Reuniones que incomodan a Occidente

Por primera vez, desde que comenzó la operación militar especial rusa en territorio ucraniano, volvieron a verse las caras Vladimir Putin y Xi Jinping, líderes de Rusia y China. La reunión tuvo lugar el 15 de septiembre pasado en la ciudad de Samarcanda, Uzbekistán en el marco de la cumbre anual de la Organización de Cooperación de Shanghái.

Putin y Xi

La última vez que Putin y Xi estrecharon manos fue el 4 de febrero de este año, veinte días antes de que comenzara la operación militar rusa en Ucrania. En ese encuentro Putin estaba asistiendo a la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno en Beijing, capital política de China. Después de esa reunión los líderes declararon que la amistad entre ambos Estados no reconocía límites. Siete meses después, esa amistad parece haberse reforzado aún más hasta el punto de volverse incómoda para occidente.

Si bien el líder chino expresó su preocupación por la extensa duración de la incursión rusa en territorio ucraniano, lo cierto es que sus acciones parecen dejar en claro que no busca entrometerse en los asuntos de su mayor aliado político-económico, y lejos está de imponer sanciones de cualquier índole. Más bien, Xi tiene la mirada puesta en conformar un nuevo espacio de poder internacional que rivalice con occidente, para lo cual necesita de la ayuda rusa.

La lectura que hacen tanto Putin como Xi de la geopolítica actual identifica, por un lado, el quiebre histórico de la hegemonía mundial occidental dentro de un contexto de reorganización de las relaciones de fuerzas globales. Y, por el otro, entienden que, en esa reestructuración, el rol que Rusia y China deben ejercer es el de ‘líderes mundiales responsables’, en lo que podemos intuir es un nuevo mundo bipolar. La guerra en Ucrania parece estar acelerando este proceso.

Desde que comenzó la invasión en Ucrania, Rusia se ha ido alejando cada vez más de Estados Unidos y Europa y refugiado en la profundización de sus relaciones comerciales y políticas con China, lo que le ha permitido sortear las sanciones económicas occidentales. El acercamiento entre ambos, y su responsabilidad compartida como líderes regionales, los pone en una posición parecida a la de un bloque de poder que rivaliza con la pretensión de continuar una hegemonía mundial occidental cuyo centro de poder está en declive.

Cumbre de la OCS

Las conversaciones entre Putin y Xi se desarrollaron durante la cumbre anual de la Organización de Cooperación de Shanghái, la cual reúne a distintos líderes orientales, entre los cuales se encuentran el primer ministro indio, Narendra Modi, y el líder supremo de Irán, Alí Jamenei. Está claro que la visión a futuro de Xi incluye la construcción de un bloque de unidad política y cooperación económica entre Estados orientales encabezado en conjunto con Rusia.

Sin embargo, las aspiraciones sinorusas tienen que superar dos principales obstáculos: por un lado, la legitimidad de la China comunista está amenazada por la isla de Taiwán y su acercamiento a Occidente; por el otro, la región euroasiática parece no tener la estabilidad política necesaria como para llevar adelante proyectos de unidad internacional.

Sin ir más lejos, la misma semana en que se desarrolló la cumbre de la OCS, dos de sus miembros (Kirguistán y Tayikistán) entraron en un conflicto armado que duró seis días, dejando un saldo de 136.000 evacuados y más de 100 muertos. Por otro lado, hace unas semanas hubo una serie de enfrentamientos entre Armenia y Azerbaiyán con sus propias consecuencias políticas. En ambos conflictos Vladimir Putin presionó fuertemente a los líderes regionales para provocar un alto al fuego. El rol que China parece haber delegado a Rusia es el de reorganizar una región sumamente inestable, compuesta por Estados que estuvieron bajo la influencia de la Unión Soviética y que hoy no encuentran una estructura superior que los contenga.

Putin tiene prácticamente asegurada su continuidad en el poder hasta el año 2036, esto quiere decir que tiene tiempo para consolidarse como líder regional y unificar los distintos intereses nacionales bajo una construcción política supralocal. De lograr asumir este nuevo rol, Rusia y China se erigirían como una verdadera amenaza a la hegemonía occidental y la universalización de las instituciones políticas democráticas.

Occidente vio con preocupación el desarrollo de estas reuniones y la profundización de las relaciones que conllevan. En ese sentido, quedan por hacernos dos preguntas: ¿qué rol debe adoptar nuestra región Latinoamericana en este nuevo mundo bipolar? Y ¿hasta qué punto esta reorganización de fuerzas globales puede afectar las instituciones políticas occidentales y sus regímenes democráticos?

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