Hubiera querido responder que por encima de él estaba su director, el cual era un personaje del régimen, y que además estaba el régimen con su policía y su censura, y que en Portugal estaban todos amordazados, en resumidas cuentas, que no se podían expresar libremente las propias opiniones Antonio Tabucchi, Sostiene Pereira 

Durante una semana o dos hemos sido el pueblo más feliz del planeta José Saramago, Premio Nobel de Literatura portugués

Este 25 de abril se cumplen 51 años desde el advenimiento de la Revolución de los Claveles, un alzamiento armado que se produjo en Portugal en el año 1974, cuando un grupo de jóvenes soldados del Movimiento  de las Fuerzas Armadas se levantaron contra la dictadura en el poder desde 1926. Decidí abordar la Revolución de los claveles en la segunda edición de este newsletter, ya que considero que este hecho es un hito fundamental en la construcción democrática europea en tanto significó el comienzo de la democratización en el sur de Europa que luego se propagó al Este del continente. 

La cita con la que decidí introducir esta decisión pertenece a Sostiene Pereira, una novela de Antonio Tabucchi, autor italiano que vivió muchos años en Portugal. En dicha obra se narra la historia de Pereira, un periodista encargado de la sección cultural del diario Lisboa que debe afrontar las vicisitudes de vivir bajo la dictadura de Salazar en los años previos a la Segunda Guerra Mundial. En la redacción, Pereira le dio trabajo al joven Monteiro Rossi, un joven militante antifascista italiano que había escapado del régimen de Mussolini. Si bien al principio Pereira mantiene una posición pasiva ante los crímenes de la dictadura salazarista, hacia el final de la novela realiza un pequeño acto de resistencia al denunciar los crímenes de la dictadura en el diario burlando a la censura. 

Durante casi 50 años, Portugal fue subyugado por la dictadura del Estado Novo, cuyo principal exponente fue el dictador Antonio de Oliveira Salazar. Incluso después de la Segunda Guerra Mundial, la democratización de Portugal parecía irrelevante para los países de Europa Occcidental. Los españoles y portugueses se sintieron traicionados al ver que los Aliados habían roto su promesa de garantizar la democracia en todo el continente. 

El régimen salazarista, al igual que el franquista, se caracterizaba por su anticomunismo, su ideología autoritaria pero indefinida y su fuerte represión a cualquier tipo de disidencia. Al igual que en Sostiene Pereira, donde Monteiro Rossi es atacado por la policía paramilitar del régimen, muchos militares antifascistas fueron perseguidos. 

Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo XX, el continente europeo fue testigo de varias reformas políticas y sociales. Se podría interpretar que movimientos sociales como el Mayo Francés, la Primavera de Praga y las protestas estudiantiles en Alemania inspiraron a la sociedad portuguesa a rebelarse contra su dictadura. 

En un país signado por el atraso y un legado colonial inédito en un mundo que se orientaba hacia la descolonización, la sociedad civil finalmente se levantó contra el gobierno de facto. En la madrugada del 25 de abril de 1974 la televisión nacional portuguesa comenzó a transmitir la canción prohibida por el régimen, Grandola vila morena. En ese momento y de forma paradójica, un grupo de militares inexperimentados y arropados por la ciudadanía, se alzaron contra el gobierno de Marcelo Caetano, sucesor de Salazar. Los claveles rojos que tapaban las bocas de los fusiles se convirtieron en el símbolo de una juventud que quería ser protagonista de un mundo en convulsión y no morir en guerras estériles en Angola o Mozambique. 

La Revolución de los Claveles encendió la chispa democratizadora que impregnó a otros países del sur de Europa -España y Grecia-, que luego se expandió hasta Europa del Este y América Latina en los años 80 y 90. 

La península ibérica, siempre asociada al atraso y la falta de desarrollo, le dio una lección al mundo sobre el rol positivo que pueden jugar las fuerzas armadas si estas están dispuestas a respetar los derechos humanos y la democracia. En un mundo signado por la crisis de la democracia liberal y el surgimiento de partidos de extrema derecha nostálgicos de los autoritarismos del pasado, el espíritu de estos jóvenes nos inspira a seguir defendiendo nuestras democracias, tan jóvenes y frágiles a la vez. Hoy en el Parlamento portugués se sientan parlamentarios conservadores y comunistas, quienes dialogan y buscan acuerdos de forma más eficaz incluso que en muchas democracias más longevas. Esto es algo a lo que todos deberíamos aspirar. 

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