Conversaciones y apuntes teóricos sobre el peligro de hacer un buen trabajo en 2022
El miércoles 11 de mayo la noticia recorrió el mundo en cuestión de un par de horas. Una periodista palestino-estadounidense fue baleada al norte de Cisjordania, en la ciudad de Jenin. Ella era Shireen Abu Akleh, integrante del medio Al Jazeera y un ícono del periodismo árabe en la cobertura del largo conflicto palestino-israeli.
Desde el terreno mismo, Ezequiel Kopel aporta claves para entender cómo el hecho se vive y se narra en términos de cada lado del conflicto. Además, conversamos con él sobre la situación de los periodistas alrededor del mundo a partir de la muerte de Shireen.
Con el avispero agitado comenzaron versiones cruzadas que caldearon los ánimos en el lugar de conflicto, la indignacion -mayor a la de costumbre- del pueblo palestino se tradujo en acusaciones de un homicidio calculado y premeditado, a sabiendas del lugar y rol que ocupa Shireen en la histórica disputa. Las redes sociales, funcionando como salón de juzgado, tuvieron a Israel intentando desligarse del caso a través de un video publicado en el que acusa que los “terroristas” árabes disparaban al azar en la zona.
Los testimonios de colegas de Shireen presentes en el lugar del hecho, más una investigación del B’Tselem (centro israeli de información sobre los derechos humanos en territorios ocupados) pusieron fácilmente en jaque la versión oficial. El gobierno de Bennet debió debatir hacia sus adentros cómo reaccionar y afrontar las acusaciones, recurriendo a más comunicados que evidencian no haber convencido siquiera a quienes los escriben.
Ezequiel diferencia como cada parte ha vivido su propia agenda con la noticia, para los palestinos fue “la muerte de la mujer que les viene relatando las vicisitudes de su vida” y “del lado israeli no es algo que se hable en los cafés, en la calle, apenas se comenta en canales de televisión y diarios”.
El único intento que expresó medianamente un compromiso real fue la propuesta hacia el estado palestino de iniciar una investigación conjunta, rotudamente rechazada por los palestinos -lo que, cuenta Ezequiel, se convirtió en lo más comentado por los medios israelies sobre el caso-. Luego de la negativa, elevaron el llamado a Washington y Bruselas para revisitar el hecho sin Israel como observador, con el primero algo más preocupado al ser Shireen también ciudadana estadounidense.
Las escenas viralizadas sobre el cuerpo inerte de Shireen en la zona del tiroteo fueron -sorprendentemente- equiparables por lo que sucedió en el velorio de la periodista: La policía israelí decidió reprimir a los movilizados que cargaban el féretro y a todos los palestinos que concurrieron a la despedida. Es aquí donde más alto han elevado la voz los actores de peso de la comunidad internacional, incluso con Joe Biden pidiendo públicamente investigar este episodio.
Este breve racconto fue simplificado para problematizar a partir de este último detalle. Para conocer en profundidad el caso, las acusaciones y consecuencias del homicidio de Shireen no habrá crónica más cercana que la de Ezequiel Kopel desde el lugar de los hechos.
Semiosis de un asesinato
La cronología de los hechos sitúa a los disparos el miércoles y a la represión el día viernes. Es en ese momento cuando la preocupación del gobierno estadounidense -a través del presidente y no de su secretario- y la consternación de la Unión Europea se hacen notar. El hecho en sí mismo está en agenda desde que ocurrió, sin embargo, para la decidida intervención de los grandes jugadores fue necesaria la represión televisada. La preocupación -real- durante las primeras 48 horas parece haber sido casi exclusivamente árabe.
Los líderes de Occidente se han mostrado más rápidos y firmes para sancionar a Rusia que para tomar cartas fuertes en un asunto como este. En apenas unos días Israel ocupó nuevos territorios y reprimió un velorio generados por sus propios disparos. En la web de la Corte Penal Internacional se habla de una nueva investigación en Ucrania, mientras nada parece haber sucedido en Cisjordania.
La situación es gravísima, durante todo su desarrollo pero principalmente desde su inicio. La clásica función narrativa de nudo-desenlace se lleva las miradas hacia los dos tercios finales de la historia y atrás queda el primer paso. El chaleco antibalas con la palabra press notablemente visible se funde en una de las imágenes más duras que cualquiera pueda imaginar al acompañar el féretro.
La insólita represión policial bien puede darle la razón al planteo de Eliseo Verón en la semiosis social acerca de que el binomio significado-significante de Ferdinand Saussure no es suficiente para analizar la construcción de eso que llamamos realidad. En este giro lingüístico, los palos repartidos construyeron en la interpretante comunidad internacional un significado distante del significante real. En otras palabras, el hecho que llamó más fuertemente hacia la intervención resulta ser la represión y no la muerte de Shireen, por lo que la interpretación del mundo se muestra abiertamente ligada a lo visible (transmitido) -y más difícil de obviar-.
