De mis días en el colegio hay un ritual que recuerdo con bastante apego, el cual tomaba lugar durante las últimas clases del año, con el solazo de diciembre ya inundando las ventanas del aula y el calendario académico enflaquecido de hojas. En ese ritual, con los aprobados y los aplazados del salón ya sabiendo su destino, el profesor solía invertir su hora en un contenido por fuera de la currícula: las charlas informales. Anécdotas de un día de pesca, qué fue lo que lo impulsó a dedicarse a la docencia, qué carajo escuchan los chicos de ahora, cómo va a salir eso un viaje a Bariloche y quién es esa persona que una vez que sale del aula e, increíblemente, tiene una vida fuera de la institución.
Quizás lo que sucede es que es diciembre y la dinámica anual nos empuja a sacar conclusiones, diseñar balances y establecer perspectivas. Al menos eso creemos de enero a noviembre. Pero al colocar un pie en el mes final del año, aquella misión implosiona: ¿quién puede hacer un análisis del 2021 con esta fatiga, estas ojeras, esta confusión y esta falta de horas de sueño? Mejor dicho, ¿alguien sabe cómo se empieza ese balance? ¿de dónde se adquiere la energía?
Que no se lea esto como una excusa para no rezar algunas conclusiones, más bien es una invitación al revisionismo (?) en torno a nuestra actitud en esta pieza del año: como argentinos, nuestro cuerpo no puede regatear la somatización del mes más ardiente del año. Y no me refiero meramente a antecedentes de crisis política y colapso socioeconómico, sino a las pequeñas escenas costumbristas que ya empezamos a ver en la temporada final del 21’: un micro roto a un costado de la ruta con pasajeros merodeando entre los pastizales con cara de culo, la mirada resignada de un vecino en cueros, implorando el regreso de la luz en una pegoteada noche sin servicio eléctrico, o la grieta que se teje en los vagones del subte entre quiénes transitan el empleo formal y llevan a sus hogares una caja nutrida en garrapiñadas, chocolates y turrones de oferta, contra los informales que padecemos como nunca lo que es la existencia sin aportes. Y ¡por supuesto! el mágico hecho de que en dos semanas estaremos en la cena navideña observando cómo un familiar sale de escena y se dirige a una de las habitaciones para volver envuelto en ponchos, camperas, chalecos y gorrito blancos y rojos, haciendo una risa grave y reivindicando a un personaje creado por Coca Cola hace ya muchísimo tiempo, en una medianoche que peina los treinta y seis grados centígrados. La barba postiza, comprada de apuro el día anterior, se le cae delante de los pequeños. Pequeña conmoción en la casa. “Tomá un par de medias para vos también”.
En fin, si siguen hasta acá, bienvenidos y bienvenidas al último El Eleccionario del 2021. ¿Seguiremos en el año entrante? Obvio, mirá si nos perderemos la chance de ver qué hace Florencio Randazzo en un año par. Pero queríamos despedir a este espacio entre tus correos poniendo sobre la mesa los highlights de algunas de las elecciones que atravesamos en estos últimos meses y qué hay para destacar de aquellos eventos en esta mirada hacia atrás al calendario. Cómo para justificar el salario, ¿vio?
La Democracia Disputada
Primera escena, en una mañana electoral, un sujeto de algunos de los tantos Estados que componen al país del norte se levanta, hace su cama, desayuna sus huevos revueltos con tocino (?) y sale a votar. Última escena, un conjunto de extremistas pintarrajeados, en cueros y dispuestos a todo, irrumpen en el Capitolio de los Estados Unidos y generan una toma del edificio que arrojaría el saldo de cinco muertos, el inicio de un juicio político contra el presidente saliente e imágenes verdaderamente surrealistas de los acérrimos del trumpismo correteando por los pasillos y oficinas el congreso estadounidense. Entre ambos sucesos no hay más que poco más de tres meses de distancia. Y para cuando los eventos del Capitolio tomaron lugar, el 2021 aún no contaba con una semana de vida.
Era un indicio de un nuevo desafío para todos aquellos que analizamos, estudiamos o meramente disfrutamos de vivir un proceso electoral: el resultado final de una elección ya no es el garante de una transición ordenada hacia una nueva administración. Y este es un fenómeno que el caso de Estados Unidos obliga a desligar de cualquier prejuicio en torno a limitarlo a democracias no consolidadas.
La concesión dejó de verse como una garantía para la continuidad del orden y empieza a percibirse, al menos en los discursos de algunos foros extremistas, como un punto de debilidad. Trump lo demostró y a dicha forma también responden las palabras del presidente brasileño Jair Bolsonaro aduciendo que sus alternativas son el poder, la cárcel o la muerte.
Y las secuelas de este mecanismo no implican solo una transición obstaculizada, sino un fuerte contrapeso al momento de desarrollar la construcción de poder posterior a los comicios, como ocurre en el caso del Perú: si a Pedro Castillo no se le puede cargar una victoria ilegítima como deseaba su rival Keiko Fujimori, se le estorba el desarrollo de su poder no solo desde el bloqueo congresal, sino desde la propia búsqueda de su salida de la presidencia, como ha ocurrido en esta misma semana con un fallido intento de vacancia, a menos de cinco meses de su asunción.
