Artículo en conjunto de Sebastián D'Agrosa Okita (@sebadokita) y Bruno Diforti (@brunodiforti)
Este domingo la ciudadanía colombiana tendrá que concurrir a las urnas para elegir al nuevo presidente del país. En un escenario plagado de incertidumbre, una certeza protagoniza el posible devenir del resultado electoral. Esta se corresponde con el protagonismo de Gustavo Petro en las proyecciones de las encuestas. De ganar, ya sea este domingo o el 19 de junio, sería un viraje hacia la izquierda para el único país en Sudamérica asociado a la OTAN.
Una muestra de las tensiones con las que convive esta cita electoral se manifiesta en que, desde el sábado, cerrará mañana las fronteras terrestres y fluviales hasta el lunes por la mañana, con el fin de resguardar la seguridad nacional. De esta manera, aproximadamente 38 millones de ciudadanos y ciudadanas de Colombia están habilitados para elegir al sucesor de Iván Duque Márquez.
La grandilocuencia de la fórmula que encabeza Gustavo Petro con Francia Márquez, al tiempo de insertarse en una coyuntura de acentuada desigualdad social, el descontento y la fractura política, da muestras de perfilar la próxima gestión de gobierno. A ello se le sumó el apoyo del candidato presidencial en territorio brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva.
No obstante, en la carrera por las aspiraciones presidenciales también se encuentran los candidatos Federico “Fico” Gutiérrez, de la coalición Equipo por Colombia a la centro derecha -apoyado por el uribismo- y Rodolfo Hernández al extremo (Liga de Gobernantes Anticorrupción). Tal es así, que las últimas encuestas han dado una paridad ínfima para dirimir quién será parte de un eventual balotaje.
Consulta interpartidista
Este tipo de consulta es, en resumidas cuentas, un mecanismo de participación ciudadana mediante el cual los partidos políticos o coaliciones supeditan a la votación popular quién debería ser el candidato que encabezará la fórmula presidencial, y aquí también puede decidirse el vicepresidente, pudiendo ser el segundo más votado. De todos modos, la votación de la consulta es de carácter opcional y, a su vez, la ciudadanía colombiana debió solicitar un tarjetón en la mesa de votación para ejercer dicho voto. En caso contrario, solamente lo haría para la composición del Congreso de la República.
Ahora bien, en Colombia hay tres coaliciones, a saber: Pacto Histórico, Coalición Centro Esperanza y Equipo por Colombia. En un principio, según lo contabilizado por la Registraduría Nacional del Estado Civil, los grandes ganadores de la jornada de consulta fueron, aunque no los únicos, Gustavo Petro (Pacto Histórico), Federico ‘Fico’ Gutiérrez (Equipo por Colombia) y Sergio Fajardo (Centro Esperanza).
El candidato por Pacto Histórico, que tendría un balotaje garantizado para la elección presidencial, obtuvo 4,4 millones de votos en la consulta de su partido. Por su parte, Fico Gutierrez tuvo el apoyo de 2,1 millones de votantes. En tercer lugar, el lugar de Fajardo como candidato oficial de Centro Esperanza se produjo en un contexto de baja concurrencia a las urnas, siendo la consulta que menos votos obtuvo (alrededor de 2,1 millones de votos en total).
Otra de las figuras que quedó en primera plana fue Francia Márquez Mina. Candidata por la coalición Pacto Histórico, obtuvo algo más de 783.000 votos. Si bien quedó lejos de Gustavo Petro, la afrocolombiana oriunda de Suárez Cauca activista por los derechos humanos y por el medioambiente, se insertó en la discusión por la fórmula presidencial de Petro, a tal punto de ser considerada como la indicada para las elecciones del 29 de mayo.
Renovación del Congreso de la República
Hecha la mención por la consulta interpartidista, vayamos a los resultados de la elección legislativa. A modo introductorio, un gran ganador de esta instancia comicial fue la oposición.
Con un poco más de detenimiento, se debe destacar que estuvieron marcadas por el retroceso del Centro Democrático -el oficialismo uribista-, el empuje del Pacto Histórico y una resistencia de los partidos tradicionales. A ello se le suma el desgaste y pérdida de fuerza del Partido de la U y Cambio Radical, mientras que por el contrario, la Alianza Verde – Centro Esperanza demostró un leve avance.
