El mes pasado, la revista Foreign Affairs compartió en sus publicaciones digitales un artículo titulado ‘El fin de Oriente Medio’, en el que Lynch argumentó sólidamente cómo el hecho de seguir utilizando un mapa desactualizado distorsiona la nueva realidad y cega las políticas implementadas hacia la región. Si bien imaginar un planisferio sin la delimitación coloreada de Medio Oriente resulte aventurado o absurdo en estos momentos, el presente escrito tiene una intención no explicativa, sino explorativa, sobre cómo los ‘poderes regionales’ resaltan la necesidad de tomar lápiz y papel para redefinir y redibujar a la región en nuestros mapas.
Cartografía obsoleta
Sin muchos conocimientos en cartografía, se puede sostener que los mapas no incluyen una fecha de expiración. Ninguno advierte hasta qué momento dejará de ser útil, pues no pueden anticiparse a los cambios políticos y geográficos que suceden de manera, en ocasiones, inminente. Por otra parte, aun cuando el mundo es consciente de que el cambio ya ha sucedido, continúa haciendo referencia a mapas desactualizados; diseñando diversas políticas, intereses y esquemas sobre cómo relacionarse con regiones que ya no son o ya no existen; lo cual podría ser riesgoso e, incluso, amenazador.
Tal es el caso de lo que ocurre hoy en día al estudiar y analizar la región de Medio Oriente. Una región que ya entrado el siglo XIX comenzó siendo definida como ‘Oriente Próximo’, dada su ubicación en relación con las potencias europeas interesadas en este; y que durante los años 1950s y 1960s fuese enmarcada por políticos y académicos estadounidenses con el nombre por el que conocemos ahora al conjunto de países árabes de la Península Arábiga y el norte de África, más Israel, Turquía e Irán. Los estudios en la región se profundizaron debido a las características y puntos de vista —a veces asimétricos— de la historia, la política, economía y la geografía; hasta de la cultura, el idioma y la religión. Sin embargo, conviene someter la definición de ‘Medio Oriente’ a una actualización, que ofrezca cierta variedad de perspectivas acordes a su realidad.
Rediseñando Medio Oriente
Las concepciones unilaterales y las reglas occidentales están siendo fuertemente cuestionadas por las dinámicas inter y trans-regionales en Asia Oriental. La debilidad de la injerencia externa se nota. Por lo que los Estados que se encuentran en este puente entre Europa, Asia y África buscan su renacimiento, para así volver a ejercer un papel importante en la escena internacional. Controlar con mano dura su política interna y ejercer con mayor agresividad su política exterior. El equilibrio de los Estados y sus posturas, así como sus alianzas y zonas de influencia propias, han cambiado. Por ende, lo que cada uno de los poderes regionales está dibujando es su propio mapa de la región a través del rol que desempeñan.
Turquía parece estar cada vez más interesada en la zona de los estanes —que originalmente quedaron excluidos de ser considerados parte de Oriente Medio al integrarse a Asia Central bajo el manto soviético—, al reavivarse el conflicto Nagorno-Karabaj entre Azerbaiyán y Armenia. Además de mantenerse alineada a los intereses de la OTAN solo cuando responde a sus objetivos, la nación turca coincide en contrarrestar la influencia rusa en el Cáucaso, por lo que su política de tintes europeístas la mantienen en un punto medio estratégico entre Occidente y una zona soñada de control pan-turco que sería necesario dibujar en el mapa.
Irónicamente, el vacío de un poder hegemónico entre las naciones árabes abre más espacios de disputa y múltiples ‘poderes’ que determinan la dinámica, las políticas y la estabilidad de la región. Los acercamientos entre Israel y Arabia Saudí son ahora opacados por las relaciones entre la nación saudita con algunos de los ‘enemigos’ del Estado judío. Además del trabajo que ha realizado por sí mismo con Afganistán, Pakistán y diversos países de África, Arabia Saudita ha impulsado aún más el rol que desempeña gracias a la mediación de China, quien parece tener una lectura más clara del rediseño de Oriente Medio con respecto a naciones como la iraní. Mientras Irán se encuentra ante la necesidad de promover su propia política exterior a partir de las circunstancias que se suscitan; de tal manera que para ampliar su esfera de prestigio y poder, el Presidente de Irán tiene previsto realizar su primera gira hacia América Latina para cimentar las relaciones bilaterales, tal y como lo hizo su canciller teniendo encuentros con mandatarios y representantes diplomáticos de Cuba, Nicaragua y Venezuela. No resulta extraño que Irán busque aliados más allá de las fronteras continentales, pues reconoce bien que debe intensificar su participación en la construcción política y económica local, volviéndose un socio clave para sus vecinos y regiones colindantes.
¿Nuevo concepto y mapa de ‘Medio Oriente’?
Con todo, los esfuerzos turcos, saudíes e iraníes se consideran decisivos, más no determinantes; pues en torno a estos se encuentran muchos más países que no querrán quedar aislados de la reconfiguración del mapa regional.
Inevitablemente, el concepto de Oriente Medio, Medio Oriente u Oriente Próximo se ha utilizado de manera indistinta, como sinónimo, delimitado por intereses particulares y rellenado de acontecimientos históricos. No obstante, hay algo fundamental a considerar al tratar de aproximarse a los distintos escenarios regionales: todos ellos responden a un contexto mundial en concreto; con sus propias dinámicas, normas, actores y, sí, fronteras.
Es absurdo pretender que los modelos desarrollados 200 años atrás, cuyos conceptos y mapas no han sido renovados, puedan aplicarse a la estructura y organización de nuestros días. Los conceptos y los mapas, como las políticas, están sesgados por el pasado; se han vuelto obsoletos. Por lo que desde el hemisferio oriental se está rediseñando el mapa regional. Ellos tienen la pluma, y es trabajo de Occidente aprender a leerlo.
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