Cabe decir que los propios errores y destiempos del mandatario peruano aceitan las posibilidades de quienes claman su cabeza; en su enorme mayoría, sectores de la derecha y extrema-derecha del Perú. Episodios como éste reivindican lo que en ciencia política se llaman los casos de los tigres de papel, presidentes que logran una mayoría “artificial” en segunda vuelta -sea por las propias limitaciones cuantitativas del balotaje o por el rechazo mayoritario a su rival- dándole una cifra al asumir que no responde a su poder real de tracción en el electorado. A dicho proceso habrá que estar atento ante la venidera segunda vuelta en Chile entre Gabriel Boric y José Antonio Kast del 19 de diciembre próximo.
El debate, ¿privatizado?
Nos jactamos de que hoy los candidatos tienen más vías de comunicación que nunca: Twitter, Facebook e Instagram para mantener al día a sus seguidores, TikTok le permite sacar a relucir su costado humorístico y hasta puede darse el lujo de despuntar el vicio de tirarse una partidas del jueguito de moda en Twitch o Discrod. Sin embargo, en Argentina el debate entre candidatos al Congreso de Ciudad y Provincia de Buenos Aires fue transmitido de forma privada por la señal Todo Noticias. ¿Acaso no aprendimos nada?
Bien podrá decir alguien sin equivocarse que la incidencia en voto de un debate entre candidatos es mínima. Pero qué error sería conformarse con dicha apreciación para resignar el acceso del público al intercambio entre sus potenciales representantes.
Argentina aún está en la prehistoria en cuanto a debates entre candidatos. El acartonamiento es una fase que aún no se ha sabido resolver, pero enhorabuena de dar el puntapié a este proceso a nivel presidencial del 2015 a la fecha. Sin pecar de cipayos, de un modelo similar al que vemos en Estados Unidos se importó la figura de la Portavoz de la Presidencia, hoy ocupada por Gabriela Cerruti, con un corte similar a lo que hace el Secretario de Prensa en la Casa Blanca. Si hay por ahí un 2×1 en productos, ¿por qué no preparar el terreno para una interacción con el público en estos debates, tal como sucede en los debates llamados town hall meetings? Salvo que seas George H. W. Bush, es una idea que puede valer la pena. ¿Y en qué lugar podrían desarrollarse estos encuentros? Al parecer los aspirantes a la Cámara Baja no se enteraron de las grandes universidades que tenemos a lo largo y ancho del país, y que podrían albergar un evento de este corte, y han preferido inclinarse por un estudio de televisión. Puede pasar.
La batalla del sentido
¿Qué festejan los peronistas? Esa pregunta fue repetida una y otra vez en el posteriori a las elecciones legislativas del último noviembre. Con algunos amigos bromeamos sobre aquella escena imaginando un cuadrilátero teórico en dónde lo objetivo -el peronismo perdió, es un fracaso- se enfrentaba a lo subjetivo -el peronismo se muestra feliz, festeja-. Podría parecer una contradicción teniendo en cuenta lo escrito en el apartado La Democracia Disputada, de no ser porque el oficialismo nacional, encabezado por el presidente Alberto Fernández, nunca puso en tela de juicio la victoria de Juntos, principal coalición opositora.
Pero esto no es un hecho que se recluye al peronismo: luego del catastrófico resultado en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, Mauricio Macri inició una campaña prácticamente sin recesos y apuntada al electorado extraviado respecto a su victoria en 2015. Dicha movilización le permitió al fundador del PRO crecer nueve puntos en dos meses y revitalizar su carrera política, aún cuando todo parecía perdido tras las PASO.
¿Qué festejan los peronistas, entonces? Aún dentro de los carriles de la concesión, la administración de las derrotas en las últimas campañas argentinas es algo que extrapolado al análisis político nos obliga a agudizar la mirada y no limitarnos solo a cómo se comporta el ganador, sino también qué hace el perdedor para reincorporarse al juego político. Macri y Cristina Fernández de Kirchner sufrieron duras derrotas en los últimos cuatro años y nadie se anima a darlos por retirados, cuando de 1983 a la fecha, salvo particulares excepciones, todo aspirante de peso derrotado en la arena electoral era dirigido al ostracismo o al menos a una segunda línea en la superficie del armado político. ¿Qué se festeja? Estar a tiempo de algo. Esto es una respuesta tentativa, desde ya.
BONUS TRACK:
Bueno, momento emotivo. Si esperaban una película o algo así banquen a 2022. El agradecimiento a Alejo Sánchez Piccat por la confianza para hacer este newsletter que tanto tanto disfruto producir. ¿Se habrá arrepentido? Es problable. También a Victoria Enríquez por la edición, el monitoreo y no bloquearme de WhatsApp a pesar de mandarle el borrador de estos escritos muchas veces pasadas las dos de la mañana, sobre la hora. A Esteban Pettenazza, Sebastián D’Agrosa Okita, Ceferino Pettovello, Agustina Mahon y Lara Tzvir, la familia newstellera de Poli Al Whisky que siempre está ahí para alentar al que le toque salir a la cancha. Pasen felices fiestas con los suyos. Abracen, besen y enfiéstense. Los quiero mucho.