Femicidios: la epidemia contra la mujer en Latinoamérica

Nuevo año, y nuevo inicio de un recuento tan lamentable como necesario: las cifras nacionales de casos de femicidio. Aunque el término femicidio (o feminicidio) ha sido utilizado por ya varios años, visibilizando con ello el impacto de la forma más grave de violencia machista en la vida de las mujeres, hasta la fecha poco se ha logrado en materia de prevención; acumulándose las tragedias y postergándose las soluciones. El presente artículo busca crear consciencia de una de las principales falencias de Latinoamérica en la defensa de los derechos de las mujeres y niñas, y la búsqueda de la igualdad de género: la lucha contra la violencia femicida.

Según indican las cifras, el número total de femicidios a nivel nacional y regional se ha mantenido constante en la última década. En específico, al menos 4.473 mujeres fueron víctimas de femicidio en Latinoamérica en 2021, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL); cifra muy similar a los datos recogidos en 2020, año en que se registraron aproximadamente 4.091 asesinatos de mujeres por motivos de género. Estos números, lamentablemente, no pueden ser fácilmente comparado, pues su construcción es inexacta. En primer lugar, porque ambos estudios no consideran los mismos países de la región. Y, en segundo lugar, debido a que la definición de femicidio varía en cada país, lo que dificulta la recolección de datos de cifras oficiales. No obstante, aunque no conozcamos la magnitud del problema, la similitud de los cálculos en los últimos años nos señala que poco o nada se ha avanzado en la búsqueda de soluciones que permitan a las mujeres y niñas del continente vivir libres y seguras.

Revisando con más detenimiento las cifras de los dos últimos años, se observa que en Argentina hubo 251 femicidios en 2021, es decir, un asesinato cada tres días. Cifra que disminuyó levemente a 233 casos de femicidio consumados el pasado 2022, pero que, sin embargo, junto a los casos de femicidios frustrados se ha mantenido relativamente estable en los últimos 10 años. En Ecuador, por el contrario, el número de asesinatos por motivos de género aumentó respecto a años anteriores, registrándose 345 casos entre enero y noviembre del año 2021, y 332 en 2022. En otras palabras, el año pasado hubo en promedio un femicidio cada 26 horas en Ecuador, siendo la víctima más joven de 3 meses de edad, y la mayor de 84 años.

En Brasil, la cifra asciende a 1.314 mujeres asesinadas por ser mujeres en 2021. El mismo año en Colombia 210 mujeres fueron víctimas de femicidio, la mayoría menores de 30 años; disminuyendo para 2022 a 180 casos. Por su parte en México, de las casi 4.000 muertes violentas de mujeres durante 2021, solo una cuarta parte fue clasificada como delito de femicidio. Tendencia que persistió en 2022, pues según la cifra oficial del país, 878 mujeres fueron asesinadas por motivo de género entre enero y noviembre. Finalmente, en Uruguay hasta noviembre de 2022 se registraron 28 femicidios, y en Chile en todo ese año se concretaron 45 femicidios y cuatro suicidios femicidas; cifras que aunque bajas en comparación a otros países de la región, siguen siendo considerables tomando en cuenta la densidad de sus poblaciones.

En otras palabras, a pesar de los esfuerzos por reforzar las leyes relacionadas con la violencia contra la mujer, los femicidios siguen siendo prevalentes a nivel regional. Lo anterior, sin mediar las consecuencias de la violencia feminicida que actualmente no son medidas. Lo que incluye no solo los casos no documentados por diferencias en las definiciones de femicidio, y otros errores administrativos o de justicia; sino también los casos de suicidios feministas, impulsados por las consecuencias de la violencia intrafamiliar y/o sexual; el asesinato de menores de edad en venganza contra las mujeres o durante los femicidios; y los menores de edad que han resultado huérfanos de madres, por mencionar un par de ejemplos. Y sin tampoco considerarse la incidencia de otras formas de violencia de género menos fatales en la vida de las mujeres, como son el acoso callejero y laboral y el abuso sexual. Es decir: aunque las cifras de femicidio ilustran parte del problema de la violencia machista, estas son meramente la punta del iceberg de la violencia de género y sus consecuencias a nivel social.

Es por ello que resulta necesario seguir impulsando a nivel nacional y regional la adopción de leyes, políticas y planes de acción integrales, multisectoriales y atingentes para la protección de las mujeres (y diversidades sexogenéricas) víctimas de violencia de género. Así como también la implementación de programas educativos que busquen sensibilizar, prevenir y erradicar todas las formas de violencia y discriminación basándose en el género. Hasta que la violencia machista sea erradicada por completo de nuestro continente, y ya no sea necesario gritar porque no haya Ninguna Menos. De momento, en la espera, el recuento de femicidios sigue creciendo.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen exclusivamente a los colaboradores y/o invitados y no necesariamente representan a Politólogos al Whisky

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