Si suponemos, como todo pareciera indicar, que la bala que alcanzó a Shireen fue disparada por el ejercito israeli, entes del Estado de Israel son responsables de los dos sangrientos episodios: Asesinato y represión. El primero fue observado por el mundo ya consumado, mientras que el segundo fue transmitido en vivo. La diferencia, en términos comunicacionales, es la innegable autoría de un hecho filmado con todos los actores en cámara, mientras que el otro -por más terrible que pueda ser- termina opacado, prestado a la discusión y la presentación de hechos cooptados por los actores para empantanar la investigación.
En conversación con el portal alemán Deutsche Welle, el subdirector del Instituto Internacional de Prensa, Scott Griffen, reclama protección a periodistas en zonas de conflicto. Más allá de los recaudos propios de un territorio de fuego cruzado, Griffen destaca un “ciclo de impunidad” repetido en los asesinatos de periodistas. Este ciclo escenifica la procrastinación que tienen los Estados, jefes y organizaciones internacionales ante estos casos, enmarañados en acusaciones cruzadas y expresiones de advertencia o preocupación a través de comunicados testimoniales.
La comunicación misma, en tanto producción de los sentidos que moldean nuestro cotidiano, se torna en una cuestión de portar el poder para materializar dicha producción. Me atrevo a suponer que la indignacion del pueblo palestino por la perdida de un ícono habría sido insuficiente para que la problematica se transforme en un dilema real sobre derechos humanos, aunque dudo sorprender a muchos con este análisis. Se necesitó de una represion televisada, con los palos a la luz de las cámaras y un perseguimiento al pueblo palestino incluso en una jornada de luto para que el tema efectivamente movilice a los portadores del poder que construye los sentidos, los discursos y, por lo tanto, lo ‘real’.
Teoría para intentar pensar y entender por qué: Una periodista fue asesinada mientras hacía su trabajo. Se suma a otros 27 informantes que encontraron la muerte intentando contar lo que pasa en el mundo.
¿Por qué parece normal?
Algo muy interesante que resalta Ezequiel es que “acá todo rebota, mataron 7 periodistas en Ucrania y pasó como si nada, a todo el mundo le interesa lo que pasa acá (Jerusalem y cercanías) desde las cruzadas”. Es un punto muy certero, dado que, por ejemplo, la noticia de los 8 periodistas asesinados en México no ha cruzado fuertemente las fronteras de este país.
El nivel de interés por el vecino Estados Unidos, al manifestarse, ha virado hacia acusaciones cruzadas debido al tráfico de armas e injerencismo. Desde el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), recordaron que las balas disparadas eran Made In USA cuando tanto Biden como su mano derecha, Anthony Blinken, manifestaron su preocupación. La respuesta fue un lavado de manos o un pasaje de responsabilidad acerca del tráfico de armas por una de las fronteras más famosas del mundo. Nuevamente, los micrófonos silenciados pasan a segundo plano.
De esta problemática tuve la oportunidad de consultarle al periodista mexicano Mael Vallejo. Mael describe perfectamente el clima generado en el país, dado que “AMLO necesita enemigos y uno de ellos ha sido la prensa, no hay un día que no la ataque”, construir un enemigo y crear ideales en su contra no hace más que corroer sus derechos, ejemplos de ello sobran.
En ese sentido, aunque López Obrador afirme que no es el gobierno quien los mata, internamente “los periodistas en México y las organizaciones internacionales decimos que ellos no jalan el gatillo pero generan el clima de animadversión y contexto de descréditos y ataques a la misma”. El presidente acumuló tanto poder que durante sus conferencias sólo gozan de libertad los periodistas “ligados al poder” que jamás incomodan con sus preguntas, los afines al gobierno.
La situación en el gigante americano es tan preocupante que Reporteros sin Fronteras (RsF) califica al país como el segundo más inseguro en “la capacidad de concebir, recabar y difundir informaciones, de acuerdo a los métodos y la ética del periodismo, sin arriesgarse a padecer daños físicos, sufrimiento psicológico o emocional, ni perjuicios profesionales”, solo por detrás de Birmania (o Myanmar) bajo golpe de estado actualmente.
Este indicador puntúa a México con 11 unidades, incluso 16 por debajo de Rusia (27), país apuntado por coerción sobre la prensa. Vale mencionar para la comparación la fuerte propaganda del Kremlin acerca de la guerra, limitando deliberadamente la libertad de expresión y la posibilidad de informar de los periodistas rusos. Hace menos de un mes, por ejemplo, Maria Ponomarenko fue encarcelada por informar del ataque ruso al teatro de Mariupol, lo cual fue calificado de “difusión de información falsa”.
La guerra rusoucraniana ha servido como punto de análisis para ambos casos entre los periodistas, “es uno de los años más mortales para los periodistas en México, -ni Siria ni Ucrania-” compara Mael. Según RsF, además de ser México el país con más periodistas asesinados en 2022, los registros históricos de la organización marcan que el máximo de 11 homicidios de 2017 puede ser superado este año.
El campo de batalla ha servido como camuflaje de esas muertes, si bien aún es pronto, no se destacan investigaciones profundas y, aunque algunos medios hablan de más de 20 periodistas alcanzados por el fuego cruzado, la relevancia de este tipo de noticias no ha sido tan grande como bien comparaba anteriormente Ezequiel entre los siete de Ucrania y Shireen.