Con la introducción desarrollada, se puede afirmar con cierta certeza que la conformación del nuevo Congreso dista de su antecesor a partir de su mayor pluralidad y, por lo tanto, más fragmentación. Esto, naturalmente, será una clave del funcionamiento legislativo durante la próxima gestión de gobierno, que comenzará en agosto.
De todos modos, estos vientos de cambio no afectaron por igual a la Cámara de Representantes y al Senado. Comenzando por la Cámara, la tendencia que se hace visible no es tajantemente distinta. Eso tiene una relación diferente con la disposición que por medio del sistema electoral se reproduce en las circunscripciones territoriales y especiales.
En lo que respecta al Senado, habrá una renovación que girará en torno al 60% de su composición. Esto se debe a que el 40% de los senadores repite, mientras que también hay que tener en cuenta a quienes pasan de la Cámara al Senado. Empero, hay dos datos a destacar: por un lado, ocho partidos obtuvieron curules, mientras que otros ocho no pasaron el umbral (488.368 votos) y por lo tanto no harán parte del Senado; por el otro, la composición de la cámara tendrá el máximo histórico de representación femenina (30).
Comencemos por el Pacto Histórico, que logró su cometido. Si nos remitimos a las instancias electorales previas, su resultado no cumplía con la intención de tener más alcance que las grandes ciudades, quedando en desarraigo del resto de las regiones. Sin embargo, en esta ocasión se encasilló como la fuerza política más votada y mejor representada en el Senado. A diferencia de lo sucedido en la cámara alta, esta fuerza política no logró unificar listas, lo que resultó en su menor eficiencia al momento de que los votos se transformaran en curules.
Ahora bien, hay que considerar que el candidato presidencial Gustavo Petro tuvo mucho que ver en el empuje que tuvo el Pacto Histórico. Su posicionamiento en la carrera electoral permitió no solo que superara la barrera electoral, sino que también se produjo, por lo menos en términos de la campaña, un hecho a subrayar: hacer a un lado las divisiones de la izquierda, lo que resultó en presentar una lista cerrada en el Senado y, para la Cámara, en muchos de los departamentos.
De esta manera, podemos afirmar que hubo cierta retroalimentación entre la estrategia para convertir a Petro en “presidenciable” y la atadura del voto de Pacto Histórico en son de unificación.
Por otra parte, el arrastre de Petro tuvo particularmente más contundencia en las regiones que fueron afectadas por las grandes olas de movilizaciones de paro nacional (Valle de Cauca, Cauca, Nariño y Putumayo). Por lo que, se puede inferir que el descontento generalizado se tradujo en votos.
En lo que refiere al partido Centro Democrático, se podría conjeturar que tanto la fuerza como Óscar Iván Zuluaga fueron víctimas del castigo al uribismo. En ese sentido, su retroceso tiene que ver, en parte, con la ausencia de Álvaro Uribe, quien hasta entonces había encabezado la lista en las anteriores instancias electorales. Quien fuese presidente en dos términos consecutivos entre 2002 y 2010 estuvo presente en la campaña electoral, pero no pudieron evitar el castigo del voto popular.
Y este padecimiento del “voto del enojo” produjo que la bancada oficialista termine por cosechar un moño torcido, resultado de cuatro años de una gestión presidencial de Iván Duque Márquez que estuvo lejos de saber lidiar con la movilización social y la opinión pública. Eso se tradujo en la pérdida de seis curules en el Senado y 16 en la Cámara. Ahora bien, dentro de este decaimiento, hay un par de datos reveladores.
En primer lugar, a diferencia de la mayoría de los grandes centros urbanos del país (donde hubo un fuerte retroceso), Medellín perdura como el bastión del uribismo. En segundo lugar, las ciudades intermedias y zonas rurales en el centro del país también fueron, tradicionalmente, una bancada uribista. No obstante, su acecho se produjo por el triunfo de los partidos tradicionales. Entre ellos, el partido liberal en el Eje Cafetero, el partido Conservador en Tolima, Cambio Radical en el Huila y la U en el Valle del Cauca. Con lo destacado, se podría llegar a abrir el siguiente interrogante: ¿Es el retroceso del uribismo solamente un movimiento de desafección que se atiene a la coyuntura o caló más hondo?
