En nuestro día a día, nos encontramos con situaciones que nos hacen cuestionar a quién debemos recurrir para resolver problemas o plantear propuestas. ¿Municipio, provincia o nación? La respuesta no siempre es clara, y la incertidumbre genera frustración e ineficiencia. El Desarrollo Local, en su variante sudamericana, propone una alternativa: ordenar el poder desde abajo hacia arriba, fortaleciendo los gobiernos locales y fomentando la participación ciudadana para construir comunidades más resilientes.

Frente a un problema no sabemos dónde recurrir, y en general hay un sesgo hacia el municipio. Aunque las responsabilidades están delimitadas, el edificio municipal está más cerca que el provincial, y el provincial más que el nacional. Atribuimos instintivamente la responsabilidad de solucionar el problema en ese orden: municipio, provincia y nación. Es lógico que hagamos esto, ya que el municipio es el lugar de construcción política que atiende a la ciudadanía más cercana a donde vivo, duermo y amo. Tenga mucho o poco poder, es más probable que alguien me atienda ahí que en un edificio provincial, y en el provincial más probable que en el nacional.

El Desarrollo Local es ordenar una alacena desordenada: es difícil encontrar las cosas, cuando uno mueve algo se cae, parece que falta espacio. A medida que la ordenamos  encontramos frascos que no recordábamos, preparar la comida es más cómodo, está todo más limpio. 

Respuestas y recursos.

Los sistemas federales superponen soberanías: la recolección de basura en una avenida es responsabilidad del municipio, pero si esa avenida es una ruta nacional es responsabilidad de nación mantenerla. Lo mismo los sistemas de salud o educación, se superponen establecimientos y sistemas municipales, provinciales y nacionales. Así podemos delimitar cada cosa y ver si corresponde responder al municipio, provincia o nación. De la misma manera, cuando falla un nivel y otro se hace cargo por una vía alternativa, se redibujan responsabilidades que originalmente no tenían.

A la responsabilidad legal se agrega la responsabilidad atribuida por la ciudadanía. Generalmente, las personas responsabilizan (o culpan) a los municipios por las fallas, aunque estos no tengan ni la responsabilidad legal ni los recursos para hacer frente a esos problemas. Es lógico que las personas queramos acudir al lugar más cercano, conocido y con el que tenemos más familiaridad. Es más fácil reconocer el palacio municipal que el provincial, tanto como el palacio provincial más que el nacional. Cuando hay una injusticia para nosotros, nuestra familia, vecinos o la comunidad queremos participar de lo público desde una perspectiva opositiva. Cuando queremos proponer algo o que se discuta en pos de algo no podemos ir directamente por lo nacional, sino que debemos empezar a organizarlo desde lo barrial o municipal, por lo que deseamos participar de lo público desde una perspectiva afirmativa.

Prioridades.

La variante sudamericana de la teoría del Desarrollo Local, al haberse empezado a tratar a fines de los 1980, sostiene que es imposible pensar el Desarrollo si el tejido social está roto. Para estos autores es fundamental restablecer puntos de contacto de una comunidad rota por el desempleo y la matriz neoliberal, por lo que proponen fomentar la participación social y relaciones de solidaridad. Estas teorías se basaban en las dos realidades que vivían las localidades más pequeñas: la globalización y el depender de sus propios recursos (es decir, no del Estado nacional). Por estas razones no podían tomar como base la articulación nacional y la construcción más allá de su particularidad local.

Cuando trascendemos los puntos de partida de la teoría clásica podemos encontrar nuevas variables que permiten a las localidades y sus sociedades pensarse de manera diferente. La reconstrucción de la autoridad política de abajo hacia arriba y la reorganización de la trama de responsabilidades y recursos se puede pensar más allá de lo local-pequeño para pasar a lo local-grande. ¿Por qué local-pequeño y local-grande? Porque lo local en este caso lo entiendo como la forma de organizar y hacer política, de abajo hacia arriba y creciendo apoyándose en lo horizontal. El municipio, la provincia y la nación no son cosas separadas, sino un mismo caldo, no pueden diferenciarse sin perderse, y solo pueden afirmarse apoyándose recíprocamente.

Para poder emprender debemos conocer el terreno y situación en la que nos manejamos. En la vida particular conocemos nuestras necesidades y potenciales y tenemos una mirada particular sobre la realidad que vivimos, sea cercana o lejana. Un político conoce las necesidades y potenciales de una manera general de la sociedad que le toca liderar, y tiene una mirada general de la realidad en la que vive junto con sus dirigidos.

El primer paso para reorganizar el poder, por lo tanto, debe empezar por el lugar donde se tiene mayor información de las necesidades y potenciales. Los Estados locales idealmente poseen mayor información que la que pudieran tener los otros Estados. Si bien a mayor escala se puede tener mayores recursos humanos y financieros para investigar a la sociedad, hay cuestiones inmediatas e intransmisibles que son necesarias considerar, y que se logran solamente estando en el terreno. Las necesidades deben tener un correlato de soluciones que sean consideradas de manera comunitaria, ya sea a través de empresas privadas locales, acción de la sociedad civil local, o por vía estatal local, las necesidades son respondidas. De la misma manera, los recursos de los que se nutren esas soluciones deben partir en principio de la misma localidad. Hay un cierto equilibrio entre necesidades, provisiones y recursos acorde a la escala de cada localidad: a mayor escala, más necesidades, provisiones y recursos.

