Japón, una potencia económica mundial conocida por su excelencia en manufactura, tecnología, automóviles y electricidad, ha experimentado un declive económico en los últimos años. Sin embargo, después de varios años de crecimiento lento y presiones inflacionistas, la economía japonesa se enfrenta a nuevas amenazas en 2025. Entre estos desafíos se encuentran el proteccionismo de Trump, la ralentización económica de China y otros factores que ponen en peligro la estabilidad económica del país. En este contexto, Japón busca navegar estos desafíos y encontrar un camino hacia un crecimiento económico sostenible en el nuevo año.
Según el economista Momma Kazuo, exdirector ejecutivo del Banco de Japón, las elecciones generales han reflejado un profundo descontento público con la situación económica del país. En la misma línea, la encuesta de opinión del banco central sobre la percepción y el comportamiento de la población indica una visión pesimista respecto a las condiciones de los hogares.
Momma señala que el índice de difusión que mide la percepción de los hogares sobre su situación financiera experimentó una caída pronunciada entre 2022 y 2023, coincidiendo con el incremento de los precios. Esta disminución acumulada es comparable a la registrada durante la crisis financiera mundial de 2008, lo que sugiere que la inflación de los últimos años ha representado un impacto significativo para las familias japonesas.
En este contexto, los hogares japoneses cuentan con aproximadamente 1.100 billones de yenes en efectivo y depósitos. Sin embargo, la inflación, que ha alcanzado cerca del 8 % en un período de tres años, ha reducido el valor real de estos ahorros en aproximadamente 90 billones de yenes. A ello se suma la insuficiencia de los incrementos salariales para compensar el alza de los precios, lo que ha generado una disminución del poder adquisitivo.
Frente a este panorama, el Banco de Japón ha revisado al alza sus previsiones de inflación para los próximos años, en respuesta a factores como la escasez de mano de obra, el encarecimiento del arroz y la depreciación del yen. Se estima que la inflación subyacente alcanzará el 2,4 % en 2025 y el 2 % en 2026. Además, el aumento de los precios de los combustibles y los alimentos ha elevado el costo de vida de los hogares, lo que ha llevado al banco central a considerar nuevos incrementos en las tasas de interés si la inflación continúa en ascenso.
Manifestaciones en Tokyo
A raíz de dicha preocupación, el pasado 21 de febrero, un grupo de residentes en Japón, manifestando su descontento con la política monetaria del país, se congregó frente al Ministerio de Finanzas en Tokio. Durante la protesta, los asistentes expresaron su disgusto con consignas como “¡Desmantelen el Ministerio de Finanzas!” y portaron pancartas con mensajes como “No somos su cajero automático”, además de realizar críticas dirigidas al primer ministro Shigeru Ishiba.
Si bien la manifestación podría considerarse moderada en comparación con otras protestas a nivel global, dentro del contexto japonés, caracterizado por su moderación y cortesía, la creciente indignación resultó evidente. No obstante, varios observadores señalaron la escasa cobertura mediática del evento, con TV Tokyo como una de las pocas excepciones, y hasta el momento la visibilidad en los medios sigue siendo limitada.
Descenso de la demanda interna y sus implicaciones económicas
Una de las razones de la crisis por la que atraviesa Japón es la caída de la demanda interna. Dado que el consumo privado en Japón representa más de la mitad de la actividad económica del país, la reciente contracción del 0,2 % en este indicador, en contraste con las expectativas del mercado que proyectaban un crecimiento del 0,3 %, ha generado preocupación. Esta disminución en el consumo ha sido atribuida, en gran parte, al alza en el costo de vida y a las temperaturas inusualmente elevadas, factores que han desalentado el gasto de los hogares en bienes como ropa de invierno.
Además, la caída del gasto de capital, otro indicador clave de la actividad del sector privado, registró un descenso del 0,2 %, cuando las previsiones apuntaban a un incremento. Este retroceso, combinado con la presión inflacionaria y otros factores económicos adversos, ha contribuido a la desaceleración de la economía japonesa, generando una creciente preocupación en distintos sectores de la sociedad.