Por una cosa o la otra, se puede afirmar que las elecciones locales previstas para el año que viene adquieren un plus en la relevancia para la próxima gestión de gobierno.
Ahora bien, vayamos a los partidos tradicionales. Tanto conservadores como liberales cumplieron un papel discreto y aceptable en el resultado electoral, ya que aumentaron sus bancas en el Congreso. Según lo que se refleja de los mapas electorales, una causa plausible se vincula con el arraigo territorial, particularmente visible en las zonas rurales y en los municipios pequeños. A su vez, los partidos tradicionales se hicieron con la victoria en algunas capitales tales como Pereira (Partido Liberal), Cartagena (Partido Conservador), Ibagué (Partido Conservador) y Montería (Partido Conservador).
En lo que refiere a Cambio Radical y el Partido de la U, se puede aludir a que sus resultados se deben menos que el resto de los partidos a una raigambre territorial u homogeneizada. Ese factor se traduce en el hecho de no cosechar un reparto ni arraigo significativo o específico a nivel nacional.
Por último, conviene poner de manifiesto el caso de la coalición Alianza Verde-Centro Esperanza. Su destacado papel al lograr crecer en ambas cámaras contrarrestó, sin dudas, la ausencia del exalcalde de Bogotá Antanas Mockus (senador más votado en el 2018). Y, en parte, ese crecimiento se vio reflejado en las ciudades, así también como por un incipiente arraigo territorial en el centro del país, puntualmente en los departamentos de Boyacá, Caldas y Santander.
¿Una curiosidad? El candidato más votado para el Senado, con 189.000 votos, fue Jonathan Ferney Pulido. Este candidato, oriundo de Bucaramanga, es un youtuber recién llegado a la política que hizo su campaña solamente en redes sociales. En otras palabras, no realizó campaña en medios tradicionales de comunicación. Nada mal para el debut de un creador de contenidos cuyo canal tiene 1,16 millones de suscriptores.
De esta manera, Alianza Verde-Centro Esperanza se ubica como tercer partido en cantidad de municipios, lo que, como anticipamos arriba, va tener un impacto interesante de analizar en las elecciones locales del año 2023.
Antes de cerrar este apartado, hay que hacer una mención a un jugador adicional: las encuestas. Hubo un interesante acierto de las mediciones, en tanto las estimaciones posicionaron a Federico Gutiérrez, Sergio Fajardo y Gustavo Petro como los ganadores de sus respectivas coaliciones.
Un contexto incendiario
La contienda presidencial se encuentra mediada por una tempestad en la que hay tres coaliciones que se disputan el ingreso a la Casa de Nariño por los próximos cuatro años. Sin dudas, durante las últimas semanas ha predominado la superposición de los temas de agenda y una tenaz estrategia de desprestigio que está atada a los medios de comunicación y las redes sociales.
Ello se encuentra precedido por un proceso que inició hace aproximadamente una década y se vincula con la búsqueda de la pacificación. Proceso que tuvo su punto de inflexión con la firma del Acuerdo de Paz en el año 2016, documento firmado entre el Estado colombiano y las FARC-EP. Al paquete de reformas que implicó el Acuerdo arribó el uribismo, cuya impronta puso al desvelo varios de los problemas nacionales arraigados.
El sinuoso camino al cumplimiento de este Acuerdo, sumado a las dificultades que atravesó el país en el marco de la pandemia COVID-19 y la creciente desigualdad socioeconómica provocaron un pequeño estallido social en mayo de 2021. Si bien el movimiento no alcanzó el fervor ni los resultados del Octubre Rojo chileno, es equiparable a las movilizaciones de la sociedad peruana en noviembre de 2020 ante la asunción de Manuel Merino como presidente.
En los tres casos de estos integrantes de la Alianza del Pacifico, un hecho suscita movilizaciones que terminan creciendo por otras causas que estaban detrás, funcionando el primero como detonante de un clima que puede estar gestándose desde años atrás. En Colombia, la manifestación sucede en repudio a la reforma tributaria impulsada por el gobierno de Ivan Duque.