La solución a estas necesidades no siempre puede darse de manera local, ya que puede no ser económica en el sentido amplio del término, por tanto, las localidades tienen que pensarse en una escala que trascienda su particularidad. En una localidad grande tiene más sentido que haya un hospital de alta complejidad a que haya en cada una de las localidades pequeñas, en tal caso es necesario que varias localidades pequeñas sean contenidas en un área sanitaria que le dé una escala suficiente para responder a sus necesidades y mejorar la accesibilidad para que cada comunidad pueda aprovecharse de ella. De esta manera, las localidades pueden coordinarse entre sí para generar estructuras en una escala suficiente para responder a sus necesidades en una escala económica en sentido amplio.

Las localidades en conjunto van respondiendo a cada necesidad de manera parcial con distinta complejidad, es decir, a menor radio de acción es menos complejo, y a mayor radio más complejo: salud, educación, seguridad, justicia y otras siguen esta misma lógica. Las estructuras políticas también pueden pensarse de esta manera, de manera que la organización superior a los Estados locales (sean provincias u otras estructuras) pueda responder al triángulo de necesidad-provisión-recursos con lo delegado por los Estados locales. Los recursos necesarios para proveer soluciones son en promedio los propios recursos de la comunidad: una localidad 10 veces más grande que otra va a necesitar 10 veces más provisión y también producir 10 veces más recursos, todo de manera aproximada.

Este es el punto fundamental en estos tiempos que vienen, ya que el federalismo y la coparticipación van a ser discutidos necesariamente en estos años. Para poder proveer soluciones a las necesidades es necesario tener como mínimo recursos, información y potestad legal para llevarlo a cabo. La carencia de alguno de estos tres implica tener menos poder y, por lo tanto, que el poder lo tenga otro: sin recursos no se puede llevar a cabo lo que es necesario, sin información no se sabe qué hacer o dónde actuar, sin potestad legal no se puede intervenir. A partir de la organización del Estado local se toma conocimiento de las necesidades y recursos de la comunidad, y se lleva adelante la organización legal que cede a una instancia superior, algo que puede hacerse de manera más económica cuando coordina con otras comunidades. La cuestión es la siguiente: los Estados locales son los responsables de cara a la ciudadanía local, la provisión puede ser del Estado local o delegada, pero de cara a la ciudadanía el Estado local es quien provee. Si el Estado local lo provee directamente, debe responder de manera directa a la ciudadanía, y en caso de que la provisión haya sido cedida a una instancia superior, son los Estados locales los responsables de reclamar (sigue siendo un problema del Estado local). Los Estados locales son responsables ante su ciudadanía, para esto tienen que diferenciar lo que pueden o no pueden hacer solos, y en caso de que coordinando con otros Estados locales puedan hacer cosas de manera más eficiente y efectiva deben coordinar en una instancia superior. De esta manera, paradójicamente, los Estados locales ganan poder no con la descentralización, sino con la concentración del poder en instancias superiores a ellas.

Entrar por la planta baja.

El Desarrollo Local busca primero emprolijar lo dado: encontrar negocios y organizaciones en profundidad, prepararse financieramente para crisis, dar a conocer oportunidades de negocios, encontrar talentos con mayor facilidad, mejorar la competitividad de los negocios, y dar mayor habitabilidad a los barrios. La reorganización política en torno a los Estados locales aumenta la eficacia de las políticas públicas, subsana arbitrariedades del gobierno nacional (al menos en el ámbito local), y reorganiza los recursos ya existentes. Las personas sabemos dónde recurrir en caso de que nos suceda algo malo, así como si queremos que suceda algo bueno, los negocios pagan impuestos en un solo lugar, las contradicciones que puedan tener los niveles de gobierno las solucionan entre gobiernos y no recae en los ciudadanos, y cada nivel de Estado tiene las responsabilidades, recursos y habilitación legal adecuada.

Lo aquí planteado no es más que entrar a un edificio por la planta baja, y empezar a construir un edificio desde su fundación. Para emprender algo debemos saber a dónde queremos llegar, pero más debemos saber desde dónde se parte. A medida que las particularidades que conforman la nación encuentran sus limitaciones y coordinan entre sí, se encuentran como una parte de un todo más grande y completo. La completitud a la que llegan una vez se encuentran en el nivel nacional las concentra y les da un sentido dentro del todo, sentido que no existe si cada localidad mira su ombligo. Así, felicidad de una localidad va a terminar dependiendo de felicidad de la localidad más triste, porque no puede una ser productiva si la otra no lo es, no puede escuchar su música si la otra no la hace, ni pueden debatir si la otra no habla. 

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