¡Hola Poliwhiskers! Un gusto estar de vuelta ¿Quién hubiera dicho que no saber decir que no y pretender que tu cuerpo trabaje 24/7 no es una forma sustentable de mantener un newsletter activo? Bueno, de mantener una vida que no te deje en un Club de los 27 para personas anónimas.
En 60 días podemos guardar un millón de eventos (y esta vez lo logramos y superamos como pueblo argentino y raza humana). Ellos pasan tan rápido que parece que están jugando a un juego de la silla, donde el finalista se sentará en el trono de asuntos de atención prioritaria. Y todos van perdiendo: quedan girando en segundo plano a la velocidad de la rotación terrestre, hasta parecer que todo está quieto y nada cambia nunca. Eso los transforma en recuerdos que quedaron en la baulera, que van llenando espacios los pocos espacios de silencio acompañados de un “Che ¿te acordás cuándo…?”
Eso pasa con casi todos los eventos, excepto por unos pocos que sentimos propios, que re-experimentamos y revisitamos constantemente, que compartimos con gran pompa y espectáculo dada la oportunidad, que tenemos invariablemente presentes y pristinos. Caí en la cuenta que estamos coleccionando pedacitos de historia.
Recientemente me crucé con “Sobre coleccionistas y coleccionables” del fallecido intelectual peruano Julio Hevia Garrido-Lecca. Él afirma que podemos entender al fenómeno coleccionista alrededor de los conceptos de apropiación, reiteración, suspensión y retorno.
“[todx] coleccionista se afana de la apropiación, de ser propietarix exclusivx de un conjunto de objetos o imágenes de inexplicable valor para todos aquellos que no se inscriban en su gremio […] hace de su práctica acumulativa un vínculo indisociable entre lo que debe hacer y el goce que ello le otorga”.
No es mera casualidad que los NFTs hayan ganado relevancia recientemente (más sobre ellos en POPPURRÍ N°2 – CRIPTOARTE: THANKS, I HATE IT (PARTE I) y (PARTE II)). Sus coleccionistas no solo gastan millonadas en “obras de arte” que suelen ser poco más que un .jpg con un informe histórico de dominio, sino que plantean la acción como único camino viable: que la gente no entiende de tecnología, que el pensamiento prehistórico se los va a comer, que es una de las formas más rentables de inversión, que el mercado del arte físico está corrupto y pereciente. En definitiva, el placer de poseer un bien irrepetible y “moderno” queda atado a una obligación procesal: un éxtasis proviene de caminar un sendero inescapable, no de la disruptividad del arte y su goce.
“[elx] coleccionista se sumerge religiosamente en determinadas rutinas, concediendo todas las prioridades del caso al anhelo de ampliar su muestra. Abocado al hecho de revisar una y otra vez su propia constelación de cosas, resguarda celosamente las piezas ganadas o las muestra — cuando así lo decide— en medio de un clima de revelación única e intimismo confidencial”
La tendencia coleccionista es uno de los pilares de la industria del Kpop: Las empresas se aseguran de tener a sus artistas en constante rotación, lanzando un álbum cada 4 o 5 meses o al menos uno por año. Esto se debe en parte a que, a diferencia de la industria musical occidental, la venta de álbumes físicos constituye una enorme fuente de ganancias para las disqueras asiáticas.
Aunque el packaging y el potencial de exhibición son un factor a considerar, la realidad es que muchxs fanáticxs compan álbums para juntar las photocards, pequeñas fotos exclusivas de sus artistas favoritxs. Estas no se pueden elegir y vienen de manera random en álbum sellado. Cada álbum contiene de 1 a 3 como máximo, y cada miembro de un grupo suele tener más de una asignada para sí. A su vez, es común que cada álbum tenga más de una “versión”, es decir, que las canciones del CD sean las mismas pero que los materiales adicionales -libro de fotos, tarjetitas, caja contenedora, etc- sean diferentes.
Hagamos las cuentas: Un grupo lanza un álbum con 3 versiones; cada paquete contendrá 2 photocards. Este grupo tiene 6 miembros y cada uno miembro tendrá 3 photocards exclusivas por versión. Esto significa que para conseguir todas deberás comprar como mínimo 27 álbums para tener todas las photocards.
Esto genera una enorme cantidad de desperdicio, siendo moneda corriente el encontrar cajas completas llenas de álbumes sin photocards al lado de las rutas (1) en basureros o pasillos de escuela, e incluso muchas organizaciones de caridad han tenido que pedir que dejen de “donar” estos ítems (2).
