#PopPurrí Nº12 – Índice dobladillo: cómo explicar ciclos económicos usando polleras como predictor (y fallar miserablemente)

Poliwhiskers: llegó Marzo. Les traigo la entrega de equinoccio, que no es más que una enroscada respuesta a una pregunta que nadie me hizo: ¿Por qué el economista George Taylor estaba equivocado al teorizar que los ciclos pueden predecirse según el largo de las faldas femeninas? 

En la primera sección, voy a presentar la teoría hemline o teoría del dobladillo, una propuesta económica que sigue estudiándose 100 años después de su formulación. En la segunda, explicaré por qué la moda es uno de los mayores motores de la economía capitalista, y por ende, la moda y la economía están mucho más cerca de lo que la disciplina publicita. Finalmente, voy a refutar lo propuesto por Taylor.  Para realizar este newsletter, usé como base el trabajo Hemline Index Theory: empirical analysis with Google data (Teoría del dobladillo: análisis empírico usando data de Google) de Tihana Škrinjarić.


 Parte I: La teoría del dobladillo 

La teoría del dobladillo o himeline index es una teoría que establece que el largo de las faldas (dobladillo) es más corto en períodos de bonanza y más largo en tiempos de recesión; ya que faldas cortas permiten mostrar pantimedias sanas. No es la única en su clase, uniéndose a otras famosas como la que relaciona la altura de los zapatos de mujeres con los ciclos económicos. Acá un video (en inglés) sobre el tema.

Su creación es atribuída generalmente al economista de la Universidad de Wharton George Taylor, quien publicó su tesis Significant post-war changes in the full-fashioned hosiery industry (Cambios significativos de posguerra en la estilosa industria de las pantimedias) en 1929. En ella, el estadounidense tomaba el cambio en el largo de las faldas -hacia uno más reducido- como uno de los causales del boom de la industria de las pantimedias en 1920’; pero no propuso ninguna teoría en particular. 

Sin embargo, la misma fue construyéndose casi como una cadena de referencias a trabajos sin fin, que sigue siendo estudiada hasta el día de hoy; y sigue siendo presentada como “El modelo económico de 1926 que encuentra una relación entre la moda femenina y la economía”.


 Parte II: La moda lo es todo para la economía 

Limpiemos los huesos: La economía capitalista y la moda son la misma cosa. Uno no puede predecir qué va a suceder con la economía a través de la moda porque ¡la moda es economía! 

En la antigüedad las parejas tenían que preparar el ajuar antes de casarse, siendo una pieza importantísima las sábanas. ¿Por qué? porque eran carísimas, incluso más que la misma cama. La industria textil era el segundo más importante rubro de la economía del medioevo, solo por detrás de la agricultura. Por eso, no es casualidad que la revolución industrial tuviera entre sus principales puntos bajar el costo de los productos textiles: ¡Este sector es el pilar y principal motor de la revolución industrial! ¿Cómo podría ser un mero accesorio o esfera alterna al capitalismo?

A su vez, como proponen los estudios postestructuralistas, el capitalismo construye, atraviesa y crea los cuerpos de los sujetos. Nos vestimos como las condiciones nos permiten: la moda no predice la economía, porque somos lo que nuestros tiempos capitalistas nos dejan ser. Si la moda es parte integral del sistema económico ¿Cómo podemos ir por la vida afirmando que “el capitalismo predice al capitalismo” como si fuera algo poco notorio?


 Parte III: Observar sin comprender no es nada 

La base de la teoría del dobladillo es la observación empírica: recolectar muchas pruebas, “mirarlas” y usar sus similitudes y diferencias para hacer una propuesta  general sobre el funcionamiento y existencia de un todo que las pruebas conforman. Pero si solo analizo irlandeses corro el riesgo de pensar que todo el mundo tiene un primo colorado. 

Todas las personas se relacionan con la industria de la moda de una forma u otra, dependiendo de su género, edad, nivel de ingresos, mercado disponible, lugar en la economía, etc. El “pull de data” para la teoría hemline son las mujeres de clase media y alta; por lo que la muestra no es significativa ni traspolable al total de la población que busca representar. Gran parte de las justificaciones teóricas de por qué las faldas cambian de largo y forma han girado en torno al lugar de las mujeres en la economía, adjudicando sus fluctuaciones a si ellas se recluyen a la esfera privada o pública. Pero un punto crucial que pasan por alto es que las mujeres de clases bajas (en especial las racializadas), siempre trabajaron para garantizar su subsistencia en la “economía pública”: ¿Cómo podemos borrar de la historia la labor de campesinas, obreras, mucamas, cuidadoras, institutrices, maestras, cocineras etc.? (Sin dejar de lado que el “trabajo doméstico” es trabajo, y recae en los sujetos “mujeres” en sociedades con roles de género diferenciados).

