La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) es una organización regional formada por 10 países: Brunéi, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam. Desde su fundación en 1967, la ASEAN ha buscado fomentar la cooperación económica, política y cultural entre sus miembros, además de garantizar la estabilidad regional. Con un PIB combinado de 3,8 billones de dólares en 2022 y una población que supera los 650 millones, la ASEAN se ha consolidado como un actor clave en la economía global.

En este contexto, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, iniciada en 2018 y revitalizada desde la vuelta de Donald Trump al despacho oval, ha colocado a la ASEAN en una posición estratégica y desafiante. Este conflicto, caracterizado por aranceles y tensiones económicas entre las dos mayores potencias mundiales, ha generado repercusiones que afectan el comercio, las inversiones y la geopolítica del Sudeste Asiático. Como la guerra comercial impacta a la ASEAN, las estrategias de respuesta de la región y el rol de EE.UU. y China en este escenario son cruciales de comprender en un mercado emergente que va cobrando mayor importancia.

¿Cómo cae el problema en la organización?

La guerra comercial ha alterado las dinámicas económicas de la ASEAN de manera significativa. Los aranceles impuestos por EE.UU. a productos chinos han motivado a muchas empresas a reubicar sus operaciones desde China hacia países de la ASEAN, como Vietnam, Tailandia e Indonesia. Este desplazamiento ha impulsado las inversiones extranjeras directas (IED) en la región. Por ejemplo, Vietnam experimentó un aumento del 81% en las IED en 2019, beneficiándose de la reconfiguración de las cadenas de suministro globales.

Sin embargo, no todo son ventajas. La incertidumbre generada por el conflicto ha afectado las exportaciones de la ASEAN, una región que depende en gran medida del comercio internacional. La desaceleración del comercio mundial y la apreciación del dólar estadounidense han encarecido las importaciones, presionando las economías locales. Así, la guerra comercial representa un equilibrio delicado entre oportunidades de crecimiento y riesgos económicos.

Para enfrentar este panorama, la ASEAN ha implementado estrategias que buscan mitigar los efectos negativos y capitalizar las oportunidades. Una de las principales respuestas ha sido la diversificación de socios comerciales. Países como Singapur y Malasia han fortalecido sus relaciones con la Unión Europea, Japón y Corea del Sur, reduciendo su dependencia de EE.UU. y China. Además, la integración económica regional se ha intensificado mediante la Comunidad Económica de la ASEAN (AEC), que promueve un mercado único y una mayor cohesión entre los miembros. Mismo en nuestro país, las representaciones de los países miembros de la organización han incrementado las oportunidades en las que promovieron sus intereses y la posibilidad de incrementar el comercio con la región con la cual hay complementariedad en determinados aspectos.

Otro enfoque ha sido la cooperación con China a través de la iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI). Proyectos de infraestructura financiados por China han proliferado en la región, aunque esto ha generado debates sobre la deuda y la influencia china. A pesar de estas preocupaciones, la ASEAN ha intentado mantener un equilibrio pragmático, aprovechando los beneficios económicos sin comprometer su autonomía. Las inversiones en líneas ferroviarias en Laos, puertos en Malasia, Camboya, Myanmar, entre otras.

China, Estados Unidos y la influencia

Tanto China como EE.UU. han intensificado sus esfuerzos por consolidar su influencia en la ASEAN durante la guerra comercial. China ha fortalecido su posición como principal socio comercial de la región, promoviendo iniciativas como la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), que incluye a la ASEAN y otros países asiáticos. Las inversiones chinas en infraestructura y tecnología han profundizado los lazos económicos, aunque también han generado tensiones geopolíticas.

Por su parte, EE.UU. ha impulsado la Estrategia Indo-Pacífica Libre y Abierta (FOIP), buscando contrarrestar la influencia china mediante la promoción de valores democráticos y acuerdos comerciales bilaterales con países como Singapur y Vietnam. Sin embargo, el proteccionismo estadounidense ha generado dudas sobre su compromiso con el comercio multilateral, lo que ha complicado su relación con la ASEAN. La retirada del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), tuvo un impacto significativo en la región, incluyendo a los países de la ASEAN, y abrió oportunidades para que China expandiera su influencia a través de inversiones infraestructurales y acuerdos comerciales. Los 11 países restantes renegociaron y firmaron el Acuerdo Integral y Progresista para la Asociación Transpacífica (CPTPP) en marzo de 2018, manteniendo la mayoría de las disposiciones originales, pero suspendiendo 22 provisiones impulsadas por EE.UU., especialmente en propiedad intelectual y disputas de inversión, puntos críticos que han incrementado en importancia desde la retirada.

Oportunidades y desafíos

La guerra comercial entre EE.UU. y China ha situado a la ASEAN en una encrucijada geopolítica y económica. Si bien la región ha logrado atraer inversiones y diversificar sus socios comerciales, también enfrenta desafíos como la volatilidad económica y la presión de las superpotencias. A su vez, la ASEAN se presta para eventuales intermediaciones entre las potencias, logrando incrementar su poderío político. Por otro lado, la ubicación geográfica de los países miembros, la importancia de los estrechos de Malaca y Singapur para el comercio mundial, le otorga un peso que va en ascenso en el proceso de toma de decisiones y mismo, la fortaleza creciente de sus países miembros como Indonesia permiten dilucidar un peso propio en incremento y una política exterior conjunta que cobra una mayor relevancia y poder en la toma de decisiones. 

Sin lugar a dudas la multilateralidad y una política de equilibrio han de ser el ABC en la toma de decisiones respecto a las dos superpotencias, para poder maximizar los beneficios que otorga China en cuanto a inversiones infraestructurales tan necesarias (en particular para los estados ribereños del Mekong-Ganges) para su desarrollo. Si bien China impulsa obras para reducir su dependencia de los estrechos con proyectos como el corredor ferroviario en Pakistán o el pretendido vía Myanmar, lo cierto es que las tensiones internas y externas de estos dos países ponen en vilo a las iniciativas no representando una amenaza tan candente para los Estados miembros en cuanto Estados de paso obligado.

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