Acostumbrados a las campañas direccionadas a un público masivo a través de los medios convencionales de comunicación, los mandatarios de la vieja escuela se enfrentan a una nueva forma de hacer política mediante los medios de comunicación emergentes entre la multitud juvenil. Así, hablarle a las masas ya no es atractivo para sus agendas de cara a las elecciones, sino que la seducción radica en los pequeños públicos.
Hablar de democracia siempre implicó, idealmente, la existencia de medios de comunicación con un papel casi imprescindible para el desarrollo de la misma. Los medios convencionales históricamente han implicado la responsabilidad y la funcionalidad de informar a los ciudadanos, direccionar sus decisiones, marcar la agenda de asuntos públicos, y entre muchas más actividades que hacen posible el sustento democratico de un país.
Sin embargo, en los últimos años, la televisión o la radio como herramientas de comunicación pública y de propaganda ha sido puesta en jaque por la proliferación de plataformas digitales y de medios no convencionales, autónomos e independientes.
Dicha proliferación se trasladó al campo de la política irrumpiendo en las agendas de los principales dirigentes del país. Este cambio se volvió más y más evidente con la llegada de partidos más jóvenes, como Avanza la Libertad, a lugares de poder muy rápidamente.
Lo que caracteriza a estos partidos más frescos es su público, se abocan y atraen a un público joven, y no lo hacen mediante los medios convencionales de propaganda política. Lo han logrado mediante plataformas de Youtube, lo han logrado mediante Twitter, estando donde está el público que les interesa y dejando atrás la pretensión de agrupar la mayor cantidad de masas posibles.
Esta nueva agenda que se puede ver en la comunicación política adoptada por los principales candidatos del país ahora responde más a las pretensiones de hablarle a un grupo, a una masa, a un nicho, antes que a todo un conjunto de diversidades. Los nuevos medios de comunicación son la representación de estas tendencias, se prefiere tener una masa sólida un público bien direccionado antes de cooptar a la mayor gente posible tratando de dejar contentos a todos y no perder adhesiones en el camino.
Aún no se cuenta con los resultados necesarios para confirmar si la política de nichos es tal vez más fructífera que la política de masas en campañas electorales, pero lo que sí se puede intuir es que una política de unos pocos gobernando en un país de unos muchos no gozará de una legitimidad ociosa por más que las urnas den la legalidad.
