La Revolución de Irán: feminismo, eurocentrismo y el verdadero rol de la sororidad

A más de un mes del inicio de las protestas en Irán, se mantienen los actos de desafío contra el líder supremo ayatolá Ali Khamenei y su régimen. El descontento nacido a raíz de la muerte de Mahsa (Zhina) Amini a manos de la policía moral del país por no cumplir plenamente con las leyes impuestas sobre el uso del velo hoy vuelve a unir a todo un pueblo en la larga lucha por la democracia, la soberanía y la independencia.

Sin embargo, más que el revuelo popular o la terrible represión que viven actualmente quienes se atreven a alzar la voz en protesta, lo que ha llamado la atención de los medios de todo el mundo ha sido principalmente el acto simbólico de retirar (o incluso quemar) los velos en público. La siguiente nota busca analizar las diversas reacciones que las protestas en Irán han motivado en occidente, reflexionando sobre el rol del feminismo y la sororidad internacional en la lucha de las mujeres iraníes.

Del feminismo europeo y el Complejo de la Salvadora

Si bien fueron múltiples y variadas las manifestaciones internacionales que surgieron en respuesta al asesinato de Amini una vez que el caso fue conocido mundialmente, una de las reacciones más multitudinarias en el último mes ha sido el corte de cabello por parte de feministas (mayoritariamente provenientes de Europa) simpatizantes con la causa iraní. Un acto simbólico que pareciera ir en sintonía con las acciones de las propias mujeres iraníes, quienes en acto de rebeldía cortaron las cabelleras que el régimen teocrático les impide lucir.

No obstante, tras esta aparentemente inofensiva acción se esconden múltiples capas de conflicto y contradicción que, como veremos a continuación, más que aportar a la lucha, terminan robando el foco de atención de las verdaderas protagonistas.

Lo primero que debemos identificar es el por qué, y en qué contexto nacen estos actos performativos. Si bien las protestas en Irán en contra del régimen actual han sido múltiples a lo largo de los años, remontándose la más reciente a la primavera árabe de 2019, pocas veces las feministas europeas se han visto tan conmovidas por la situación de sus pares en Irán como en esta ocasión.

Podría argumentarse que esta respuesta es motivada por ser las mujeres y niñas de Irán las principales víctimas y detractoras del régimen iraní, y en parte puede que sea verdad. Pero no debe obviarse también que el principal foco de la revuelta ha sido emplazado en el abandono y destrucción de los velos y la exposición del cabello en público, tildándose estos actos como el máximo símbolo de la libertad femenina. Por lo mismo, la discusión y los actos de apoyo también se han enfocado en el cabello de las feministas occidentales y no en otro tipo de actos de protesta como podría ser ejercer presión fuera de embajadas, por citar un ejemplo. Esto pareciera implicar que la lucha se centra y limita únicamente en torno al Islam, y su efecto en la libertad de las mujeres.

No obstante, es un error político tratar la protesta de las mujeres iraníes como solo un acto de rebelión contra el uso del velo islámico, pues su lucha es infinitamente mayor y más compleja. Las mujeres y niñas que hoy en día toman las calles de Irán están protestando contra el profundo, sistemático y violento apartheid de género implantado progresivamente tras el fin de la revolución iraní de 1979 y que, aunque se basa y justifica en un sistema religioso, no es sinónimo del Islam. Mismo apartheid que no solo las obliga a usar velos en los espacios públicos, sino que también limita su libertad de circulación, sus derechos laborales, políticos y económicos; les impide la custodia de sus hijos; y ha disminuido la edad de matrimonio a tan solo 13 años para las niñas.

En otras palabras, el combate es contra un régimen que discrimina a las mujeres y niñas iraníes, sometiéndolas al absoluto control de los hombres, y no contra un grupo de clérigos anticuados. En este sentido, los velos se transforman en manos de las manifestantes en símbolos del régimen iraní, en lugar de un símbolo musulmán.

En segundo lugar, y quizás más significativamente, resulta pertinente examinar qué efecto puede tener en contra del régimen iraní que un grupo de mujeres europeas se corte el cabello. Puede sonar como una pregunta perniciosa, sobre todo cuando los actos performativos suelen tener como único objetivo sensibilizar al público en torno a problemáticas poco conocidas o ignoradas. Pero, dado que las mujeres iraníes ya habían logrado captar la atención del mundo con el mismo símbolo, poco podría afectar que quienes pueden lucir o cubrir su cabello libremente en el día a día copiaran estas acciones. Más aún, el acto resulta incluso menos revolucionario cuando se toma en consideración que el cabello cortado en la mayoría de los casos no corresponde a más que las puntas del pelo de las simpatizantes.