La reforma, a grandes rasgos, buscaba aumentar la base tributaria en Colombia. Detallada en varios puntos, se creyó que al final de cuentas esos “impuestos solidarios” para hacer frente a la pospandemia, haciendo hincapié en la redistribución desde impuestos transitorios a la riqueza, terminaría afectando más a la clase media que beneficiando a los estratos del medio hacia abajo. Los aumentos por impuestos a los combustibles fósiles y los servicios públicos golpearían de manera mucho más notoria el poder adquisitivo de los grupos medios, aumentando la desigualdad entre las clases altas y el resto de la sociedad colombiana.
Otros puntos sobre las finanzas del país fueron expuestos por los manifestantes: El gasto en armamento para las fuerzas oficiales, sobre todo para el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD), dado que quienes sufrieron el resultado de la inversión fueron los mismos colombianos movilizados: Son los autores mayoritarios entre los 80 asesinatos en el contexto del estallido social. Además se denuncian cientos de desaparecidos, detenciones indiscriminadas e injustificadas y otros abusos por parte de las fuerzas estatales.
La brutalidad policial resultó, para el pueblo, más efectiva en las movilizaciones sociales que en los conflictos con las fuerzas paramilitares. Tanto las represiones a la protesta, exabruptos como el del Ministro de Hacienda Alberto Carrasquillo sobre su desconocimiento sobre el precio de los alimentos, falta de respuestas del gobierno ante la pandemia e inacción del Estado para reactivar una economía desigual y golpeada, provocaron en la sociedad un hartazgo que llevó a la explosion en mayo pasado, agitando el clima de cara al último año de Iván Duque al frente del gobierno.
En este contexto caliente, el escenario presenta una tendencia favorable a la propuesta novedosa llamada Pacto Histórico. Esta coalición electoral supone una aglutinación de fuerzas de variado espectro ideológico, cuya cabeza tiene nombre y apellido: Gustavo Petro. La figura del ex alcalde de Bogotá le impartió un sello distintivo, renovando un abanico de ideas inacabadas del liberalismo y, a su vez, conectadas muy estrechamente con problemáticas contemporáneas, como la crisis climática, el contexto social y la economía, erigiéndolo como el principal canalizador del descontento de la población colombiana con el oficialismo uribista. De esa manera, su programa “Colombia una potencia mundial de la vida” pretende ser el bastión que lo llevará a la próxima presidencia.
El cumplimiento parcial de su cometido, a través del éxito en las elecciones legislativas, brinda una cuota de respaldo. Sin embargo, la geografía colombiana representa un desafío ulterior, en tanto las regiones son verdaderamente heterogéneas como para que resulte ineludible entablar negociaciones con diferentes espacios.
A lo mencionado se le añadió una serie de eventos desafortunados (si, como la película) que surgieron desde la Procuraduría General de la Nación. En primer lugar, tuvo lugar a raíz de la suspensión temporal al alcalde de Medellín, Daniel Quintero, por presunta participación e intervención en política.
A los días, se sumó una sanción idéntica al alcalde de Ibagué, Andres Fabian Hurtado. Luego siguieron, a mitad de mayo, la misma decisión sobre los alcaldes de San Juan de Nepomuceno (Bolívar), Wilfrido Alfonso Romero Vergara, y de Timaná (Huila), Marco Adrián Artunduaga. Estos últimos tres, por manifestar -según la Procuraduría- su simpatía por Federico “Fico” Gutierrez, mientras que en el caso de Quintero se sancionó su abierto apoyo a Gustavo Petro.
El ruido suscitado desde las declaraciones del suspendido alcalde de Medellín corrió en torno a un “golpe de estado” que se estaría gestando anticipadamente. Las tres suspensiones subsiguientes podrían ayudar a disipar sospechas sobre una sanción única para simpatizantes del Pacto, dado que en estos casos también se sancionó el apoyo abierto de alcaldes hacia Fico, candidato más próximo al oficialismo.
