No te atrevas a enfrentarte a la familia

En la primera película de la trilogía Il Padrino, Mike Corleone, recostado en su asiento mientras humea su cigarro, le espeta a su hermano: “Fredo, sei il fratello maggiore e io ti voglio bene. Ma non ti azzardare mai più a schierarti contro la famiglia, è chiaro? Mai più.”

Traducida con mayor o menor precisión, la advertencia del histórico integrante de la mafia siciliana La Cosa Nostra, al igual que la mayoría de caracterizaciones de aquellos personajes, deja un mensaje claro: la familia no se toca.

La nueva coalición gobernante de Italia se construye y consolida su triunfo, entre otras aristas, desde y hacia la familia. El primero de los puntos que estructuran el programa de gobierno de Giorgia Meloni es dedicado a la “sostener a la familia y la natalidad”, el apoyo a su conformación tradicional, la natalidad, la reducción impositiva hacia productos de consumo infantil y el aumento de la pensión por hijo se destacan como las medidas más importantes.

Lo interesante no solo es ver allí una bandera conservadora que, en términos -muchas veces exagerados-, va en contra de una disolución social y cultural de la imagen de familia tradicional como el objeto primordial de la vida. Resulta práctico preguntarse si dentro de la familia hay tipos, o imágenes de familia a la que Giorgia propone defender como el “elemento fundante de la sociedad”.

Aún quedan más familias por desmenuzar. La familia que conforma esta nueva coalición gobernante, compuesta por diversos hijos de la extrema derecha, podría no ser tan funcional. En una casa acostumbrada al caos, los principales comensales que acompañan en la mesa chica a Meloni son Matteo Salvini e Il Cavaliere, Silvio Berlusconi.

Y además, esta familia debe sentarse en una mesa más grande: la Unión Europea. Como bien caracteriza a toda la corriente derechista en el continente, principalmente Meloni y Salvini, son nacionalistas a ultranza que chocan con la organización política de Bruselas. En este caso, parecería recaer en el experimentado Silvio el enlace entre familias para insertar a Italia en Europa y el tablero de la política occidental.

Todos los caminos conducen al caos

El caldo de cultivo de la política italiana encuentra poca comparación a nivel continental en Europa. Si bien no es el único integrante de la UE que atraviesa dificultades internas, disidencias, rupturas y polarización, la descomposición de sus partidos fuertes y/o tradicionales supera claramente a todos los vecinos y grandes referentes como Alemania, España, Francia o incluso Gran Bretaña.

A 30 años del escándalo Mani Pulite, que se llevó consigo a los grandes dominadores de la Reppublica d’Italia nacida en 1946 -la Democracia Cristiana y el Partido Socialista Italiano-, el escenario político solo ha encontrado cierta estabilidad alrededor de la figura del mentado Berlusconi, lo que le permite hoy seguir en los primeros planos también a casi tres décadas de su aparición, incluso habiendo sido expulsado del Senado en 2013.

Las particularidades consolidan un marco de inestabilidad política que arroja una quincena de nombres en los 30 años subsiguientes al escándalo, dando un promedio de 2 años por Premier -la cuenta podría ser peor, pero Silvio logró mantenerse 9 años en el poder como excepción-.

Un país duramente afectado por la pandemia, con una crisis sanitaria que resultó en una caída de casi el 6% del PBI y, además, se vio particularmente perjudicado por las sanciones a Rusia dada su dependencia del gas ruso. La inflación interanual a día de la elección es de 8,4%, pero si se profundiza en energía se traslucen los efectos de la crisis bélica: aumento del 44,9% -incluso superando a Alemania-. Como segundo factor relevante del conflicto en Ucrania, los alimentos son 10% más caros que hace un año en Italia.

En el sentido estrictamente político, la arena movediza italiana encuentra sus razones en la obligatoriedad de acuerdos para gobernar y alcanzar cargos en el poder. Desde que se sancionara la Ley Rosatellum, la composición parlamentaria se designa a través del voto popular en dos escalas: Dos tercios por sistema proporcional, y el tercio restante por la vía uninominal. Algunos alcanzan los lugares en proporción a los votos obtenidos y según el orden de listas, mientras otros designan un competidor que se queda con el puesto así sobrepase por solo un voto a su rival de turno.

Las alianzas, atadas con alambres, son tan volátiles como los gobiernos. De allí devienen acciones como la implosión del Movimento 5 Stelle, el partido ganador en las elecciones de 2018, que se fraccionó con la división entre referentes como Luigi Di Maio -ministro de asuntos exteriores- y Giusseppe Conte -ex primer ministro- y se llevó consigo a la coalición gobernante de Mario Draghi. La oportunidad de este partido centrista sigue siendo su arraigo en el sur de Italia, que le permitió superar un 16% -muy cerca del Partido Democratico- para ser la tercera fuerza del nuevo congreso.

El voto de confianza, finalmente, como práctica política parlamentaria, es una instancia en la que el Congreso puede cargarse al Primer Ministro ante cualquier señal de debilidad.

En suma, partidos con nula territorialidad como el M5S pueden ganar una elección nacional sin casi tener representantes regionales, de ascensos veloces y caídas estrepitosas. Acuerdos de escaso convencimiento y alta volatilidad, con leyes electorales que los hacen casi obligatorios, y rápidas vías de eyección a los ministros hacen que el caos y la incertidumbre sean residentes permanentes del Palacio del Quirinal.

