#ElEleccionario Nº11 – Lo quiero mucho a ese muchcacho

Sí, soy yo (?). Acá regresé. Mirá el mundo que te rodea. Estamos hablando a los gritos en un bar por un gasoducto. No tiene sentido. O si lo tiene, y mucho. ¿Por qué la política local se está yendo, literalmente, a los caños? Aquí intentamos entenderlo. Advertencia: quizás no lo logremos.

 Bueno, la idea de regresar con el newsletter surgió en una charla en el Club de Caballeros con Sebastián D’Agrosa Okita con quién debatíamos sobre el último número de Le Monde Diplomatique mientras bebíamos un espumante.
– Sabe señor Chiacchio, es delito mentir en este correo.
– Ah, estábamos escabiados hasta la médula de tinto y salí corriendo de una peña folclórica a abrazar a un árbol para no caerme

Todo recurso es político

Hace tiempo convivo con una fetichización de tópicos referidos a los recursos naturales. De alguna manera siento, como muchos seres enormemente más capacitados que un servidor, que los debates sobre las energías verdes, los emprendimientos nucleares, la soberanía energética, las exploraciones petroleras y, esencialmente, la diversificación productiva, deben ser llevados de la mano con una lectura política: la técnica es imprescindible, la información, su accesibilidad y su debate ciudadano es fundamental.

Ojo, no los quiero confundir, de pedo te se cambiar una bombita, lo mío es estudiar (?) los recursos, su aplicación se la dejo a los expertos. Pero más allá de esto, me parece interesantísimo cuando un debate que envuelve a un recurso clave para nuestro país se cuela en la imperfecta y condicionada agenda pública. Eso sí, siempre lo hará con el residuo de la especulación y la inmediatez mediática: muchos profundizamos en torno a qué sucede en el gasoducto Néstor Kirchner a partir de la polémica que suscitó en torno a él.

Síntesis: Matías Kulfas, ministro de desarrollo productivo, alegó que la licitación para el desarrollo de las cañerías del proyecto, la cual estaba a cargo de un equipo de funcionarios afines a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, se realizó en clave de favorecer al poderoso Grupo Techint para que éste sea establecido como proveedor de aquellos.

“Ellos armaron un pliego de licitación a la medida de Techint y de la chapa que el grupo fabrica en Brasil, de 33 mm de espesor. Si en lugar de poner esa especificación hubieran puesto 31mm, como son los gasoductos en Europa, se podría haber provisto caños desde otra firma que produce en Villa Constitución (Laminados industriales SA)”.

Explicar este tema en un solo newsletter puede ser un bardo, pero también un desafío, intentémoslo: esta declaración de Kulfas se extrae de un off difundido a periodistas cuyo origen se interpretó rápidamente como proveniente desde la oficina del ministro. Más arrinconado quedó MK cuando se descubrió que lo que el off señalaba estaba calcado de declaraciones suyas en una entrevista a la radio AM750. O sea, con las manos en la masa, y no hablamos de Sergio Tomás. Ahora bancá que acá viene lo más confuso: la licitación que señala el off… aún no estaba realizada. Y las líneas de Kulfas respondían más en realidad a un enojo con la vice , la cual le exigió al presidente Alberto Fernández en el acto en YPF -previó a la divulgación del off- “usar la lápicera” frente a los poderosos. No en vano la frase inaugural del escrito divulgado es “La lapicera la tienen que usar los funcionarios de Cristina”.

Más Offs que en una plaza porteña en verano

¿Tenía sentido la acusación de Kulfas? Él mismo bajó la espuma a sus dichos cuando estuvo cara a cara con el juez Daniel Rafecas, quien tomó el caso a partir de la denuncia que promovió lo difundido desde su despacho. Nos ayuda a entender el trasfondo de esto desde la Asociación del Personal Jerárquico del Gas el secretario general de la entidad, Rubén Ruíz, quien explica que en un aparato productivo nacional, aun padeciendo la fuerte resaca de las privatizaciones de los años 90’, es moneda corriente que los caminos se unifiquen hacia Techint en operaciones de éste tipo, ante la carencia de alternativas en la materia en obras de semejante peso técnico. Extrañarse de eso, para un conocedor de la temática, es poco creíble.

Pero bancá que hay otro plot twist, que es que CFK y Kulfas siempre estuvieron de acuerdo (?). Bueno, no tan así, pero acá va: aderezado a la exigencia de “usar la lapicera”, Cristina reclamó que las fabricaciones referidas al gasoducto que la corporación Techint realiza en Brasil sean traídas a la Argentina: producción local, trabajo local y dinero que no sale del cerco territorial argento. O sea, hay una crítica al modus operandi de Techint en las palabras de la veep. ¿Tiene sentido la “recomendación”? Podría ser, salvo por una cosa: semejante mudanza atrasaría de manera abrumadora el ya postergado proyecto del gasoducto. “La recomendación de Cristina atenta contra la concreción de la obra” dijo de forma contundente Fernando Krakowiak del medio EconoJournal (recomendadísimo) sobre la movida. Iván Schargrodsky, en línea con esto, habló de una posible “mala letra” deslizada hacia CFK en la materia, tal como publicó en su último newsletter. Que bardo hermoso.

Pero Kulfas no tomó específicamente este punto como apéndice de su cruzada, sino que tocó una fibra extremadamente sensible en emprendimientos como éste: dar pie a una acusación de corrupción. Peor, dar pie a una acusación de corrupción en un proyecto considerado como esencial por el presidente. Peor, dar pie a una acusación de corrupción en un proyecto considerado como esencial por el presidente, y que lleva el nombre de Néstor Kirchner.