La activa intervención de Procuraduría no ha sido el único hecho en subir la temperatura social de cara a las elecciones. A principios de mayo, Gustavo Petro sorprendió a todo el país suspendiendo una visita a la zona de Manizales los días 3 y 4. La razón, explicada en un comunicado de Pacto Histórico, fue nada menos que un plan para asesinar al gran candidato a asumir la presidencia colombiana.
Estos eventos sucedidos en el mes de mayo en Colombia maridan en un combo de alta temperatura de cara a los comicios presidenciales de este domingo 29. Sin duda, el descontento, las acusaciones cruzadas entre oficialismo y oposición, la posición de la justicia y el peso del -aún incumplido- Acuerdo de Paz serán factores decisivos a la hora del sufragio. Veremos qué postura toma cada candidato alrededor de estas aristas y como sus propuestas pueden brindar las respuestas que el pueblo colombiano reclama.
La carrera hacia el Palacio Nariño
Como mencionamos anteriormente, las grandes coaliciones aspirantes a entrar al Palacio Nariño son tres: Pacto Histórico, Centro Democrático y Alianza Verde-Centro Esperanza. Con Petro, Fico y Fajardo a la cabeza de cada una, respectivamente. Por si la complejidad del contexto no fuera suficiente, entra aquí en la partida un candidato que asoma por sorpresa: Rodolfo Hernández, quien ha crecido exponencialmente en las encuestas recientes y hasta podría amenazar la -casi segura- composición de segunda vuelta entre Petro y Fico.
El gran candidato: Gustavo Petro es, desde hace ya un año, el líder de prácticamente todas las encuestas y el político con mejor imagen en Colombia. Quien fuera candidato a presidente en las últimas dos elecciones, y perdedor del balotaje frente al propio Ivan Duque en 2018, pareciera encontrar finalmente su oportunidad de subirse a lo más alto del ejecutivo. La pregunta que surge naturalmente es, ¿Será la tercera la vencida?
Ahora bien, la vida pública de Petro se remonta a la década de 1990. En la incipiencia de la década, fue parte del grupo de personas que fundaron el partido político Alianza Democrática M-19. Este movimiento, a su vez, tuvo participación en la redacción de la Constitución de 1991. Inclusive, con el envión del apoyo popular llegó a la Cámara de Representantes en 1991 por el departamento de Cundinamarca.
Hay que mencionar que los grupos paramilitares, como bien se destaca anteriormente en el Acuerdo de Paz, son históricamente influyentes en Colombia. Al encarar las negociaciones el frente uribista, desde el oficialismo se atribuyen casi en exclusividad la imagen de pacificación y oposición a la guerrilla y los conflictos armados que tanto han afectado internamente al país cafetero.
Sobre Petro ha pesado mucho su condición de ex guerrillero del grupo M-19, desmovilizado en la década de los ‘90. De hecho, muchos de sus rivales políticos lo acusan de participar en uno de los más fuertes momentos de guerrilla en Colombia: La toma del Palacio de Justicia. El mismo Petro ha explicitado en reiteradas ocasiones que en aquel noviembre de 1985 se encontraba retenido por militares y era torturado por las fuerzas oficiales.
Más reciente en el tiempo, su gestión como alcalde de Bogotá (2012-2015) fue trastabillado, ya que terminó siendo destituido de su cargo luego de que Miguel Gómez Martínez, representante bogotano de la derecha presentó una iniciativa para revocar su mandato. No obstante, a pesar de tener que lidiar con ello, Petro dejó asentada una huella por su incursión en una batería de políticas sociales que hizo mecha en la ciudadanía.
Luego de dos campañas presidenciales, la estrategia del equipo de Petro parece reconocer las falencias y potenciar aspectos que dejaron sin abordar para esta ocasión. Y, en cierto punto, el escenario se presenta como favorable. Mucho de eso se debe al recorrido en las diferentes regiones del país, para encontrarse con los sectores populares, los jóvenes, las mujeres y los líderes sociales. El reto base es sostener los casi ocho millones de votos que obtuvo frente al candidato de la derecha, lo que naturalmente le permitirá tener una competitividad mayor en una segunda vuelta, puntualmente con el sector indeciso de la población.