En este sentido, más que una protesta performativa, el acto se convierte en una imitación pobre que poco o nada ayuda a quienes luchan día a día por sus derechos más básicos. Cabe preguntarse si las mujeres iraníes apoyan estas acciones, o al contrario repudian a quienes parecen querer acaparar la atención lejos del verdadero conflicto que acontece en su país.

Pero entonces ¿de dónde nace este apoyo ciego, por no decir obsesión, del feminismo occidental a abandonar los velos? Principalmente de lo que se conoce como el complejo de la salvadora: la necesidad imperiosa de las mujeres que viven en occidente de enseñarles al resto cómo deben vivir para alcanzar la libertad e igualdad de género (Jailani, 2016, Zakaria, 2021). El mensaje central detrás de tales acciones es claro: nuestra cultura es mejor, somos más ilustradas, racionales y civilizadas, y por ende deberían imitarnos a nosotras para vivir mejor. Estas son, sin duda, ideas derivadas del colonialismo que permean hasta el día de hoy en el pensamiento europeo, limitando toda acción que quiera alcanzar una igualdad sustantiva a un mero episodio de alabanza propia. Es por ello mismo, por ejemplo, que las feministas europeas guardan silencio cuando se busca impedir que las mujeres musulmanas que viven junto a ellas vistan velos.

Renunciar al velo islámico y adherirse a la secularidad es, a sus ojos, como un triunfo cultural de Occidente y de su forma de vida, y por lo tanto debe ser celebrado e impulsado por cualquier medio.

Lamentablemente, estas ideas están basadas en una visión sesgada y limitada de lo que constituye la libertad e igualdad. Al contrario de lo que el eurocentrismo nos enseña, la verdadera libertad no está en seguir un modelo perfecto de vida, sino en tomar nuestras propias decisiones, le guste o no al resto el resultado (y, por supuesto, siempre y cuando no atente con la vida propia o la de otras personas). Es por ello que la obligación a usar el velo islámico y el impedimento a usarlo son igualmente negativos: ambas niegan a las mujeres la propiedad y autonomía sobre sus cuerpos, quitándoles el derecho a elegir.

Cuando las feministas europeas deciden apoyar una opción y luchar contra la otra, y se lanzan a jugar al héroe sin preguntar qué tipo de ayuda se necesita o informarse apropiadamente sobre lo que está sucediendo en el contexto ajeno, hacen el asunto sobre ellas mismas y su (supuesta) superioridad. Esto quita protagonismos a quienes más lo necesitan, disminuye sus luchas y, últimamente, perjudica la causa por la que miles de mujeres se encuentran arriesgando sus vidas.

¿Dónde están las feministas de latinoamérica?

Otra reacción que surgió una vez conocido el asesinato de Amini y la situación de insurgencia que se estaba gestando en Irán fue el cuestionamiento del lugar de las feministas latinoamericanas en su lucha. Específicamente, se buscó tanto polemizar el silencio de los colectivos locales ante la lucha de las mujeres iraníes como comparar la significancia de la causa iraní en contraste a la (supuesta) poca relevancia de las causas feministas nacionales.

Por supuesto, ¿cuán importante puede ser la igualdad laboral o el fin del acoso cuando al otro lado del mundo miles de mujeres sacrifican sus vidas con el fin de obtener los derechos más fundamentales? Estas voces detractoras nos enseñan a estar agradecidas de no ser esas mujeres, en esos mundos tan lejanos en donde sin dudas disfrutan de menos derechos y libertades que nosotras. Nos interpelan buscando que brindemos soluciones a sus problemas a fin de justificar el valor de nuestras luchas y, con ello, de nuestras demandas. Sin embargo, detrás de estas reclamaciones no hay mucho más que el deseo de acallarnos, y con ellos los cambios que nos son urgentes y necesarios.

Si bien la sororidad nos indica que es nuestro deber como feministas estar presente y apoyar a nuestras compañeras en momentos de dificultad, tal como se analizó en la sección anterior, ese rol tiene sus límites. No es función del feminismo solucionar todos los problemas del mundo, ni tampoco ignorar aquello que les acontece a las mujeres en otros rincones del planeta.

En este sentido, nuestro rol no debe ir más allá que compartir la información que sea necesaria, manifestarnos a favor de sus causas y buscar alguna forma de recordar constantemente al público internacional la lucha que las mujeres iraníes están guiado sin apartar la atención de ellas mismas. En consecuencia, cuando los detractores de nuestros movimientos locales preguntan dónde están las feministas solo una respuesta será necesaria: peleando sus propias batallas y apoyado las batallas de otras.

Referencias

Jailani, Y. (2016). The struggle of the veiled woman: ‘White Savior Complex’ and rising Islamophobia create a two-fold plight. Harvard International Review, 37(1).

Zakaria, R. (2021). Against White Feminism: Notes on Disruption. New York: W. W. Norton & Company

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