A su vez, subsiguientes estudios sobre el fenómeno parecen no tener en cuenta varios factores a la hora de elegir sus referencias de estudio:

  • Muchas fotos utilizadas como “ejemplo de cómo vestía la gente en la época” parecen ignorar que las fotografías eran algo excepcional, muy caro y difícil de conseguir. Es como decir que nos vestimos diariamente de la misma forma que cuando tenemos un evento como un casamiento, cumpleaños o un outfit instagrameable.
  • Lo mismo sucede con quienes utilizan de manera acrítica los vestuarios mostrados en películas, revistas o catálogos de ropa. ¿Se imaginan si en 100 años todos pensaran que íbamos con micro carteras Prada a la clase de matemáticas porque basan todo su conocimiento en clips de Euphoria?
  • Muchas de las prendas conservadas del período son las menos utilizadas, o consideradas “de ocasión especial”, puesto que las otras debieron perecer de tanto uso (en la mayoría de ocasiones, sin quedar registradas en fílmico).
  • Los registros de venta de los comercios tampoco son suficientes, puesto que la confección de prendas en casa o por parte de modistas era una práctica común.

Pero los problemas con la teoría del dobladillo no recaen solo en su medición. Intentar explicar cotidianidades ajenas sin tomar en cuenta la palabra de quienes las experiencias lleva a enormes “malos entendidos”. Por ejemplo, la noción de que el corset es una herramienta de opresión surgió de conservadores masculinos, que miraban con recelo a la moda como uno de los lugares donde los cuerpos femeninos tenían mayor autonomía de expresión y sexualidad. El corset permitía mejor movilidad a quienes debían cargar voluminosos y pesados vestidos, les ayudaba con la postura e incluso permitía usar su feminidad como herramienta para lograr sus propósitos (casi siempre atados a la voluntad de figuras masculinas, que podían conceder o no ciertas oportunidades discrecionalmente). Hice un hilo (muy deshilachado) sobre eso hace un tiempo.

Finalmente, al igual que el origen de la teoría, muchos estudios sobre ella se basan en mitos muy propagados y exageraciones.

Repasemos: este índice dice que las faldas se acortan debido a que permiten mostrar que la mujer tiene poder adquisitivo para accesorios como pantimedias. Esta afirmación es bastante estúpida porque 1. En la vestimenta occidental las mujeres han usado distintos tipos de medias sin importar si se ven o no. 2. Nada muestra el poder adquisitivo de un bolsillo como la tela: cantidad y calidad. Ser capaz de pagar una falda amplia y larga muestra de manera más contundente la posición económica que un par de medias. Si quisieras mostrar que tenés plata ¿Qué lo gritaría más? ¿Un par de pantimedias de U$D420 o un vestido de U$D4900?

Siguiente punto. Quienes respaldan el índice en la actualidad suelen afirmar que en los años 20’ “las rodillas estaban expuestas” (al fin y al cabo, la proposición de la fase en inglés bare knees, bull market -rodillas expuestas, mercado en alza- ) y que en los tiempos de la Gran Depresión, las mujeres usaban faldas largas, entalladas y sin adornos. Esto no es cierto. En los años 20’ estaba extremadamente mal visto mostrar las rodillas, incluso entre jóvenes: era algo reservado para estrellas en el escenario y “gente de la noche”.  Los locos años 20’ como época de liberación para las rodillas no es más que un cuento propiciado por las películas de Hollywood, disfraces baratos y comentarios de bar.

Por su parte, a diferencia de lo que flota en el inconsciente colectivo, el largo de las prendas no varía drásticamente en la moda occidental entre 1920 y 1930 (especialmente en EE.UU., donde se desarrollan la mayoría de los estudios); más si las telas utilizadas para confeccionarlas. Ropa que previamente se confeccionaba utilizando algodones de primera calidad, sedas, lanas etc fueron creadas a partir de materiales baratos como sacos de harina. Pueden variar en silueta, pero el largo es virtualmente el mismo: el punto de contingencia no es el dobladillo, sino la materia prima.

Finalmente, es práctica común desmerecer lo que se toma como “cotidiano” en favor de lo “excepcional”. La moda -algo de todos los días- sirve de apoyo para lo infrecuente -el cambio de ciclo económico-. Lo “estúpido y superficial” -moda- se usa como excusa para explicar lo “serio y complejo” -economía-. Lo que experiencian “cuerpos femeninos” queda al servicio de lo que piensan “cerebros masculinos”. La teoría del dobladillo tiene un sesgo de género enorme donde los espacios feminizados (moda, cotidianidad, cuerpos) son tomados como objeto de estudio sin intervención de sus sujetos, en acción o mirada. Es así como un campo “feminizado” es tomado por actores “masculinizados” para servir a sus propósitos, una vez más. Escribí más sobre el tema en MODA PATRIÓTICA: POR QUÉ RUSIA OFRECE PERFUMES CON SUS AVIONES DE CAZA

¡Hasta la próxima! Hasta acá llegó mi capacidad de elaborar ideas por el mes. Saben donde encontrarme si me necesitan antes, sino, en abril estaré ahí.

Escrito por

Lic. en Relaciones Internacionales. Lic en Ciencia Política. Todo lo que escribo es a título personal a menos que se explaye lo contrario.

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