Además, Petro sufre una campaña negativa que abarca a todas las expresiones disidentes a la derecha en Sudamérica: La venezolanización. Este término ha construido su significancia alrededor de la crisis socioeconómica, política y migratoria de la patria bolivariana. En Colombia, al tener una historia de tensiones con su vecino, esta calificación es aún más estigmatizante.
A partir de las declaraciones del líder izquierdista sobre que retomaría relaciones con Venezuela de ser electo, el proceso significante se intensificó, comparando el cambio o la venezolanización, en un país donde -vale aclarar- el conservadurismo está muy arraigado y donde las relaciones con Estados Unidos -uno de los grandes enemigos diplomáticos de Venezuela- son especialmente estrechas.
En segunda instancia, el perfil de Federico “Fico” Gutiérrez se perfila para ser el señalado en el formato antagonista con Gustavo Petro. Fue alcalde de Medellín (2016-2019) y una de sus frases predilectas en sus discursos suele ser “Duro con los criminales, suave con las personas”. Con lo cual, se puede extraer que es el candidato que levanta las banderas de los sectores conservadores.
Proveniente de la Generación X, es el candidato más joven de las opciones presidenciales para estas elecciones. En ese marco, con cierta certeza, su primer intento por llegar a la presidencia es también su salto a la visibilidad en el marco de la política nacional.
Pero antes de cerrar, es importante destacar que, además de Petro, “Fico” tiene el reto de vencer a otro candidato que está en la recta final de la campaña. Sin advertir demasiado sobre su proyección como una posibilidad real de llegar al balotaje, el crecimiento en las encuestas de Rodolfo Hernández (77 años) supone un alerta para el joven Gutiérrez.
La pregunta que surge es, ¿Y el uribismo? El movimiento político más importante del Siglo XXI en Colombia fue el principal perjudicado por las movilizaciones de mayo de 2021. Con tanto tiempo en el poder, y con Uribe aún siendo decisivo en el armado político, su imagen e intención de voto entró en crisis con Duque a la cabeza. Para procesar esa crisis, Centro Democrático parece haberse dividido en dos caminos para encontrar este final en la retirada de Zuluaga y el apoyo a Fico.
Por un lado, este apoyo a la candidatura de Gutiérrez como la continuación del uribismo a su vez trae aires de renovación, no solo por venir por “fuera” sino por su juventud. El camino descartado sería la radicalización del modelo, algo que Maria Fernanda Cabal parecía encabezar desde sus simpatías con el modelo de Bolsonaro y el conservadurismo, apuntalado por sus ataques por derecha a Duque y su incapacidad de manejar la crisis post pandemia y luego del estallido, donde Cabal apoyó la mano dura de la represión estatal.
Con Petro del centro hacia la izquierda y Fico a la derecha, además de la polarización entre ambos como continuidad de una política en crisis o un cambio extremo, Sergio Fajardo intentó construir un gran centro para canalizar el descontento con ambos e intentar llegar a una segunda vuelta con una imagen de cambio responsable.
El otro gran actor del centro, con Fajardo, es Alejandro Gaviria. Las tensiones entre ambos han impedido la consolidación de la coalición, dado que las posiciones progresistas de Gaviria se acercan a Petro, y problematiza su relación. Esto luego del alejamiento de Ingrid Betancourt de la coalición y, con ella, la facción ecologista. El magro resultado alcanzado por Centro Esperanza en las elecciones interpartidarias, más sus problemas internos, ha relegado a la coalición lejos de la segunda vuelta y, finalmente, al cuarto lugar con la irrupción de Rodolfo Hernández.
El personaje Rodolfo Hernández se ha metido en la discusión sobre una posible chance de entrar al balotaje en las últimas semanas. El ex alcalde de Bucaramanga, a sus 77 años, busca hacerse eco del clima virulento y apelar como candidato independiente a captar el descontento generalizado traducidos en votos.
Desde allí es que el candidato ha basado su discurso en la anti política y la anticorrupción, intenta capitalizar el enojo que sienten los colombianos para con su dirigencia, ampliado desde el uribismo hacia su rival petrista, con un personalismo populista, muy bien descrito en este perfil. Su paso por la alcaldía de Bucaramanga manifestó este discurso y una incorrección política, con episodios que evidencian su temperamento como el cachetazo a un concejal opositor en 2018.
