contenido no fue etiquetado como parodia ni advertido como desinformación.

Musk también afirmó que los demócratas estaban introduciendo inmigrantes indocumentados a Estados Unidos para otorgarles amnistía y así garantizar un nuevo electorado favorable, reforzando una narrativa conspirativa común en círculos de derecha.

Todo esto tuvo un impacto directo en las elecciones presidenciales de Estados Unidos celebradas el 5 de noviembre de 2024. Durante el proceso electoral, X se convirtió en una herramienta central en la campaña digital a favor de Donald Trump. 

No solo se amplificó la visibilidad de mensajes pro-republicanos, sino que incluso la cuenta con el nombre de usuario @America fue tomada y convertida en un canal exclusivo de promoción de Trump, reforzando su presencia en la red y dotando su candidatura de un alcance sin precedentes a través de la plataforma de Musk.

Tras la reelección de Trump en noviembre de 2024, Elon Musk es nombrado director del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), una comisión asesora presidencial destinada a “reestructurar el gobierno federal y eliminar regulaciones para reducir los gastos y aumentar la eficiencia”. 

Amenazas cruzadas

La relación de Musk y Trump ha pasado de una alianza estratégica a una mediática confrontación pública. Luego de 130 días como empleado especial del gobierno estadounidense y algunos desacuerdos que hasta ese momento ninguno de los protagonistas había discutido públicamente, el magnate se alejó del gobierno en mayo de este año. Alegó su intención de dedicar más tiempo a sus negocios privados, muchos de ellos afectados por su asociación política.

Durante su retirada también expresó críticas hacia el “gran y hermoso” proyecto de ley presupuestario, advirtiendo que era un “proyecto de gasto masivo” que aumentaba el déficit y contradecía el trabajo de ajuste que había realizado en el DOGE. 

Lo cierto es que Musk se ve impactado de forma directa por la eliminación, que esta propone, de subsidios destinados a la compra de vehículos eléctricos. Actualmente, quienes adquieren uno de estos autos fabricados en Estados Unidos pueden recibir un apoyo de 7500 dólares, algo que ha favorecido a Tesla, compañía del sudafricano. 

Pero diversos medios aseguran que la gota que rebalsó el vaso del lado de Musk habría sido el 1 de junio, cuando el presidente estadounidense anunció que retiraba la nominación de un aliado del CEO, Jared Isaacman, para estar frente a la NASA. 

Dos días después, la maquinaria propagandista que alguna vez ayudó a Trump, se volvió contra él mediante publicaciones virales del propio Musk que señalaban vínculos del mandatario con el infame caso de explotación y abuso sexual, que tiene como protagonista a Jeffrey Epstein. En su verborragia tuitera, favorecida por el sesgo algorítmico que impera X, el CEO también pidió su impeachment y llegó a mencionar la posibilidad de fundar un nuevo partido político. 

Trump mostró sus municiones, amenazando con anular los contratos multimillonarios que las empresas de Musk mantienen con el gobierno estadounidense, y con retirar subsidios otorgados a estas mismas, acusándolo de ingrato y advirtiendo que no tiene intenciones de reconciliarse. El sudafricano, por su parte, puso en el campo de batalla la dependencia de Space X que tiene el Departamento de Defensa para el lanzamiento de satélites y otros servicios. 

Cese al fuego

La dependencia subsidiaria de Musk y la dependencia discursiva de Trump han sido sus caballitos de batalla principales. Las amenazas fueron disparadas continuamente desde ambos frentes. Pero un acuerdo parece no estar fuera de la mesa de negociación si se tiene en cuenta la capacidad destructiva que tienen uno sobre el otro. 

Lo cierto es que el actual estado de situación retrata a un Musk que retrocede, borrando sus diversas publicaciones contra el mandatario, ante la reacción adversa de los mercados a esta confrontación, su tuit donde declaraba: “Lamento algunas de mis publicaciones sobre el presidente Donald Trump de la semana pasada. Fueron demasiado lejos”.  Mientras tanto, Trump también apacigua las aguas, respondiendo a la columnista Miranda Devine “supongo que podría (dialogar con Musk)”.

A corto plazo, Trump tiene el poder predominante, considerando el repliegue del magnate. Pero a largo plazo, Musk se posiciona como un actor preponderante, con una capacidad de influencia mediante el sesgo algorítmico de X que lo transforma en uno de los principales jugadores en la política ultraderechista. 

En este nuevo tablero político, donde las redes sociales son campos de batalla y los algoritmos, armas de influencia, la guerra fría entre Trump y Musk no solo evidenció una confrontación entre dos egos colosales, sino que también expuso hasta qué punto el poder tecnológico puede desafiar al estatal. Incluso con la retirada táctica de Musk, quedó claro que quien controle la infraestructura digital del discurso público puede modelar realidades políticas, reconfigurando los límites tradicionales del poder.

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