Como contramedida, muchas empresas han comenzado a vender paquetes sin CD y con packaging menos aparatoso, imprimir adicionales en materiales biodegradables y preocuparse por mantener una emisión de carbono neutra en su fabricación. Incluso una de las 3 agencias más grandes del Kpop JYP Entertainment anunció que dejará de producir álbumes físicos: el nuevo formato incluirá un código QR para acceder a contenido, un pequeño sobre y, por supuesto, una photocard al azar. (3)
“[Elx] coleccionista circula en torno a sus conquistas […] Su misión es mantener intactas las unidades de las que se enorgullece, protegerlas de toda suerte de inclemencias así como de posibles intromisiones […] En su extremo, el sujeto en cuestión y los objetos bajo su resguardo se sostienen y contienen al borde de la inmovilidad, por ello resultan siendo la prueba viva o la materia inerte de una política sedentaria”
El sistema de distribución vía plataformas de streaming nos está llevando a la colección compulsiva nuevamente: la única forma de mantener el material audiovisual en existencia es conteniéndolo en formato físico, y volverlo propiedad individual.
Sólo en estos últimos meses, Cartoon Network quitó 20 de sus shows de la web (4) y Warner Brothers Discovery removió más de 200 episodios de Plaza Sésamo de su plataforma (5). Dueños exclusivos del copyright, y ahora también sus canales de distribución, las empresas tienen más poder que nunca para decidir qué, cuándo y dónde será accesible al público.
Pero no es solo un problema de los privados. Una incalculable cantidad de piezas del cine nacional argentino se han perdido porque la Nación no posee Cinemateca (6). En 2021, un incendio destruyó gran parte de la colección histórica de la Cineteca de Brasil (7).
Proteger las piezas a título personal para mantenerlas vivas y compartirlas se ha vuelto casi una necesidad.
“Si todo coleccionista vuelve fielmente a su propia práctica o, de ser el caso, la evoca nostálgico al cabo de una posible clausura, es porque lo suyo lo remite a otro tiempo, a otro régimen cronológico. He allí la idea de un retorno mítico o arcaico, para hablar a la manera de los antropólogos; la figura anómala de la regresión infantil, en la clave interpretativa del psicoanálisis”
El álbum de figuritas del mundial se convirtió en la pieza estrella de las redes sociales. El periodista Andrés Ferreyra afirmó “No se consiguen figuritas. Hay gente que paga tres o cuatro veces el valor del álbum. La figurita de Messi se paga $5.500 (8). Pero no es un fenómeno nuevo.
La editorial Panini vende álbumes de figuritas del mundial de fútbol desde 1970, y desde entonces lo ha hecho de forma consecutiva hasta la actualidad. No es de extrañar entonces que personas que están en edad adulta repitan este ritual una y otra vez cada 4 años, e incluso lo vuelvan parte central de sus vidas. Recientemente, una pareja se viralizó en las redes por terminar su fiesta de casamiento con una lluvia de figuritas para el álbum del Mundial de Qatar (9) También existe mucha gente que está completando un álbum por primera vez en su vida, debido a una mejora en su situación económica o una redirección de sus gastos.
Me atrevo a afirmar que los sujetos ya no somos lo que hacemos sino lo que consumimos. Las generaciones previas ataban su identidad a su trabajo y su capacidad de producción, pero poco a poco los -30 nos alejamos de esa idea. En parte por desencantamiento: vivir quemados y sin vida personal no nos suena muy aspiracional. Pero también hay que reconocer que muchas veces es una posibilidad negada: la alta inestabilidad y estrepitosas exigencias del mercado laboral se suman a los crecientes precios en vivienda, alimentos y seguridad social.
Si no hay un gran objetivo alcanzable, nos quedamos con muchas micro-dosis de serotonina rápida para pasar el rato: ver una serie para sentir que “soy re fleabag”, comprar un celular y transformarse en “una persona Apple”, comer granola con yogurt griego para “ser re fit”. No soy lo que hago en ese trabajo horrible que me drena y no me da ninguna satisfacción, soy lo que manoteo en los pequeños momentos que me deja libre.
Y así es que vivimos en momentos tumultuosos de quietud pesada, convirtiéndonos en coleccionistas de existencia.
¿Dieron click buscando un newsletter? Acá tienen uno. Bueno, más o menos. Les dejo una selección curada de todo (bueno, algo) de lo que he estado siguiendo en mi micropausa de Pop-purrí, por categorías:
Festival de Venecia: por qué nos gusta el cine
Don’t worry Darling: ¿mucho de lo que worry?
Series:
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Música
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