De hecho, el concejal víctima de su carácter, le espeta un discurso “excremental” -de odio-. Hernández se acerca a los perfiles irreverentes que han surgido en los últimos años, como Trump, Bolsonaro, Javier Milei, entre otros. La salvedad es que el ingeniero colombiano no ha fundamentado sobre su ideología ni se ha mostrado activamente identificado, lo que lo pone difícil de encasillar. Algo que, de manera muy clara, se resume en este artículo de Augusto Taglioni: Una suerte de Parisi colombiano.
Por último, están el evangelista John Milton Rodríguez, del partido Libres, y Enrique Gómez, de Salvación Nacional, cierran todas las listas de encuestas al final. Sus intenciones de voto apenas pasan el punto porcentual, lo que reduce tanto el impacto de su participación como la influencia de sus votantes de cara a la segunda vuelta.
¿Hacia dónde irán los votos?
Ninguna de las encuestas han marcado, más allá de su sólido liderazgo, han puesto a Petro por encima del 50% de votos -lo necesario para evitar un balotaje-. En la historia reciente, solo Álvaro Uribe ha alcanzado la presidencia con solo una vuelta, por lo que es difícil pensar que la definición presidencial no se alargue al 19 de junio.
De cara a esa fecha, es necesario intentar pensar cómo puede darse la reconfiguración de votos para la segunda vuelta. Con Petro como una fija para la contienda, y Fajardo prácticamente descartado, el acompañante podría dirimirse entre Fico y Rodolfo Hernández.
¿Es tan grande el descontento de la ciudadanía colombiana como para canalizar su enojo en la anti política? Si bien el uribismo, con sus pros y sus contras, parece haber colmado al pueblo cafetero, el extremismo no es algo que sea visto con buenos ojos en el país. El sufrimiento con las FARC, su historia guerrillera y su guerra interna indican que los colombianos solo quieren tranquilidad, y eso no es algo que se consiga fácilmente.
Lo que también es cierto y claro es que, a pesar de la mala imagen con la que Duque se retira, el progresismo aún tiene reticencia en extendidos polos de la sociedad en Colombia. Su nula historia gobernante y tradición política, más las imágenes regionales de progresismos -por lo general- alejados de una institución con mucho arraigo como la Iglesia, o el caso del vecino Venezuela.
Aún así, al erigirse Petro como el canalizador del descontento, queda pensar ¿Quiénes están contentos con el uribismo? Seguramente, las urnas, las movilizaciones y declaraciones relevarán si existe detrás apoyo externo o de un establishment, no está de más recordar la estratégica relación entre Colombia y Estados Unidos, y cómo podría pesar en ese vínculo un acercamiento -o al menos una reducción del alejamiento- con Venezuela.
Por lo pronto, debido a las posiciones centristas y a los guiños que el mismo Petro ha enviado, es posible trazar una cercanía entre el centro de Fajardo y Pacto Histórico, lo que significaría un refuerzo interesante para el izquierdista.
Diferente es el panorama por los votos que buscará Fico si supera a Hernández y viceversa. Dado la incógnita ideológica que trae el ingeniero de Bucaramanga, el escenario más cercano es la incertidumbre que puede despejarse sobre la fecha de la segunda vuelta. Podríamos pensar, que si Hernández es el Parisi colombiano, un acercamiento a Fico sería la opción más probable -aunque no definitiva-, ya que la unión Parisi-Kast en Chile no fue tan clara como para derrotar a Gabriel Boric en aquella elección.
¿Alcanzará la combinación de la centroderecha de Fico y la incorrección de Hernández para bloquear al progresismo? ¿Es irreversible el camino de Colombia hacia un cambio de gobierno significativo como nunca en su historia moderna? Por lo pronto, la primera vuelta marcará realmente cuál es el apoyo que el pueblo le da a cada candidato en números reales, que porcentaje de ausentismo habrá, cómo los finalistas le hablarán a quienes no los voten y, por último, los rumbos tomados por los eliminados y figuras importantes del Congreso ya consolidado.