La loba y el caballero

La mitología romana reza que, cuando el Rey Amulio condenó a muerte a Rómulo y Remo, una loba llamada Luperca los acogió y crió. Este par de hermanos, finalmente, fundaría Roma y colocaría una piedra fundacional en la historia italiana.

En 1994, cuando el poderoso empresario Silvio Berlusconi apenas era el excéntrico millonario que llegaba a la política con la pólvora del Mani Pulite aún en el aire, en Europa aún se condenaba con firmeza a todos los movimientos de extrema derecha. En Italia, esta ideología era asimilada al fascismo de Benito Mussolini, el preludio de la Reppublica y, por tanto, de la democracia liberal.

Mientras la Unión Europea crecía en adhesiones y fortalecía su unidad camino a la moneda común, Il Cavaliere de la política italiana armó su primera coalición de gobierno incluyendo al partido Lega Nord, nacido pocos años atrás en el norte del país y cercano a ideas separatistas de la región más rica de Italia. También dio lugar a Alleanza Nazionale (AN), partido heredero del Movimiento Social Italiano (MSI), conocido por su apego a las ideas de Mussolini y nostálgica del mando de Il Duce.

Hace casi tres décadas que, mientras Occidente bregaba por su condena, Silvio decidió cobijarlos. Los hermanos, criados bajo el ala de Forza Italia, parecen llegar más fuertes que nunca para construir su propia versión de Italia.

Los hermanos son hoy, por conveniencia, Matteo Salvini y la ganadora Giorgia Meloni. Los referentes encarnan dos italias distintas, porque la Lega de Salvini (que ha borrado su apellido para evocar una representación nacional) nació bajo el lema de “Roma ladrona”, como un movimiento secesionista de la región de la Padania. Mientras que Meloni, romana e hija de padres sureños, cimentó su carrera en movimientos neofascistas como el MSI y AN, sin relacionarse estrechamente con la histórica disputa norte-sur, hasta fundar su propio partido en 2012.

Los números le dan el respaldo a Meloni, de un meteórico ascenso por un activo que Salvini no tiene -y que le ha costado votos-: no formar parte de la alianza de Draghi. Giorgia está claramente por fuera del fracaso del último gobierno y ese plus le otorga el claro liderazgo de esta nueva coalición, esquivando el desgaste que sufrió el líder de Lega. En un país que en 2018 abrazó las ideas antisistema del M5S, solo encuentra a Fratelli d’Italia en esa sintonía, dada la forzada adaptación del 5 Stelle a la política tradicional por los acuerdos que debió realizar para gobernar.

En una conversación muy interesante, Iñigo Martinez y Daniel Verdú en este podcast de Hoy en El País, comparten un análisis sobre la relación de los referentes de la extrema derecha italiana. Verdú, corresponsal del medio en Italia, afirma que la mayor esperanza para Enrico Letta, el Partido Democratico y la centroizquierda es que Salvini y Meloni se peleen.

En ese mismo intercambio, el repaso de la historia política de cada uno se suma a la convicción de ellos mismos. Para Verdú, Salvini enfrenta una crisis que podría ser de salida por su inestabilidad política, mientras que Meloni cuenta con mayor experiencia y coherencia en sus ideas para mantenerse firme en su periodo de gobierno.

El rol de Berlusconi como tercer socio, con menor cantidad de votos -aunque mayor recorrido político-, será fundamental. Si bien Giorgia Meloni atravesó un proceso de “normalización” muy similar al que manifestó Marine Le Pen en las recientes elecciones francesas, Silvio es la imagen de la tranquilidad para los mercados, para Bruselas y la política occidental en un momento de acuerdos, como las sanciones a la Rusia de Putin, régimen que despierta simpatías a la diestra de la política Europa.

Berlusconi encarna la faceta más liberal y pro mercado de la coalición y, a su vez, la imagen de político más tradicional y centrado en un equipo construido en el extremo derecho del arco. Salvini, con menor recorrido, representa fielmente la imagen del italiano del norte que ve en el control de Roma y Bruselas -y su política migratoria-, todos los males de Italia.

Meloni, que -nuevamente al igual que Le Pen- ha sabido conquistar una buena parte de un voto obrero, se manifiesta en contra de los “lobbies financieros” que se encarnan en la política trasnacional y globalista, de carácter liberal. Económicamente centrada, socialmente mucho más definida que Salvini y Berlusconi, se enfrenta además al “lobby LGBT” y la “ideologia de genero, la “violencia islamista”, la “inmigración masiva” junto a la “familia natural” y a la “universalidad de la cruz”.

El padre Silvio debe bregar por la unidad de sus hijos para afirmar este gobierno de derechas y construir la Italia que expresan en los límites de lo posible. Con Berlusconi en la mesa como ordenador de los revitalizados conservadores, Meloni aprendió rápidamente a despegarse de sus simpatías filoputianas -con más claridad que su hermano- para obtener el beneplácito de Europa y la OTAN, aún tratándose de una mandataria antieuropeista y nacionalista.

En la mesa de la derecha italiana, Il Cavaliere enseña los modales y pone el orden para, desde una sillón algo más alejado de la cabecera, organizar a los enérgicos exponentes que supo anidar bajo su ala para gobernar. Tal vez con un cigarro, desde allí, Silvio les advierte a Meloni y Salvini que, hagan lo que hagan, nunca vayan contra la familia. Porque al final, y sobre todo en Italia, todo queda en familia.

Escrito por

Casi Planificador Comunicacional y Profesor en Comunicación Social por la UNLP. Especializándome en Marketing y Comunicación Política. Fanático del mapamundi.

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