Al amigo todo, al enemigo ni (una causa en la) justicia (?)
 
No fue una salida más. La mudanza de Santiago Cafiero a la cancillería, la caída en el ostracismo de Juan Pablo Biondi o la eterna marginalización de Julio Vitobello eran tributos a la unidad que el presidente Alberto Fernández sostiene tragando saliva. Pero nadie representaba en el gabinete, y quizás en el planeta tierra, tal como Matías Kulfas a la visión económica del mandatario. Con la salida de MK, el gabinete de Alberto nunca se pareció tan poco a un gabinete de Alberto. Por ejemplo, Alejandro Bercovich decretó que Fernández ponía punto final a sus aspiraciones a la reelección extirpando de su gobierno a su arquitecto productivo predilecto.
 
Pelearse con amigos es una cagada, haya o no un gasoducto en el medio (?). La declaración de despedida a Kulfas que esbozó Fernández ante la prensa deja ver el pesar en las ojeras grises del mandatario, a tono con el mal sabor de su declaración: él también renunció a algo con la salida del ministro.
 
Pero Kulfas jugó una carta que fue letal para su suerte y dejó sin opciones al presidente. Una carta que, no siendo tan mencionada como debería, explica también la ralentización en el desarrollo del gasoducto Néstor Kirchner. Si bien desmintió ilícito alguno frente a Rafecas, Kulfas abrió la puerta, como se menciona más arriba, de las sospechas de corrupción. Y eso es lo que (entendiblemente) molestó de manera irremediable, mucho más que un off, al binomio presidencial: la mancha, la oportunidad para la oposición y la chance de que un proyecto esencial para el gobierno se convierta en un sketch de Jorge Lanata.
 
Hablando con el periodista Nicolás Deza de EconoJournal, éste explica como la “judicialización” de la política es una preocupación constante en quienes, siguiendo el juego, poseen las lapiceras del proyecto. Que se entienda: no porque se cometan delitos, sino porque cualquier imprevisto logístico que implique un recargo de precios o una mutación en el planteo económico de base del proyecto, puede dar pie a especulaciones desde la oposición para poner bajo la lupa judicial al proyecto y deslegitimar éste ante la sociedad.
 
Con el condimento de llevar el nombre de Kirchner en el gasoducto y con el silencioso pero obsesivo punto desde la presidencia de transparentar todo lo posible el accionar el obra pública (un poco porque es lo que corresponde, un poco más para alejar fantasmas del no tan pasado), Deza explica que los funcionarios a cargo de licitar, coordinar y calcular la logística de la obra caminan el día a día con pies de plomo repitiendo en sus cabezas “Si eso le pasó a Julio, ¿qué nos queda a nosotros?”.
 
Julio es Julio De Vido. Y para sintetizar este punto, basta repasar lo sucedido con su carrera:  primer acto, De Vido es uno de los ministros intocables del kirchnerismo, ejerciendo durante los doce años de gestión como ministro de planificación federal, inversión pública y servicios de la nación argentina. Segundo acto, De Vido es electo diputado, comienza la administración de Mauricio Macri y queda en una encrucijada por diversas causas en su contra. Tercer acto, el congreso vota su desafuero y sus compañeros de bancada lo abandonan a su suerte. Cuarto acto y final: De Vido va a la cárcel y es relocalizado, muy probablemente de manera irreversible, en los márgenes de la política.
 
Que un funcionario del gasoducto interprete que De Vido es culpable o no, no es lo esencial: es siquiera el hipotético futuro recorriendo tribunales, la influencia de las tapas de diarios y el marcaje mediático lo que hace que las plumas giren con tremenda lentitud. Si un peso pesado fue eyectado así, ¿qué le queda un peso pluma? Este escenario promovió hace dos semanas nada menos que la salida del proyecto de Antonio Pronsato, titular de la unidad ejecutora del gasoducto Néstor Kirchner, fastidiado con la procrastinación en escena. Pronsato, referente de la línea De Vido en los tiempos de Cristina, descree que el temor a una hipotética causa sea justificativo para la lentitud en un proyecto sin causas pendientes e imprescindible para el desarrollo energético local.
 
No es un dato menor que las palabras de Deza sobre el temor a la judicialización se dieron un puñado de días antes al off de Kulfas. Que el centro a la oposición, según la óptica del oficialismo, haya sido lanzado por un botín compañero, superó cualquier tolerancia. Por más asados que hayan compartido en tiempos mejores.
 
No sé por qué me siento así / aunque creo que es por vos / Después de lo que te pasó / sé que es muy difícil seguir / No importa / todo va a estar bien / No me expliques / Lo quiero mucho a ese muchacho / no me importa lo que digan de él / Lo quiero mucho a ese muchacho / yo lo voy a defender (Bestia Bebé, Lo quiero mucho a ese muchacho).
 
Hasta acá llegamos, me pasé de las tres páginas de documento y Vicky me va a matar. Rapidito, unos bonus track. Un Continuará… de todo esto en una nota de Nico Lantos sobre porqué la oposición no va a agitar tanto (?) este tema, un lindo cover de una de mis canciones favoritas y el agradecimiento por tu lectura y compañía. Ojalá haya podido disimular mi falta de estado newsttelero aunque al primer párrafo tuve que tirarme a elongar porque me tiró.

Escrito por

De Zona Sur. Estudiante de Ciencia Política en la UBA, conductor de Contra Todo Pronóstico y bebedor de café negro.

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