Un yen debilitado
El economista Neil Newman declaró a la BBC que, según los datos más recientes, la economía de Japón alcanzó un valor estimado de 4,2 billones de dólares en 2023, mientras que la de Alemania ascendió a aproximadamente 4,4 billones de dólares en el mismo período. Como consecuencia, Japón cedió su posición como la tercera mayor economía del mundo a Alemania en 2024. Esta reconfiguración en el ranking global del PIB ya había sido prevista por el FMI en octubre de 2023, cuando proyectó que Alemania superaría a Japón en términos de PIB, tomando como referencia el valor del dólar estadounidense.
Por otra parte, en una conferencia de prensa celebrada en Tokio en febrero del 2024, la subdirectora gerente del FMI, Gita Gopinath, ya había advertido que la depreciación del yen, que registró una caída del 8 % frente al dólar estadounidense durante el año 2023, era un factor determinante en la pérdida de posición de Japón en el ranking económico global. No obstante, el especialista Momma Kazuo precisó que, en caso de que la moneda japonesa logre una recuperación, el país podría recuperar su posición dentro de las principales economías mundiales.
Sin embargo, pese a los efectos negativos de la depreciación monetaria y la recesión, esta situación ha favorecido el desempeño de algunas de las principales empresas japonesas, ya que ha permitido abaratar el costo de las exportaciones de bienes como los automóviles, fortaleciendo así su competitividad en los mercados internacionales.
Cabe recordar que, en 2016, el Banco de Japón implementó tasas de interés negativas con el propósito de estimular el consumo y la inversión. No obstante, esta estrategia ha reducido el atractivo del yen para los inversionistas extranjeros, lo que ha contribuido a su debilitamiento.
Baja tasa de natalidad
Por otro lado, la economía japonesa continúa enfrentando el desafío estructural que supone el envejecimiento de su población, un fenómeno que ha persistido durante décadas sin lograr ser revertido.
En septiembre de 2023, el país registró por primera vez en su historia que una de cada diez personas tenía más de 80 años, reflejando el acelerado envejecimiento demográfico. Además, Japón mantiene una de las tasas de natalidad más bajas a nivel global, lo que ha dificultado durante años la provisión de bienes y servicios para su creciente población de edad avanzada.

En enero de 2023, el primer ministro Fumio Kishida advirtió que la continua disminución en la tasa de nacimientos amenazaba con afectar gravemente la capacidad del país para funcionar como sociedad. Si bien este fenómeno demográfico afecta a diversas naciones, el caso de Japón es especialmente crítico debido a su elevada esperanza de vida, lo que ha generado un aumento en el número de personas mayores y una disminución en la fuerza laboral disponible para sostener el sistema económico y social.
El impacto de los aranceles impuestos por Trump
El economista Momma señala que, hasta principios de la década del 2000, Estados Unidos favoreció la globalización económica, lo que permitió la expansión del equilibrio económico a nivel mundial. Durante este período, la creciente integración de China en los mercados internacionales posibilitó que las empresas estadounidenses optimizaran la producción a gran escala con costos reducidos, beneficiando así a la economía global.
No obstante, a partir de la década de 2010, se evidenció un cambio en la percepción estadounidense sobre los efectos de la globalización. Factores como la lenta recuperación económica tras la crisis financiera y el crecimiento de China como potencia económica generaron tensiones en el equilibrio de poder global. Como resultado, la política de “América First», impulsada por Donald Trump, ha ganado relevancia como una respuesta a la competencia con China y a las transformaciones del orden económico mundial.
Su regreso a la Casa Blanca ha reafirmado esta postura, y, de cumplir con su promesa de imponer aranceles de entre el 10 % y el 20 % a todas las naciones, podría desatarse una guerra comercial a nivel mundial. Esta medida generaría tensiones económicas y afectaría significativamente el comercio internacional.
Uno de los sectores que se vería más perjudicado es la industria automotriz japonesa, dado que Trump ha manifestado su intención de aplicar aranceles del 25% a los automóviles y componentes fabricados en México y Canadá y exportados a Estados Unidos. Dado que numerosas empresas japonesas utilizan estos países como base de producción para abastecer el mercado estadounidense, la implementación de estos gravámenes representaría un golpe considerable para la economía de Japón.
Además, la economía japonesa ya enfrenta desafíos debido a la crisis del sector automotor. La depreciación del yen y la contracción del mercado interno, sumadas a la creciente competencia con productos chinos en diversos sectores, han limitado el crecimiento de los fabricantes japoneses. En este contexto, la posibilidad de un nuevo gobierno de Trump y la imposición de aranceles generalizados a las importaciones aumentan la incertidumbre sobre el futuro de la economía japonesa y el desempeño de su industria automotriz, un pilar fundamental para el país.
En este escenario de incertidumbre económica y desafíos estructurales, Japón enfrenta la necesidad de adoptar estrategias que impulsen la estabilidad y el crecimiento sostenible. La combinación de presiones inflacionarias, una demanda interna debilitada, la depreciación del yen y el impacto de políticas comerciales externas pone de manifiesto la urgencia de implementar reformas que fortalezcan su competitividad y resiliencia. A pesar de los obstáculos, el país aún cuenta con una base industrial y tecnológica sólida, así como con una capacidad de innovación que podría permitirle superar las adversidades y recuperar su posición dentro de la economía global. El futuro de Japón dependerá de su capacidad para adaptarse a un panorama económico en constante evolución y de su habilidad para equilibrar las tensiones internas y externas que afectan su desarrollo.





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