Mientras este artículo se escribía, en Chile falleció Francisca Sandoval, la primera periodista asesinada desde el final de la era pinochetista. Reporteros sin Fronteras no la incluyó aún en su lista porque los disparos habrían sido al azar en el marco de una marcha de por el Día Internacional del Trabajador, no exactamente por su labor, si no por la mala fortuna de estar al alcance de las balas -según especifica RsF sobre la construcción de su barómetro-.
La noticia, confirmada un día después del asesinato de Shireen, ni siquiera ha cruzado la cordillera de Los Andes. El Canal 3 de Victoria, donde Francisca trabajaba, publicó un comunicado en donde responsabiliza al gobierno actual y, sobre todo, a su brazo armado y la entidad que mayor polémica levanta en Chile desde el Octubre Rojo: Los carabineros, y su relación con grupos paraestatales. Un nuevo caso de violencia normalizada, en donde la pérdida de una periodista no genera mayores efectos y todo sigue su curso normal.
¿Cuánto vale el periodismo?
La ley más conocida del mercado es el punto de equilibrio entre oferta y demanda. Cuando la balanza se mueve hacia un lado u otro, se reconfigura el precio. ¿Qué pasa si sobra oferta? Bueno, baja el precio. Hace ya más de una década que los medios para informarse se han multiplicado en la era digital, así como las voces que informan a través de los distintos canales.
Esta sobreoferta de información ha socavado y desvalorizado la actividad periodística, las redes sociales han creado informantes, investigadores y/o formadores de opinión que lejos están de ser periodistas. Sin voluntad de desmerecer a nadie: Hemos visto cómo muchas personas que han acumulado seguidores saltaron incluso a ocupar espacios importantes en medios informativos y a informar sobre todo tipo de temáticas sin experiencia ni formación concreta en la práctica.
Parece haberse creado la sensación de que cualquiera puede ser periodista. Si bien la actividad y la expresión jamás deben ser restrictivas ni restringidas, se ha contribuido a la banalización de la profesión. Este punto, además, aporta al desgaste de legitimidad mencionado anteriormente por Mael.
Pero no solo se ha tratado de multiplicidad de voces, si no también de voracidad de información y consumo: Los hechos que se cuentan son cada vez más y, a su vez, se habla menos tiempo de ellos. En medio de la pandemia COVID-19 la OMS acuñó un nuevo término acerca de la información y desinformación: Infodemia. La opinión de infectólogos, médicos y otros profesionales de la salud fue rebatida, desconocida y reemplazada por otros informantes, en una problemática similar a la que venimos desarrollando.
Sobre la desinformación vamos a puntualizar en las fake news. La velocidad de las noticias es tal que para cuando algo se publica, de ser necesario desmentir, ya habrá quedado atrás. Mael ve como estas “fake news y medios alternativos que toman mayor fuerza y crean un ambiente más difícil para hacer periodismo”. Probablemente sea más fácil acusar de desinformar, o de intoxicar por sobre informar, a los medios y a los periodistas que a un twittero con un millón de seguidores o a una comunidad blogger de terraplanistas.
Del diálogo con Ezequiel surge una obviedad sobre la incomodidad del periodismo, que Mael denuncia que falla en México, que no deja de ser destacable: “Si contamos lo que no se quiere escuchar somos enemigos”. ¿Gusta el periodista que hace bien su trabajo? En la era donde la información y los medios abundan la “posverdad limita lo que hace la prensa verdadera e independiente” según Mael.
El filósofo Darío Sztanjnszrajberg dice sobre la posverdad: “Frente a una realidad amorfa que es pasible de ser interpretada, es la acción que realiza uno por leer de la realidad solo lo que le cuaja y le cierra”. La polarización, la impaciencia, el descontento y la exacerbación de las diferencias hacen de la sociedad y la información -y el periodismo- un cóctel explosivo.
Todas estas razones, implicancias y cambios han horadado continuamente la actividad periodística, la validez informativa y los derechos del periodista. Cuando el periodista dice lo que no gusta a algunas personas, estas pueden optar desde el descontento hasta la cancelación -en nuevos términos culturales-, el problema que resulta de aquí lo sintetiza Ezequiel: “La gente se olvida que somos los mensajeros, no el problema”.
Retomando la teoría lingüística como conclusión, la nueva era de la información, de la digitalidad y la posverdad ha estado signada por muchos otros cambios que no alcanza a cubrir este artículo, pero todos han trabajado para deslegitimar al periodismo de manera en que, en palabras de Lacan, se convierta en un significante vacío.
Un significante sin sentido específico, una consecución de sonidos sin relación, algo que le quita valor, derechos, voz. Aunque esta condición no es inmutable, ya que el lenguaje y la comunicación están en permanente construcción. Solo necesitamos que quienes tengan el poder suficiente para preformar, construir y circular los sentidos se interesen en proteger, valorar y fomentar al periodismo de investigación en el mundo.