Desde su instauración en el poder en agosto de 2021, el gobierno talibán ha mantenido su interpretación ultra-rigorista del Islam, lo que ha derivado en la privación progresiva de Derechos Humanos y graves consecuencias para la población, particularmente para las mujeres.
En el mes de julio, Amnistía Internacional denunció que las mujeres y niñas afganas están sometidas a una asfixiante represión por parte de los talibanes. En su informe, la organización detalla sobre casos de violencia a Derechos Humanos, detenciones por normas opresivas y otros actos de discriminación. En Afganistán las mujeres han sido limitadas del libre tránsito, apartadas de los espacios públicos, excluidas del sector laboral y privadas de educación ‘hasta nuevo aviso’.
El 20 de diciembre se dio a conocer una orden del Ministro de Educación que obliga a las universidades públicas y privadas a impedir el acceso a las estudiantes con efecto inmediato. En palabras de la representante de ONU Mujeres en Afganistán, Alison Davidian, esta prohibición “es un ataque directo al futuro de Afganistán”. La comunidad internacional ha condenado el acto y supedita el reconocimiento del gobierno talibán al respeto a los Derechos Humanos, con énfasis en los derechos a la educación y trabajo. En relación con las implicaciones, a partir de una serie de ideas y reflexiones es posible prever que en los próximos meses la crítica y la presión internacionales — por parte de hombres y mujeres por igual — se trasladen a espacios públicos y digitales, para manifestar su descontento, la inconformidad con el gobierno y promover el feminismo islámico frente al patriarcado. Lo más significativo es musawah (‘igual’, en árabe): fomentar y desarrollar una sociedad con base en los principios de igualdad y justicia; condiciones necesarias y posibles para que las mujeres y niñas afganas pronto regresen a los espacios públicos, al trabajo y a las aulas.