Becas Progresar y calidad educativa

A comienzos del año 2014, durante el mandato de por la entonces presidenta Cristina Fernández, fue lanzado Becas Progresar. ​En un principio fue un plan social destinado a conceder una asignación mensual para jóvenes de entre 18 y 24 años, con la visión de fomentar una inserción laboral plena para aquellos/as estudiantes de distintos niveles académicos.​ El cálculo indicó que aproximadamente 550.000 jóvenes cobraron la prestación y 1.284.809 fueron inscriptos/as en noviembre de ese mismo año.

Durante la presidencia de Mauricio Macri (2015-2019) Becas Progresar se corrió de la órbita central de la ANSES, para ser administrado por el Ministerio de Educación, trabajando en coparticipación con ANSES (encargado de los análisis socioeconómicos de las postulaciones y del pago de las becas) y las instituciones educativas (encargadas de certificar tanto alumnos/as regulares o el rendimiento académico de los becarios). A su vez, se anunció la extensión del requisito por edad para ingresar a la beca (se amplió hasta los 30 años para estudiantes avanzados en su carrera). Los montos de cuota mensual fueron discriminados según año de cursada, es decir que cuanto más se logre avanzar en los estudios, mayor sería el monto otorgado por la beca; y, además, lograron alcanzar un aumento de más del cien por ciento. Se estableció un sistema de premio a la excelencia, donde el becario, de superar 8 puntos de promedio en su carrera y cumplir con el plan de estudios estipulado según la universidad, instituto o establecimiento educativo, pasaría a cobrar lo correspondiente a 10 cuotas por una única vez. En paralelo, continuaron funcionando las líneas de becas prioritarias destinadas a aquellos/as estudiantes pertenecientes a comunidades originarias (Pueblos Originarios) y para los/las estudiantes que eligen cursar la carrera de enfermería (Pronafe).

“La inclusión educativa, entendida como la posibilidad de que todas las personas tengan asegurado el acceso, la permanencia y logren la conclusión de sus estudios, continúa aún siendo un desafío para nuestras sociedades. Implica la igualdad de oportunidades en la consecución de saberes significativos y bienes culturales que permitan participar activamente en la sociedad. Al mismo tiempo, debe involucrar la apropiación de herramientas de pensamiento y habilidades para el aprendizaje durante toda la vida, junto a un reconocimiento y valoración de la diversidad social. Las dificultades que presenta la inclusión podemos encontrarlas en factores externos a la escuela, tales como los condicionamientos socioeconómicos, pero también dentro de la escuela misma: ejemplo de ello son las prácticas meritocráticas, competitivas y expulsoras que aún funcionan en la educación secundaria. Así, más allá de la extensión de la obligatoriedad que se plantea en muchos de los sistemas educativos de la región, hay niñas, niños y jóvenes que no hallan su lugar en la escuela. Aún cuando acceden temporalmente a esta, no logran obtener el reconocimiento necesario (en términos simbólicos) o participar de los procesos de redistribución que les permitan una mayor inclusión. De allí que se plantea que “una escuela es inclusiva cuando logra distribuir el conocimiento con justicia social ofreciendo a cada uno de los alumnos igualdad de oportunidades” (Poggi et al., 2016, p.36). Desde un posicionamiento ético podemos afirmar, taxativamente, que no puede haber calidad sin inclusión.” (Fernández, A. A., 2019).

Calidad educativa implica entonces una relación de progreso integral de la persona dentro de la sociedad; es decir, cómo se aprehende el conocimiento y la adaptación a las condiciones particulares de los estudiantes. Es preciso remarcar que la calidad debería intentar responder a las necesidades, expectativas e intereses de las comunidades y pueblos que desean insertarse en el mundo académico en su conjunto, incorporando con claridad la dimensión colectiva de la construcción de los saberes.

“El programa se caracteriza, hasta el momento, por su perdurabilidad, más allá de los avatares políticos y de las transiciones gubernamentales. De esta manera, el programa ha mantenido, sin interrupciones, su vigencia hasta la actualidad. Incluso, puede interpretarse que se asiste a una ampliación del mismo en lo que respecta a asignación de partidas presupuestarias y a la ejecución de éstas. Tal aspecto concerniente a su continuidad no es un dato fáctico que deba soslayarse, teniendo en cuenta la discontinuidad y contingencia que ha definido muchas políticas públicas implementadas en las últimas décadas en Argentina. […] Al respecto, asumimos como argumento guía del desarrollo de este aporte el siguiente: el Progresar se inspiró, en su inicio, en una perspectiva incluyente de carácter amplio y sin restricciones. En tal instancia, se concibieron las instituciones educativas, los centros de formación profesional y los institutos terciarios y universidades como lugares receptores de los jóvenes a través de políticas de transferencias condicionadas, cuyo sustento financiero procedía del tesoro nacional. Sin embargo, a partir del comienzo de la segunda fase, durante la presidencia de Macri, se le imprimió un marcado sesgo de meritocracia, a partir de la incorporación de estímulos económicos como orientadores de las conductas de los jóvenes. A su vez, el breve tramo institucional transitado por la presidencia de Alberto Fernández arroja elementos que insinúan una tentativa de retorno a aquel inicial espíritu que impulsó al programa”. (Meléndez, C. E., Torres, M. A., & Yuni, J. A., 2020).

La constancia en el trabajo de coparticipación articulado durante el desarrollo de la vida de Becas Progresar construyó un canal de comunicación y seguimiento que permiten realizar un acompañamiento de trascendencia a los estudiantes en su trayectoria académica. Las instituciones educativas que participan del Programa, ANSES y los Ministerios involucrados (Ministerio de Educación de la Nación como núcleo) han construido lazos que fueron fortaleciéndose a medida que becas Progresar avanzó. Esto seguramente explique la perdurabilidad que lo caracteriza. Además, existen otros entes involucrados que, mediante su participación sostienen el funcionamiento de Progresar. Los aportes financieros realizados por el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID); y la administración de la Organización de Estados Iberoamericanos han sido participaciones que engranan en la sinergia de la maquinaria Progresar hasta hoy en día, abriendo camino a su continuo crecimiento.

Referencias Bibliográficas

  • (Meléndez, C. E., Torres, M. A., & Yuni, J. A. (2020). Análisis del Programa de Respaldo al Estudiante Argentino (Progresar) para la Educación Superior (2014–2020). Revista Latinoamericana de Estudios Educativos50(3), 69–94. https://doi.org/10.48102/rlee.2020.50.3.131).

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